Huecos, baches o alcantarillas sin tapa ponen en riesgo a los conductores que transitan por las deterioradas carreteras de Panamá, bajo lupa con una nueva...
- 13/10/2020 00:00
“¡Grau ha muerto!... Pero no será esta sola la generación que le admire y le honre con anhelosa simpatía. Las generaciones venideras han de participar de los mismos sentimientos de que en este momento estamos animados todos, ¡mientras el fuego sagrado del patriotismo no se extinga en el corazón! Morir en el ardor de la pelea antes que enrollar infame la bandera de la patria, no se rinde un hijo modesto de la República, que lleva en su alma, en su sangre y en su espíritu, el pundonor del soldado, la vergüenza del hombre, la serena grandeza del ciudadano. Miguel Grau tenía esta talla” (Páginas Sueltas, 1879).
Así escribió Héctor F. Varela el 10 de octubre de 1879, diplomático argentino, periodista y amigo personal del almirante peruano Miguel Grau, 48 horas después de conocerse el resultado del Combate de Angamos, la muerte del héroe y la captura del “Huáscar”.
Buenos Aires, su sociedad toda y los partidos políticos confundidos en un solo sentimiento, responde con emoción con dos ceremonias de honras fúnebres el 16 de octubre de ese doloroso año. Un funeral religioso en la catedral de la ciudad y un funeral civil en el gran teatro Colón. Ambos actos –imponentes, respetuosos, llenos de recogimiento– buscaron honrar la memoria del héroe peruano por el amor y la admiración que había despertado su trayectoria en la aciaga Guerra del Pacífico. Las palabras de Aristóbulo del Valle, propietario del diario El Nacional, dieron inicio a los discursos fúnebres..., mientras que para los ciudadanos que no alcanzaron lugar en el recinto, el poeta Silverio Rosende Romero les declamó su oda “Al Perú” que empieza con la frase “¡Gigante en la lucha, Grau no ha muerto! (…)”.
Terminadas las ceremonias, el cortejo fúnebre de quince mil almas –reseña el diario El Porteño– cuyos tristes acordes estaban a cargo de las bandas de música de las sociedades italianas, se dirigió al hotel Frascati donde se hallaba la misión diplomática peruana, lugar desde donde Santiago Estrada, ministro de la Legación peruana, y Julio Sandoval, secretario de la Legación, hicieron uso de la palabra mientras que el ministro peruano Latorre recibía de la multitud conmovida una ofrenda floral con una inscripción del poeta ítalo-argentino Carlo Guido y Spano:
“Hasta la cima del honor se encumbra,
Su tumba el mar, la muerte su victoria,
Y de América orgullo al mundo alumbra
el mapo inmenso de su eterna gloria”.
Los diplomáticos peruanos colaboraron con las comisiones populares que espontáneamente nacieron a lo largo de Argentina como, por ejemplo, la de Mendoza que llevó a cabo un acto religioso en la iglesia de San Nicolás como lo reseñó el diario El Constitucional o aquella otra que se realizó en La Plata de donde proviene la frase que publica El Porteño: (...)En medio del estampido del cañón que retumbaba sobre las aguas dormidas del Pacífico; en medio del ardor de la pelea, alumbrada por relámpagos de muerte, la frente alta, el corazón sereno y la fe en el alma, cayó Grau sobre la cubierta del Huáscar, como había caído Nelson sobre la cubierta del Victory! (...); o también lo que publicó la asociación francesa bonaerense: “(...) La pérdida del Huáscar es una gran pérdida para el Perú, pero es mucho más grande y dolorosa la pérdida de los ínclitos héroes que han sucumbido en las aguas de Mejillones”.
Los homenajes llegaron también de las asociaciones italianas asentadas en Sudamérica, la de Buenos Aires publicó una oda del poeta Carlo Francesco Scotti con el título “La Pace, La Guerra e L'eroe – Alla Memoria del Valoroso Grau” que también se divulgó en Panamá en diciembre de 1879, una de cuyas estrofas decía:
“Spiró! ... ma quell' anelito
estremo ancor si sente
accarezzar benefico
del mar la spuma ardente
che gli dié morte, e ispiraci
la patria dell' onor.”
(¡Expiró! pero ese anhelo extremo
todavía se siente
acariciando benévolo
la espuma ardiente del mar
que le dio la muerte y nos inspira
la patria del honor).
El pasado 8 de octubre se cumplieron 141 años de la inmolación de Grau en el Combate de Angamos, cumpliendo con su deber y haciendo realidad la frase de Pericles: “La tumba de los héroes es el Universo”.