El canal de Panamá, en el ojo de los naturalistas del mundo

Actualizado
  • 15/08/2014 02:00
Creado
  • 15/08/2014 02:00
La construcción del canal elevó el interés por el estudio de la fauna y la flora de los trópicos panameños.

Corría el año de 1890 y los franceses iniciaban en el istmo de Panamá, el proyecto que uniría los dos océanos y que atraería a los más reconocidos científicos de la época: el Canal de Panamá, la mayor obra de ingeniería del mundo.

Los naturalistas, como se le llamaba en esa época a los que estudiaban las plantas y los animales, sabían que Panamá era un punto estratégico que unía a Sudamérica con Norteamérica y que las distancias entre los océanos Pacífico y Caribe, eran muy distintas. Pero poco conocían de la naturaleza tropical que había en esa parte más baja de América y querían conocer más, relata Stanley Heckadon, biólogo del Instituto de Investigaciones Tropicales Smithsonian (STRI) y director del Centro de Investigaciones marinas del STRI en Punta Galeta, mientras saborea un café, sentado en su oficina en la sede de Ancón.

Durante la construcción del ferrocarril, algunos científicos empezaron una serie de exploraciones, puesto que se dieron cuenta que en este pequeño istmito, entre dos mares, había una gran diversidad de vida (biodiversidad). Pero se desconocía cuánta’, continúa Heckadon. En ese entonces, el tema de estudiar la biodiversidad biológica donde los franceses construían el canal, quedó atrás, por la pérdida de vidas humanas causadas por las enfermedades transmitidas por los mosquitos y el fracaso de dos compañías.

Tras el tratado, en 1903, Estados Unidos inicia los trabajos del Canal, de la mano de los científicos que estudiarían los trópicos, pero esta vez, primero concentrados en la lucha por la salud. Liderados por el coronel estadounidense William C. Gorgas, entomólogos y afroantillanos de las islas del Caribe: Jamaica, Trinidad, Tobago, sanearon las ciudades de Panamá y Colón, y los campamentos del trazado del canal. Estudiaron los mosquitos y la manera de eliminar sus criaderos, convirtiendo dicha iniciativa en el primer gran proyecto de salud pública moderna en los trópicos. El legado del coronel es el laboratorio Conmemorativo Gorgas de Medicina Tropical y de los antillanos solo quedan fotografías en los archivos.

En 1910, las investigaciones comienzan a cambiar. En abril de ese año se termina la represa de Gatún, que represaba al río Chagres y el tema científico se empieza ampliar. La construcción de la represa de Gatún y la formación del lago dispara el interés de la comunidad científica por los bosques tropicales de Panamá, luego que una semejante cantidad de agua inunda la selva. Se sabía que había mucha biodiversidad, pero se desconocía cuánta; y no se sabía si era más Pacífica, más Caribe, más sudamericana, más centroamericana o más endémica a Panamá. Comienzan a subir las aguas. 500 kilómetros cuadrados de selvas y más de 50 caseríos y estaciones del tren quedaron sumergidas bajo el agua del nuevo lago Gatún, que por décadas fue el mayor lago artificial del mundo. Su fisionomía cambió por completo. Los cerros se convirtieron en islas y el río desapareció. ‘Ese fue el tiempo en que el lago Gatún mató al río Chagres’, recuerda Heckadon que le contaron los campesinos que vivieron a orillas del Chagres por muchos años, al igual que sus ancestros.

Las obra del canal eran de semejante magnitud que hubo que tirar abajo cerros, rellenar, el río Curundú se canalizó y se transformó por completo la naturaleza. La idea del progreso comprendía eliminar la selva; y eso le preocupaba a los naturalistas. La vieja inquietud que databa de la época de la construcción del canal francés toma fuerza y los naturalistas vieron que era hora de hacer algo en Panamá.

En 1910, le encargan al Instituto Smithsonian, que era la institución científica más grande de EEUU, la responsabilidad de dirigir el reconocimiento biológico del canal y luego del país, según reseña la obra Naturalistas del Istmo, de Heckadon.

En noviembre de ese mismo año desembarcan del vapor Ancón, los primeros naturalistas que realizarían el reconocimiento de la zona, para ver qué especies de plantas, mamíferos y peces habían en el área.

Al principio, era un grupo pequeño porque eran pocos los conocedores de la selva tropical y los que habían eran especialistas de los climas templados. Henri Pittier, Seth Mick, Samuel Hildebrand y Edward Goldman, se encargaron del primer reconocimiento.

La expedición estaba prevista entre 1910 a 1912, pero había tanta diversidad, que luego de terminar el reconocimiento en el Canal, decidieron seguir estudiando más los trópicos. ‘Sabían que la diversidad biológica no conoce límite y que esa diversidad se extendía mucho más allá de la zona canalera’, indica Heckadon.

Después de que Panamá se separa de Colombia en 1903, el presidente le propone al Smithsonian continuar el reconocimiento en todo el país, con el fin de reproducir los hallazgos en una obra que se iba a llamar ‘Flora y Fauna de Panamá’.

Pero la gran obra se estanca, con la primera Guerra Mundial en 1914. Las investigaciones se paralizan.

Tiempo después, publicaron los primeros libros y artículos. Y es allí cuando los estudios biológicos del Smithsonian en el istmo tienen una consecuencia importante para la ciencia. Permiten publicar el informe en latín y en inglés.

Ya terminado el Canal, y ante tanto progreso que se estaba dando con la tala de árboles, manglares y rellenando para hacer pueblos, pistas de aterrizaje y campamentos, en el año de 1923 se establece el mayor laboratorio de Biología tropical del Smithsonian, el de Barro Colorado, localizado en la isla que antes de la formación del lago Gatún había sido un cerro con el mismo nombre.

Desde entonces, científicos de todo el mundo lo han visitado para hacer sus estudios y conocer más de la biodiversidad que envuelve a los trópicos canaleros.

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