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Las primeras damas y su rol en el molde político de EE.UU.
- 03/09/2020 00:00

Al asumir la Presidencia en 2017, el presidente estadounidense Donald Trump subió al máximo puesto de autoridad en la jerarquía democrática en Estados Unidos, llevando consigo a su familia encabezada por su esposa Melania Trump. Durante los primeros años, la pareja se mostró reservada y sin muchas apariciones afectuosas, sin embargo, con el paso de los años las acciones de Trump han dejado un camino de preocupaciones e incertidumbres ante la llegada de un nuevo periodo electoral.
En medio de disturbios, violencia y protestas que han arropado a la población estadounidense, la detonación de un despertar común en pro de los derechos humanos ha creado una situación sin precedentes de la mano de un presidente que “fomenta la violencia en vez de apaciguarla”, según la opinión del precandidato presidencial demócrata Joe Biden. Dentro de este escenario se erige la figura de una primera dama alejada de las cámaras, excepto por algunas presentaciones tildadas como “estratégicas” dentro de la carrera presidencial de su esposo.
Melanija Knavs, nacida en Eslovenia y convertida en modelo a los 16 años, subió rápidamente al foco público al casarse con el magnate empresario Donald Trump en 2005, luego con el nacimiento de su único hijo, Barron Trump (2006), se consolidó como madre, además de su rol como empresaria. Sin embargo, su desempeño como primera dama ha estado marcado por la campaña 'Be Best' ('Sé mejor') que se encarga del bienestar de los jóvenes y defiende el ciberacoso y el consumo de drogas.
Por décadas, el título glamuroso de primera dama –que no figura dentro de la Constitución estadounidense– ha sido denotado como una ocupación relajada y conmemorativa otorgada a las esposas presidenciales como un “pasatiempo”, sin embargo, nada más alejado de la realidad. Tanto de Melania como de sus predecesoras se ha esperado una serie de deberes y obligaciones públicas y ceremoniales tanto en el país como en el extranjero. También se desempeña como la cara moderna de la administración, defendiendo ciertos proyectos y causas sociales que complementan las políticas del gobierno.
Además, este cargo posee una enorme prominencia que puede influir y dar forma a la opinión de la nación, sin embargo, con esfuerzos débiles se percibirá una presidencia conflictiva y “sin control” como han indicado expertos en análisis político en las últimas semanas. La presencia de la primera dama es un apoyo no solo para el presidente, sino para el modelado del país, sus perspectivas sociales y valores estándares.
A partir del reciente homicidio de Jacob Blake en la ciudad de Kenosha, Wisconsin –tras ser baleado siete veces por un agente policial blanco–, Melania pronunció un discurso en el que dio su “pésame” a la familia Blake, e hizo hincapié en que “es la cruda verdad que no estamos orgullosos de muchas partes de nuestra historia”, pero “exhorto a toda la ciudadanía a enfocarse en el futuro, mientras seguimos aprendiendo de los errores de nuestro pasado”, como recopiló The Guardian.
“Pido a los ciudadanos que detengan la violencia y los robos que se han llevado a cabo en nombre de la justicia y que no hagan asunciones basadas en el color de piel de otra persona, sino que colaboren juntos en pro de los valores americanos estándar a los que todos debemos aspirar”, agregó en su aparición frente a la Casa Blanca durante la Convención Nacional Republicana el pasado martes.
Pese a que su discurso se enfocó en las vidas perdidas por la covid-19, para el ojo público no significó una tregua humana, sino un plan anticipado para apoyar la campaña de Trump, de quien expresó: “Trabaja día y noche para que todos estemos a salvo”.
El contraste de Melania con otras primeras damas ha sido notorio para las audiencias estadounidenses, así como para las internacionales, siendo criticada y comparada principalmente con la exprimera dama Jackie Kennedy. En la más reciente disputa pública, donde se comparaba el perfil de ambas esposas presidenciales, se destacó el proyecto de renovación del Rose Garden, el jardín presidencial que fue nombrado en honor a Jackie Kennedy en 1963, aun cuando ella no fue la originaria de dicho espacio.
Los intentos de Melania por personalizar los espacios de su hogar oficial han recibido críticas mixtas en redes sociales, con fotografías de 1963 y este año en donde el florecimiento de las plantas es significativamente distinto por la temporada en la que se tomaron, sin embargo, ha sido suficiente para enviar mensajes en contra de la empresaria.
De igual forma, ella ha detonado –consciente o inconscientemente– en la utilización de este símbolo como una plataforma de arma de confrontación en partidos y una imprenta de la presidencia “sin control” de Trump como indicó el diario Slate.
Evasiva, privada y de élite, la señora de Trump ha sido un referente poco accesible al ojo público, creando una tensión tangible en sus apariciones y las reacciones de quienes la siguen a través de redes sociales. Además, se ha convertido en la diana de los dardos de escritos comerciales contra su imagen como el libro Melania and Me: The Rise and Fall of My Friendship with the First Lady de su examiga Stephanie Winston Wolkoff.
A través de sus páginas Wolkoff desentierra sus peores recuerdos de sus más de 15 años de amistad con Melania, haciendo especial énfasis en las similitudes de la primera dama con su esposo bajo una luz negativa, así como las tensiones entre Ivanka Trump y Melania, que fueron creciendo con el tiempo sin tregua alguna. Estos son pasos en retroceso para la imagen de liderazgo que recae sobre Melania y la establece como una de las primeras damas más controversiales de EE.UU.
¿Cómo entra la madre y empresaria en los planes de Trump para su reelección presidencial en 2021?
Especular un movimiento estratégico dentro del camino del republicano sería indicar que Melania conoce de cada paso en el cuadro de ajedrez que es la política, lo que no ha sido confirmado y probablemente no lo sea en un futuro cercano.

Aún así, el estar involucrada esporádicamente en los pasos de su esposo implica una figura alejada de lo que ser una primera dama significa para el panorama de una nación.
Antes de la asunción de Melania Trump, otras esposas presidenciales han portado el emblema de primera dama en las administraciones políticas, no con menos problemas, pero con distintos estilos de liderazgo, práctica y desempeño bajo presión. Sin ir tan atrás en el pasado, la abogada y esposa del expresidente estadounidense Barack Obama, Michelle Obama, dejó un legado que aún resuena en la población estadounidense, más aún en la parte afroamericana.
Ser la primera afrodescendiente en llegar a la Casa Blanca fue uno de los principales títulos que se le otorgaron, sin embargo, durante cada entrevista e incluso al escribir su primer libro Becoming, Obama se centró en su rol como líder feminista, madre de dos hijas y activista por los derechos civiles, la educación y la salud mental de los ciudadanos.
Sus inicios como primera dama se vieron bajo una tela de timidez y apoyo a su esposo durante mítines del Partido Demócrata, hasta lograr convertirse en su propia persona y figura de apoyo para la juventud.
Durante sus años como mano derecha del presidente Obama llevó a cabo diversos proyectos comunitarios, como: 'Let's Move!', el cual promovió la alimentación saludable y ejercicio activo para enfrentar la obesidad infantil; 'Joining Forces', es una iniciativa que busca trabajar con el sector público y privado para dar posibilidad de empleo, bienestar y educación a veteranos militares y sus familias; y 'Let Girls Learn', el proyecto que permitió enviar al colegio a miles de niñas y jóvenes en EE.UU., además de buscar el apoyo de otros países para mantener el índice de niñas en los colegios.
Por ocho años la exprimera dama Laura Bush, esposa del expresidente George W. Bush, se encargó de la lucha por implementar un mejor sistema educativo en el país apoyando la reforma educativa 'No Kid Left Behind Act' y la iniciativa de lectura 'Reading First' que se mantiene como una de las más grandes de la historia de EE.UU., según el portal web oficial de la Casa Blanca.
De igual forma, fundó el Festival Nacional del Libro en pro de la literatura y la lectura para la juventud. Siendo exmaestra y bibliotecaria, la señora Bush se inclinó por la educación y conocimientos acerca de enfermedades y mejorar la calidad de salud pública en EE.UU., Afganistán y Birmania.
En 2018, la exprimera dama alzó su voz en contra de las leyes migratorias de 'Tolerancia Cero' impuestas por el presidente actual Donald Trump, clasificándolas de “crueles” e “inmorales” en una dura crítica publicada en el diario The Washington Post.
“Estas imágenes recuerdan inquietantemente a los campos de internamiento de japoneses estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial, que ahora se considera uno de los episodios más vergonzosos de la historia de Estados Unidos”, agregó.
Un poco más en el pasado, quizá la más reconocida y recordada primera dama ha sido Jacqueline 'Jackie' Kennedy, quien rigió este título desde 1961 hasta 1963 cuando su esposo, el expresidente John F. Kennedy, fue asesinado. Con dignidad y un gran patriotismo, la señora Kennedy fungió como una figura líder en tradiciones dentro de la Casa Blanca –como la reinvención de su diseño de interiores, decoración y hospitalidad–, así como un apoyo clave en la presencia del presidente en el extranjero.

Durante sus años de oficio, Kennedy se involucró en los asuntos políticos de su esposo en otros países; era fluida en el idioma francés y fue embajadora de la Casa Blanca en diversos países que visitó como Venezuela, Costa Rica, India, Francia, México y el Reino Unido.
Su pasión como periodista y escritora la llevó a desarrollar iniciativas en pro del arte y la cultura estadounidense, e incluso después de la muerte de su esposo se dedicó a editar libros por dos décadas. Fue una pionera en la moda de las primeras damas e impuso su sello personal en cada programa que fundó, siendo uno de los referentes más icónicos dentro del organismo político de EE.UU.