Sofía Segovia:

Sofía Segovia:“Si dejamos que cuenten nuestras historias, las van a contar mal”

  • 23/08/2025 00:00
La autora mexicana busca que Latinoamérica sea la casa de narrativas que logren volverse universales, para ello, escribió un manual que invita a todos los que quieran escribir, a desafíar las hojas en blanco, porque para ella, sencillamente, no existen.

Sofía Segovia veía su historia en todas las partes del mundo, aunque le habían dicho antes que no se imaginara con ser traducida a otros idiomas. Poco sabría esa persona que “El murmullo de las abejas” se publicaría en no uno, ni dos, sino en 22 lenguas y sería calificada como una de las mejores novelas históricas de ficción.

Considerada una de las autoras mexicanas más influyentes del siglo XXI, presentó en la Feria Internacional del Libro de Panamá 2025 su nueva obra “De lector a escritor”, un manual para acercarse al teclado y batallar contra las páginas en blanco, que, al criterio de Segovia, “no existen”.

Los lectores, dependiendo de su país de residencia, pueden interpretar el libro de varias formas.

Fíjate que por eso escribí “De lector a escritor”. Porque la primera vez que tuve una conversación con mi editorial, hace 11 años, me decían que no soñara con las traducciones porque al mundo no le interesaban las historias mexicanas. ‘Mejor primero conquista México y ya veremos’, porque yo les dije, ‘Yo veo mi novela en todos lados’. Estas pequeñas arrogancias que todavía me aplauden. Pero sí, se vale soñar. Hay rusos ahora leyéndolo esta novela [El murmullo de las abejas], también es bestseller en Alemania. La leen en Macedonia, ahora la próxima publicación va a ser en Etiopía.

Algo que compartimos todos los lectores es que queremos viajar. En Rusia me dijeron que [El murmullo de las abejas] les había recordado a su abuela. En Patagonia me dijeron que les había recordado a los ranchos de su familia. Pasamos el umbral de la nacionalidad y encontramos lo universal. El actor principal se llama Simonopio, y en ningún lado le han cambiado el nombre, lo escriben en sus diversos abecedarios, hasta en coreano. Eso me gustó mucho.

Los novelistas podemos hacer algo que los historiadores no. La historia es más rígida y los novelistas podemos, con la imaginación, llenar huecos que los historiadores no se pueden permitir hacer. La historia se cuenta desde el punto de vista del ganador, deja fuera a todos los perdedores, que resultan ser... bueno, pues este quienes son, pero quedan fuera de la narrativa. También en el caso de las mujeres, los niños y los viejos y otro tipo de perspectivas. Yo escribí esta novela sabiendo que iba a incomodar. Cuenta la historia de los perdedores. Habla de la revolución mexicana de una forma no antes contada.

Sobre todo cuenta la historia de algo que la historia nunca cuenta: la de la gente común. Como yo. Como mi familia. La mayoría no nos vemos en los libros de historia.

Desde su experiencia y trayectoria, ¿cómo fue pasar de ser lectora a escritora? Usted primero fue periodista antes de incursionar en la literatura.

Sí, intenté, pero me daba miedo. En México da miedo ser periodista. Algo que yo comprendí es que siempre me gustó escribir desde niña. Y antes de publicar este libro [El murmullo de las abejas], me invitaron a dar talleres y descubrí que había muchísimos huecos, mucha pasión y muchas ganas por escribir. Creo que todos los países latinoamericanos compartimos eso de ser muy cuenteros.

Este es mi intento precisamente para que todos rompamos la hegemonía que hay sobre la literatura. Siempre pensamos que solo la hacen, pues, algunos iluminados. Tenemos que entender que esos iluminados, antes de ser escritores, eran lectores y un día se atrevieron.

Considero que esta [De lector a escritor] es como una brújula, un pasaporte, para que alguien se atreva a cruzar ese umbral entre lector y escritor, que es durísimo. A mí me interesa que haya más gente escribiendo bien. Hay gente que escribe muy hermoso. ¿Por qué no hay más mexicanos, panameños o latinoamericanos traducidos en el mundo?

México, en especial, está enfrentando problemas políticos serios porque Estados Unidos, el gran contador de historias, define a todo un país con dos o tres adjetivos. La manera de contrarrestar esto es quitarle ese poder y contar nuestras historias para que no las cuente nadie más. Porque si dejamos que alguien más las cuente, las cuenta mal, incompletas o no nos cuenta en lo que no le interesa contarnos. Vivo con la filosofía de que más países latinoamericanos aporten más historias al mundo.

En ese aspecto creativo, quisiera saber si usted alguna vez se ha enfrentado al temido bloqueo de escritor y qué consejo tiene para las personas que quieren contar esas historias, pero se enfrentan a una página en blanco que les asusta.

Yo no creo en la página en blanco. Sí creo que puede haber cosas que nos impidan escribir. Sé que existe, pero no en mí. Pero definitivamente sí pasé recientemente unos tres años sin escribir ni una palabra. Ser escritor es muy bonito, pero de todas maneras tenemos que atender la vida. Soy madre, soy la que tuvo que buscar el gel antibacterial, me van a entender todas las madres.

Después mi hija se enfermó de cáncer y después mi mamá cayó con un COVID casi catastrófico, pasó un año en cuidados intensivos. Entonces, es un tipo de bloqueo, claro que sí, porque yo pienso que a mí me gusta escribir con el corazón y lo tenía invertido en otro lado.

Este libro me salvó porque me invitaron a dar un taller, me puse a escribir un folletito para entregar a los alumnos y luego les hablé a los organizadores: ‘Oye, se me está haciendo libro el folletito’. Y ya no podía parar de escribir. Tenía 13 años pensando en este libro, De lector a escritor.

Creo que el que escribe ya entra con esta idea de ‘me voy a bloquear’. ‘¿Y si no escribo tan bonito como Gabriel García Márquez o como Borges?’. No sabes cuánta gente me ha encontrado que me dice, ‘No, es que yo leí a Borges’. Pues, qué pérdida para el mundo, ¿por qué te va a dar miedo algo que ya se escribió? ¿Por qué quieres ser Borges? Ellos también pasaron por las mismas dudas.

Fíjate cómo los maratonistas no llegan a la meta de salida fríos. Así también no debe de llegar un escritor. Y entonces, yo todos los días amanezco viendo lo de ayer. Y a veces lo de ayer me lleva a lo de anteayer y a lo de la primera página. Para cuando llego a la página en blanco, ya llego bien caliente, bien preparada, conectada con la historia y con la certeza de lo que voy a hacer. ¿Y qué pasa si no era lo correcto? Pues al día siguiente amaneces, vas y lo cambias.

¿Cuál sería su último consejo para todos aquellos que quieren escribir?

Lean mucho y muy amplio. ¿Cómo vas a hacer lo propio si nada más estás leyendo a los que ya están amalgamados de cierto modo? ¿Y qué tal si agregas literatura de todas las épocas? Pero ¿qué tal si agregas literatura de todos los géneros? ¿Cuánto vas a aprender? Leo de todo. Y a veces no me gusta todo lo que leo, pero en todo aprendo algo. Lo que sí, lo que no. Entonces, la mejor maestra es la lectura cuando leemos no como pasajeros de camión, sino como copiloto.

Los novelistas podemos hacer algo que los historiadores no. La historia es más rígida y los novelistas podemos, con la imaginación, llenar huecos que los historiadores no se pueden permitir hacer. La historia se cuenta desde el punto de vista del ganador, deja fuera a todos los perdedores, (...) y también a las mujeres, los niños, los viejos y otro tipo de perspectivas.
Lo Nuevo