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- 23/04/2022 00:00

Es claro que cuando hablamos de política las dos palabritas que nos vienen a la mente son corrupción o mentiras.
No vamos a tapar el sol con un dedo porque la realidad es que, en la gran mayoría de los casos a nivel global, la política está llena de mentiras, corrupción y personas que con su silencio cómplice o pusilánime, lo permiten.
Sin embargo, este artículo, tiene como propósito perfilar la mentira misma y explicar porqué ha ganado tanto terreno, en especial, en las nuevas generaciones.
El Dr. Timothy Levine, en su investigación publicada en el “Journal of Interculture Communication Research” (Diario de investigación de la comunicación intercultural) menciona que los cuatro factores más importantes del porqué mentimos son: 38% por deseos, necesidades, ambiciones personales o profesionales, 36% por autoprotección, 15% para influir sobre otras personas y 11% no tiene explicación alguna, o sea los motivos no son claros ni para el mismo mentiroso.
La política de la mentira en esencia tiene tres propósitos constantes y comunes: Para evitar un castigo, para lograr un objetivo o para aparentar ante una sociedad algo que no se es. En Panamá hemos visto ejemplos de sobra para cada una de estas razones.
Alexander Pope, poeta inglés hace mención de algo muy cierto: “El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera”.
Se han dado casos muy famosos cuyos resultados han sido cárcel, destituciones o pérdida de credibilidad ante la sociedad: Tenemos el caso Nixon y el escándalo Watergate, el caso Clinton vs. Mónica Lewinski, Frank Abagnale, cuyas mentiras pusieron en jaque al FBI por décadas, el caso Amber Heard que cometió perjurio en el juicio contra Johnny Depp, y al final, él era la víctima de violencia de género; los casos de Gabby Petito, Susan Smith, Gabriel Cruz, Nahir Galarza, que comenzaron con mentiras graves y terminaron trágicamente con muertes, ya ni mencionar los múltiples casos locales que son conocidos por todos nosotros.
A diario vemos personas que terminan mal por mentir, matrimonios enredados en temas legales por mentir, pérdida de empleo por mentiras, familias peleadas producto de las mentiras, señalamientos públicos o generaciones enteras marcadas gracias a que sus antecesores fueron tachados de mentirosos o corruptos y aún así, el ser humano, con tantos ejemplos, ¡no deja de mentir!
Mentir requiere esfuerzo, una mente aguda y muy flexible de pensamiento. Mentir es parte del proceso de desarrollo, como caminar o hablar. Los niños aprenden a mentir entre los 2 y 5 años, debido a las neuronas espejo, o sea, aprenden directa y únicamente de los adultos.
Estudios de la Universidad de Oakland revelaron que dentro de un periodo de 24 horas, una persona, según su edad, puede mentir entre 5 y 15 veces al día. Y si la persona es un mentiroso patológico pueden ser más de 20 veces.
Se sabe que un adulto promedio (18 - 44 años) miente dentro de una conversación cada 10 minutos. El 45% lo hace menos de 5 veces al día y un 15% más de 5.
En cuanto a los adolescentes, estos llevan la medalla de oro. Los jóvenes cuya edad ronda entre los 13 y 17 lo hacen con más frecuencia, y más aún porque prueban constantemente su independencia. Los pre-adolescentes están en segunda posición.
Entre los 9 y 12 años un chico suele mentir aún con cierto grado de temor ante la autoridad. 43% lo hace menos de 5 veces y el 14% más de 5.
En mi libro titulado “Los secretos del lenguaje corporal” no solo explico más a profundidad esto, sino que enseño a detectar los indicios de mentiras.
La realidad es que las mentiras tienen patas cortas, y tarde o temprano salen a la luz.
Tenga claro esto: el cuerpo jamás va a acompañar al cerebro mentiroso y, al presentarse incongruencias fisiológicas, indicios paralingüísticos, acciones no verbales, conductuales, gestuales e irracionales se abre una puerta de comunicación que, el cerebro racional y consciente, no tiene control porque el subconsciente es el que domina la acción final.
Ahora bien, ¿por qué somos víctimas de las mentiras y por qué los pueblos caen una y otra vez en su política? Porque nos distraemos fácilmente, porque hemos desarrollado una escucha selectiva y oímos solo lo que queremos oír, porque nuestras mentes actúan en función de un sesgo cognitivo, buscando la consistencia del mensaje más que la verdad del contexto, y esto, solo es el principio...
En cualquier situación, lo que evita en gran medida que seamos víctimas de las mentiras no es lo bien que seamos capaces de hablar, sino lo bien que seamos capaces de escuchar. Cuando la escucha es activa, cuando se tiene una buena memoria de los hechos y, cuando se tienen las agallas asertivas para enfrentar al mentiroso, inmediatamente reducimos su zona de acción.
Si como sociedad queremos hacer un alto a esto, queremos una nación diferente, más creíble y honrosa, entonces debemos entender que las mentiras siempre tienen consecuencias más graves que las mentiras mismas, y que un vaso medio vacío es también uno medio lleno, pero una mentira a medias, de ningún modo es una media verdad.
Recuerde, amigo lector: el mentiroso siempre es pródigo en juramentos y estos tienen como política convencer hasta al más cauto.