El atlas de las emociones

Las emociones suelen dispararse a causa de los eventos que nos ocurren, por lo cual, tienen un carácter transitorio. Si una eventualidad tiene lugar, el estado en que estábamos cambia para bien o para mal

Evolutivamente, la emoción precede al lenguaje; por ende, el sentido que le demos a nuestras experiencias está marcado por nuestras emociones, y uno de los desafíos que enfrentamos como sociedad actualmente es cómo lidiar con el vacío y la falta de sentido que surge del analfabetismo emocional.

Al respecto, le cuento, amigo lector, que los doctores españoles Eduardo Punset y Rafael Bisquerra llegaron a identificar 543 emociones diferentes en los seres humanos y cada una de ellas con capacidad de incitarnos a la acción o a paralizarnos.

Tome nota: los pensamientos son el lenguaje de la mente y los sentimientos son el lenguaje del cuerpo.

Los expertos llamamos emociones primarias a aquellas con las que nacemos y cumplen una función adaptativa, ellas son: alegría, tristeza, miedo, sorpresa, asco, molestia y desprecio. Ahora bien, si se saben manejar con asertividad e inteligencia, la ira, por ejemplo, la cual se encuentra dentro de una triada negativa (asco, molestia y desprecio), puede servir para darnos fuerza y coraje para frenar abusos, lo cual la sacaría momentáneamente de esa triada letal que puede llevarnos, incluso, a cometer graves delitos.

El miedo, por ejemplo, se presenta para preservar nuestra seguridad, ya que con él se activan las alertas que nos ayudan a defendernos, correr o, según el contexto, pensar en una alternativa de negociación.

El asco está estrictamente diseñado para nuestra supervivencia, ya que cuando lo generamos en el rostro, arrugamos la nariz para tapar las fosas nasales de cualquier elemento nocivo o dañino y que este no entre por las aberturas que van directamente al cerebro.

Las emociones suelen dispararse a causa de los eventos que nos ocurren, por lo cual tienen un carácter transitorio. Si una eventualidad tiene lugar, el estado en que estábamos cambia para bien o para mal.

Los sentimientos, en cambio, implican reflexión e interpretación de lo que nos ocurre, por tanto, conlleva la elaboración de un juicio y su proceso de formación es progresivo, por lo que pueden durar horas, días, meses e incluso años. Esto hace que la manera de vivir nuestras emociones esté condicionada por lo que pensamos acerca de ellas.

Veámoslo de la siguiente manera: cada vez que hace funcionar su cerebro de una determinada forma se activa la mente; la mente es su cerebro en acción.

Si repite constantemente los mismos estados emocionales, su cerebro los entenderá como patrones de conducta, secuencias o combinaciones, y crearán su personalidad. Si todos los días le recuerda al cerebro quién es (o cree quién es), él entenderá ese comando y le dará forma. De hecho, solo necesita repetir una orden por 21 días para que el cerebro entienda que lo debe realizar como rutina y verlo como un hecho.

Es supervital lo que usted se dice cada mañana para calibrar su energía diaria, es decir, la forma en que usted se habla a sí mismo moldea su pensamiento, emociones y sentimientos... imagine que cada mañana amanece maldiciendo que debe madrugar para ir a trabajar (cosa que es un verdadero privilegio en estos tiempos), ¿cómo cree usted que atenderá a un cliente cuando este le diga buenos días?

De hecho, conozco muchos que andan buscando trabajo pidiéndole a Dios no encontrar y maldicen el hecho de tener salud, estudios, casa, comida, trabajo e ingresos fijos.

Ahora bien, si usted agradece por lo que tiene cada mañana y agradece por lo que pasó en el día cada noche, al acto, usted y más nadie está moldeando, diseñando y cambiando su realidad a través de sus pensamientos.

La palabra emoción, desde el punto de vista etimológico significa “energía en movimiento”. Todas las emociones, gracias a las energías que de ellas emanan, influyen de una u otra manera en los procesos fisiológicos y mentales. No utilizar sus energías a favor de los propósitos personales es desperdiciar una parte clave de las potencialidades humanas es, de hecho, desperdiciar SU potencialidad.

Sin emociones los pensamientos pasan de largo, carecen de sentido; ahí mi interés en que usted vea las emociones como una herramienta poderosa, una fuente de energía inagotable y muy económica que usted mismo produce y administra.

Debemos prestar atención a nuestras emociones porque ellas cargan una información vital y bien podríamos ponerlas al servicio de nuestro bienestar, de nuestros objetivos y de nuestro desarrollo e inteligencia emocional.

¿Con qué frecuencia habla de sus emociones?, ¿con qué frecuencia está consciente de ellas?, ¿con qué frecuencia se responsabiliza por ellas?, ¿es capaz de reconocerlas y administrarlas?, ¿con qué frecuencia invita a su pareja, hijos, hermanos o padres a hablar sobre sus emociones generadas y sus consecuencias?

Daniel Goleman, autor del libro Inteligencia Emocional, divide dicho concepto en: Inteligencia Intrapersonal, la cual es la capacidad de comprenderse a uno mismo teniendo acceso a sus propios sentimientos e Inteligencia Interpersonal, la cual es la capacidad de comprender a los demás.

Le recuerdo algo: las emociones no podemos separarlas de nuestros pensamientos y acciones. Son los colores que tiñen el mundo, imposibles que pasen desapercibidos, y el cómo las administremos determinará significativamente nuestra vida y nuestras relaciones humanas. Recuerde, la educación emocional es la habilidad de escuchar casi cualquier cosa sin perder sus estribos y su autoestima.

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