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- 21/02/2020 00:00
Visitar Garachiné, en la provincia de Darién, Panamá, es para aventureros. No cualquiera puede tolerar el complicado viaje y la falta de amenidades. Los que se atrevan a embarcar en la expedición, serán recompensados con un pueblo lleno de gente amable.
Esta localidad bordea la frontera con Colombia, un lugar tradicionalmente considerado como peligroso: narcotráfico, guerrilla y malaria vienen a la mente de muchos.
Por suerte, el Ministerio de Salud ha hecho un buen trabajo y desde 2005 no hay casos reportados de malaria. El narcotráfico es algo que sigue sucediendo en las costas de todos los países en tránsito, desde los productores de Suramérica hasta Estados Unidos. Y la guerrilla colombiana ha sido controlada.
Garachiné es parte de Darién y de los ríos que históricamente han sido el método de transporte en la provincia. Hay tres Darién diferentes: el de los ríos, el de la selva y el de la carreta. Para llegar debes manejar de la ciudad de Panamá hasta Metetí, donde puedes aprender de agricultura sostenible en la finca El Roblecito.

La manejada es algo pesada, ya que la carretera está en muy mal estado entre Chepo y Agua Fría. Recientemente se arregló la vía entre Agua Fría y Yaviza, que es el último punto antes del tapón de Darién.
Es esencial que lleves cédula, o pasaporte si eres extranjero, ya que hay varios puntos de control en la carretera. Para ir a Garachiné debes salir de la ciudad de Panamá como entre las 12:30 a.m. a 1:00 a.m. Por cuestión de mareas (y demanda), solo hay una lancha por día que sale de Garachiné y llega a puerto Quimba entre las 5:30 a.m. y las 6:30 a.m.
Llegamos como a las 4:30 de la madrugada y dormimos un rato en el carro esperando que llegara la lancha. No es posible hacer reservas, por lo tanto se recomienda llegar un poco antes para asegurar un espacio. También, asegúrate de llevar algún tipo de repelente de insectos.
Una estación del Servicio de Fronteras (Senafront) toma los datos de cada pasajero que embarca. Llevan control de las personas por tema de seguridad. Sacamos nuestras cosas y nos montamos en la lancha como a las 6:30 a.m. La primera parte del recorrido ya me era familiar, porque había ido a La Palma, capital de la provincia. Llegar a La Palma demora como unos 30 minutos, mientras que Garachiné está a dos horas. Sin embargo, el paseo es muy bonito y el tiempo se pasa sin pensarlo.
El último poblado en la costa antes de Colombia es Jaqué, pero queda bastante lejos. Ir en una lancha pequeña desde puerto Quimba demoraría unas 12 horas.

Llegamos a Garachiné a las 9:00 a.m. con muchísima hambre. Este pueblo no recibe turistas. Llegamos directo a la bahía porque la marea estaba llena. Pudimos bajar nuestras pertenencias sin problema. Nos llevaron a nuestra vivienda, que estaba hecha de palos de bambú, al estilo típico de la zona. La casa pertenecía al profesor Forde (que es una variación de Ford, apellido de mi madre). Todo el pueblo recibe electricidad de una enorme planta eléctrica que hace bastante ruido. Por suerte, teníamos luz y un pequeño abanico que nos ayudó un poco durante la noche caliente, sin brisa.
Teníamos una combinación de hambre con sueño, pero ganó el hambre. Nos llevaron a una fonda donde comeríamos todas las comidas durante nuestra estadía. Los precios eran súper económicos, especialmente en comparación con la ciudad capital. Sin preguntar qué queríamos, nos pusieron un plato con hojaldre (masa frita) y corvina apanada, acompañada con un limón. ¡Qué desayuno más delicioso! La señora nos preguntó qué queríamos de almuerzo y nos dijo que hacia el mejor arroz con coco. La dieta local consiste en plátanos, arroz y mariscos.
Cuando fuimos, no había señal de celular, pero sí fue posible conectarse a un internet básico que brinda el Gobierno. “Internet para Todos” es un programa para dar señal en todo el país. Irónicamente para conectarte tenías que ir a la iglesia. Frente a la misma hay un pequeño parque donde ves personas pegadas a su celular a todas horas.

Originalmente, los indígenas Cuevas vivían en la provincia de Darién. Cuando llegaron los conquistadores españoles se encargaron de exterminarlos.
Otras tribus nuevas, como la Emberá (que son guerreros), también contribuyó a que se extinguieran los Cuevas. El nombre original del pueblo era “Chochama”, pero era manejado por el cacique Canachine entre 1500 a 1510. Por errores de pronunciación, se empezó a llamar Garachiné. En 1803, cuando el país era manejado por España, don Francisco de Ayala asume la gobernación de Darién y bautizó el pueblo con el nombre Las Mercedes de Garachiné.
Se estima que entre 1,800 a 2,000 personas viven en este lugar que es parte del distrito de Chepigana. Cerca queda otro pueblo llamado Sambú, que principalmente tiene indígenas Emberá.
Recientemente hicieron una carretera de 22.4 kilómetros entre Garachiné y Sambú. Aún hay muchas personas que viajan en lancha por el río Sambú.

Históricamente había muchos vuelos en la provincia y hasta hace unos años se podía volar con Air Panamá. Sin embargo, los viajes a ambos poblados fueron cancelados, así que toca ir por tierra y agua.
Garachiné está a orillas del océano Pacífico en el golfo de San Miguel. En este lugar desembocan los ríos más importantes de la zona, incluyendo el río San Antonio, Taimatí, Sambú, San Miguel y Santa Bárbara.
La bahía estaba llena de manglares, pero talaron bastantes para construir las casas. También extrajeron piedra y arena de la costa. Ya están teniendo problemas con el cambio climático y el alza del nivel del agua. Nos contaron los locales que hace unos años tuvieron que mover la iglesia y casas por inundaciones.
Lo más complicado de todo el viaje fue salir de Garachiné. Llevé una maleta con sábanas y toallas. Como la lancha sale de Garachiné hacia puerto Quimba, toca estar en la playa a las 4:30 a.m. Debes reservar y pagar tu cupo el día anterior en una casa que también vende mariscos.
Caminamos unos cinco minutos para llegar a la playa pensando que nos montaríamos en la lancha. Este no fue el caso. Para nuestra sorpresa, la marea estaba baja y como el pueblo no tiene puerto, toca ir hasta la lancha. Me recomendaron ir en zapatillas y efectivamente tocó caminar en limo, con agua y piedras agudas por casi 10 minutos.
Entre dos compañeros llevaron mi maleta y yo les ayude con sus pertenencias.
Estábamos de mal humor al llegar al barco. Nos sentamos y miramos al cielo, que estaba completamente estrellado porque no había contaminación de luz. Empezamos nuestro recorrido de vuelta. En eso amanece en el mar y las aves empiezan a volar. Toda la rabia de la salida desapareció por completo, mientras que pasábamos por hermosos paisajes que pocos han visto. Llegamos a puerto Quimba para terminar nuestra aventura en Garachiné.