Los tentáculos de la violencia sexual infantil en Panamá

Actualizado
  • 01/04/2020 00:00
Creado
  • 01/04/2020 00:00
El istmo marca un incremento en los delitos sexuales. En la mayoría de los casos los agresores son varones y allegados al núcleo familiar. Entidades y organizaciones se alinean a favor de la prevención, y de las víctimas y familiares

La violencia sexual en el país no es reciente. El número de víctimas menores de edad sigue aumentando. En el año 2019, el Ministerio Público registró 6,883 delitos contra la libertad e integridad sexual, de los cuales 2,461 fueron por acoso sexual con una persona mayor de 14 años y menor de 18 años (36%) y 280 por corrupción de personas menores de edad, explotación sexual comercial y otras conductas.

En enero de 2020 se han registrado 234 casos por acoso sexual con una persona mayor de 14 años y menor de 18 años, de un total de 575 delitos contra la libertad e integridad sexual, la cifra en enero de 2019 fue de 189 de un total de 507, lo que marca un incremento en los delitos sexuales, con graves riesgos y perjuicios para los niños, niñas y adolescentes.

Según datos suministrados por la Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia, en 2018, el 85% de las víctimas atendidas por delitos sexuales en el Instituto de Medicina Legal y Forense fue niños, niñas y adolescentes, siendo las provincias con mayor incidencia Panamá (912), Chiriquí (713), Coclé (456) y Veraguas (426).

La violencia sexual es una realidad quizá poco vista en la sociedad. Sus secuelas son como oscuros tentáculos que impactan tanto a las víctimas directas como indirectas. “Si se da dentro de la familia, se reporta únicamente entre el 2% y el 5% de los casos, casi nada. Esa estadística es un esbozo, mas no la realidad que viven nuestros menores”, señala Jennie Barb, presidenta de la Fundación Unidos por la Niñez (FUN). Barb, también terapeuta familiar y psicóloga, añade que “si el delito se da fuera del entorno familiar, se reportan entre un 8% y 10%, muy bajo. Esto se debe a que muchas veces los niños tienen miedo de hablar porque son manipulados”.

En 2002, la Organización Mundial de la Salud estimó que 150 millones de niñas y 73 millones de niños menores de 18 años experimentaron relaciones sexuales forzadas u otras formas de violencia sexual con contacto físico (Estudio de las Naciones Unidas sobre la violencia contra los niños).

El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) enfatiza que la violencia sexual contra los infantes es una grave violación de sus derechos, sin embargo, es una realidad en todos los países y grupos sociales. Toma la forma de abuso sexual, acoso, violación o explotación sexual en la prostitución o la pornografía. Puede ocurrir en los hogares, instituciones, escuelas, lugares de trabajo, en las instalaciones dedicadas al viaje y al turismo, dentro de las comunidades, en contextos de desarrollo y de emergencia.

De hecho, el hogar es estadísticamente uno de los principales lugares donde miles de infantes son víctimas de conductas sexuales inapropiadas. “Lamentablemente en la mayoría de los casos los agresores son varones y parte o allegados al núcleo familiar, llámense padres, padrastros, tíos, o ese vecino muy cerca a la familia. Se han dado casos aislados de mujeres que abusan de los niños”, dice la presidenta de FUN, organización que trabaja en la prevención y tratamiento del maltrato y abuso sexual infantil desde el año 2000.

El flagelo persiste en Panamá y en el mundo. Ante ello, es apremiante no solo establecer estrategias eficaces de prevención desde el aspecto cultural, sino también de ayuda para la recuperación física y sobre todo emocional de las víctimas y sus familiares.

Los tentáculos de la violencia sexual infantil en Panamá

En suelo nacional, aunque la asistencia no llega a gran escala teniendo en cuenta únicamente la cifra de las víctimas directas, entidades y organizaciones se alinean en pro de esta población.

La Senniaf, en cooperación con la FUN, firmó un convenio con el objetivo de apoyar la salud emocional de los niños, adolescentes y sus familias a través de atención psicoterapéutica individual, grupal y familiar.

Hacia la recuperación

La extensión del tratamiento psicológico dependerá del impacto del abuso sexual en la vida del infante. “Si hubo consecuencias adicionales como enfermedades de trasmisión sexual, embarazos, cirugías, todo eso hace que el hecho tenga un impacto adicional y el trauma sea más complejo. Si la figura abusiva es el padre biológico, el trauma tiene una connotación muy fuerte. Los niños que son abusados por personas exteriores a la familia presentan un trauma menor”, detalla Barb, quien explica que lo más complejo a la hora de la recuperación es que el infante recobre la confianza en la gente y se le quite el miedo.

Según la terapeuta familiar, es obvio que en Panamá no existen las organizaciones necesarias y suficientes para abordar el tema “cuando las estadísticas están tan altas”. “Se necesita un trabajo donde todos participemos: familia, Iglesia y Estado. Si analizamos la génesis del abuso sexual, está en la cultura patriarcal que tenemos”, señala.

Melany E. Guajardo Arce, terapeuta familiar en FUN, manifiesta que en todo el camino de la recuperación, uno de los aspectos más difíciles “es la frustración cuando ves que no pasa nada a nivel legal”.

“Estamos con ellos en todo el proceso legal, no solo el psicológico, y a pesar de que brindas todo el soporte para que ellos puedan hacer la denuncia y todo el seguimiento, muchas veces la situación queda inconclusa porque no hubo pruebas suficientes. Ves cómo los niños empiezan a tener retroceso y lastimosamente el caso queda en nada”, lamenta, a la vez que detalla que desde 2013, cuando empezó a laborar en FUN, a la fecha, “he sabido de cinco (casos) que han culminado el proceso”.

El trabajo para las terapeutas familiares en FUN no es fácil; Barb en su intimidad no ha dejado de llorar frente al tema, por ello reconoce que no todo profesional de la salud mental puede guiar a un infante víctima de abuso sexual en su recuperación. Junto a los estudios y capacitaciones “se requiere de experticia”. “El abuso sexual es un trauma complejo, y como trauma complejo tiene demasiadas aristas”, manifiesta con dolor en su voz.

Mientras que Guajardo revela su técnica para mantenerse “en pie”. “Le trato de explicar a los niños que yo seré su voz en todo el proceso. Eso los calma y les da mucha tranquilidad, y a mí también porque es necesario que alguien lo haga”.

Aunque son los profesionales de la salud mental los que pueden guiar a los familiares y víctimas de este delito a una recuperación, proteger a los niños, niñas y adolescentes de la violencia sexual es tarea de todos.

Medidas de prevención
ALERTA

Enseñar a los niños que nadie debe tocar su cuerpo, a menos que sea una situación especial y que lo hacen las personas de confianza. Explicarles quiénes son estas personas de confianza. Saber cómo se llaman las partes de su cuerpo: pene, vagina, ano, y no usar nombres irreales. Ayudarlos a ser independientes: bañarse y dormir solos lo antes posible. No tenerlos sin ropa. Respetarles el derecho de elegir a quién desean saludar con abrazos o besos.

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