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- 01/12/2008 01:00
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Una persona que ha sido diagnosticada con el VIH/sida se ve enfrentada con muchísimas complicaciones psicológicas. Tal vez lo usual es sentir frustración ante una enfermedad incurable, temor a ser discriminado porque es infecciosa y síntomas psíquicos consecuencia de un sistema nervioso central comprometido.
Una persona con VIH/sida empieza a generar incertidumbre en cuanto a qué tiempo de vida le espera, la vida en general y por supuesto su familia. Los efectos del tratamiento, la calidad de su vida y la reacción que la sociedad va a tener para con él. El paciente tiene entonces que adaptarse y reajustar su vida cotidiana lo cual le va a producir muchísima tensión.
Otro de los problemas psicológicos son el sentimiento de muerte inminente y el miedo al dolor. Pero aunado a estos efectos psicológicos nos encontramos que la persona tiene que enfrentar el carácter infeccioso de la enfermedad, el riesgo de ostracismo (destierro), discriminación y aislamiento social; así como lidiar con trastornos patológicos y comportamentales en caso de que los sufriera anteriormente.
Las reacciones psicológicas pueden ser shock, miedo y culpa. Como no quiere aceptar el diagnóstico va de centro en centro con el fin de desmentir el resultado positivo. No quiere aceptar que está infectado y por lo general no vuelve a sesión sino uno tiempo después de haber cometido conductas de riesgo.
Los pacientes se ven ante una condena a muerte y desarrollan una notable reacción depresiva acompañada de manifestaciones de angustia.
El paciente cero positivo sin síntomas clínicos recorre un camino psicológico con tres fases: estado de estrés, de adaptación y de integración. Todos estos estresores psicológicos suelen aumentar la vulnerabilidad del organismo a la enfermedad.