‘El pilón de Tío Conejo’

PANAMÁ. Es curioso que los cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo se afiermen en estos dos personajes, el primero realmente poderoso y el seg...

PANAMÁ. Es curioso que los cuentos de Tío Tigre y Tío Conejo se afiermen en estos dos personajes, el primero realmente poderoso y el segundo sumamente hábil. Por esas razones, los cuentos no hacen otra cosa que retratar los altos poderes que han ejercido los ‘tigres’ de las históricas burguesías de nuestro continente, contra la pobrería de nuestro mundo, y las conocidas jugadas de que se valían los pueblos para no sucumbir. Así brevemente salvados los pobres, como los de nuestra historia, pudieron resistir y, a veces, hasta ganarle a los señores tigres, expresa en esta breve reseña Carlos Francisco Changmarín. Aquí los dejamos con otra de estas fantásticas historietas.

‘EL PILÓN DE TÍO CONEJO’

‘Este es bueno, este es churú… este es bueno, este churú’, así repetía Tío Conejo que —sentado en un viejo pilón— con una batea entre las patas espurgaba el arroz.

De improviso, siente un gran trancazo, que le estremece todo el cuerpo... y se ve suspendido con las patas al aire... dándose cuenta que era el Tío Tigre, que lo había agarrado de sorpresa, atrapándolo otra vez.

Tío Conejo, acostumbrado a tal lucha, no se rendía a la situación, comenzando a patalear y a gritarle al Tío Tigre: —‘ Oiga usted, no pierde tiempo, ya le he dicho mil veces que la carne de conejo no es una buena comida para un mandatario de su rango… Además con todo este arroz que tengo que pilar... y usted se pone con sus relajos, suelte, suélteme, suélteme’— el Tío Tigre, no le ponía caso y teniendo bien agarrado al conejo, comienza a buscar la soga, para inmovilizarlo.

El Tío Conejo, sigue hablando: —‘ Mire, yo tengo 10 sacos de arroz ya listos para pilar, si usted me ayuda a pilarlo... yo le regalo 5 sacos ya pilados, más dos para que me deje libre… siete sacos para usted y tres nada más para mí.. pero me ayuda a pilarlo’.

El Tío Tigre sabía que el conejo era un gran hablantín y figúrate, si tenía 10 sacos de arroz... ese vagabundo que no le gustaba trabajar, que se la pasaba todo el día echando discursos revolucionarios a la pobre gente —no, qué va— esta era otra de sus mentiras… y siguió en silencio, pasándole la soga por la cintura al pobre Tío Conejo.

—‘Mire, que no le digo mentiras. Usted es un propietario muy honesto y serio empresario, eso todo el mundo los sabe… y si me da su palabra, yo le hago ver los 10 sacos de arroz, pero primero me da su palabra de honor’—.

El Tío Tigre, siendo uno de los productores de arroz más grandes de la República de Panamá, un empresario propietario de piladoras y arrozales sabía cómo funcionaba esa historia y con toda soberbia le dice al conejo: —‘Usted es parlanchín, un hablador y no le creo nada de lo que usted dice... pero si como yo soy el Rey de la jungla, te voy a dar una oportunidad… hazme ver los 10 sacos y yo te daré la libertad’—.

El Conejo de una vez le dice: —‘¿Palabra de honor?’— y el Tío Tigre moviendo la cabeza le dice que sí. Y esta vez era verdad porque allí escondidos habían 10 sacos de arroz.

El tigre ya sabía lo tramposo y falso que era el conejo por eso estaba muy atento con negociar con él... pero como era avaro, codicioso, ambicioso, voraz y su inmensa fortuna no lo saciaba nunca —no se daba cuenta de sus defectos— y Tío Conejo conocía muy bien la debilidad de su adversario.

Pero la cabeza del Tío Tigre ya pensaba lo siguiente: seguir las locuras del Tío Conejo, ayudarlo a pilar el arroz y cuando hubiese terminado de pilar todo, apropiarse de los sacos y comerse al conejo en la cena de ese mismo día.

Y así inició el desafío de pilar el arroz en el viejo pilón que allí se encontraba, colocándose uno de frente al otro y el pilón en el medio… Tío Conejo estaba bien amarrado por la patas al mismo pilón y comienza a mecerse atrás y adelante, comenzando a pilar el arroz y cantando lo siguiente canción: —‘Quita la mano, pon la mano, quita la mano, pon la mano, quita la mano, pon la mano’— haciendo el gesto que se cumple en pilar el arroz de revolver el arroz con una mano y dar el golpe con la mano de pilón.

Tío Conejo dice:

—‘¿Para saber pilar hay que tener ritmo, el ritmo panameño... Usted tiene ritmo?’- y el Tío Tigre le responde: —‘Bueno, soy hijo de extranjero, pero provengo de un país donde la música es alta cultura. Además, claro que conozco el ritmo panameño’—

Y diciendo eso se puso a moverse igualito que al Tío Conejo, revolviendo el arroz con la mano y con la otra mano dando duros golpes con la mano del pilón... cantando lo mismo, pero con una diferencia, una sutil variación: —‘Quito la mano, pongo la mano, quito la mano, pongo la mano, quito la mano, pongo la mano...’— debido a que no se confiaba del tramposo Tío Conejo... y el conejo se dio cuenta que Tío Tigre algo había notado de sus escondidas intenciones y le dice: —‘ Se necesita ritmo africano para pilar bien este arroz... quita la mano, pon la mano, quita la mano, pon la mano’..., y el Tío Tigre le responde: —‘Que va compa, yo también conozco este ritmo, es usted un bocón y hablador... quito la mano, pongo la mano, quito la mano, pongo la mano’— El conejo aumentó la velocidad de los golpes y el ritmo de la canción.

El Tío Tigre casi divertido, siguiendo el aumento de la velocidad le grita a su adversario con voz autoritaria y casi irónica: —‘Usted cree que me va a tropezar; no, qué va compa, esta vez lo tropiezo yo, quito la mano, pongo la mano, quito la mano, pongo la mano’—

Tío Tigre aumenta la velocidad, el movimiento de cadera, y el ritmo gritando al desafío: —‘Tá cojio Tío Conejo, quito la mano, pongo la mano, quito la mano, pongo la mano’—

Al parecer el Tío Conejo se encontraba en dificultad, solo lograba repetir su coro: —‘Quita la mano, pon la mano, quita la mano, pon la mano’— tratando de encontrar una solución y allí Tío Tigre seguía repitiendo y aumentando siempre el ritmo y la violencia de los golpes: —‘Quito la mano, pongo la mano, Quito la mano, pongo la mano’—

El tigre as como era fuerte y poderoso, parecía poseído del delirio, ya que aumentaba la velocidad siempre más, como si estuviera loco de remate, gritando: —‘ Quito la mano, pongo la mano, quito la mano, pongo la mano’—

El Tío Conejo se da cuenta de la desorientación del Tío Tigre y le viene la brillante idea de cambiarle el pregón y le dice: —‘Chita la mona, pita la loca, chita la mona, pita la loca’—

El Tío Tigre pierde el ritmo y trata de aclarar el equívoco, pero fue demasiado tarde porque le cayó en la mano un violento golpe de la mano del pilón, que el pobre salió corriendo, agarrándose los dedos de la mano, gritando chillidos del gran dolor.

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