
- 06/09/2025 00:00
Cuando me presento por primera vez en grupos, en especial, grupos donde mayoritariamente hay jóvenes y los moderadores leen mi hoja de vida, pasan dos cosas curiosas: la primera, muchos se sienten intimidados y hasta “bromean” sobre si mirarme o no a los ojos y, la segunda, es que al final se me acercan con cierto grado de preocupación y me preguntan si es normal el hecho de que les atraigan temas de psicópatas, asesinos seriales o casos de crímenes mediáticos.
Cuando estudié las microexpresiones, el lenguaje corporal, la detección de mentiras y, en especial, el análisis conductual para perfilación criminal, vi casos que le podrían helar la sangre hasta al más duro amigo lector; casos que le cuestionan la fe, le retan la lógica y el sentido común; informes forenses con lujo de detalles donde se incluían audios, videos y fotos que superan cualquier guión de YouTube. Los tuve que estudiar y algunos, incluso resolver para poder obtener mi grado de certificación internacional.
No es un tópico común que sale en una fiesta; sin embargo, cuando se da crea una fascinación que, a veces, cae en lo morboso, y esta es una de las palabras clave...
La fascinación de los jóvenes por los asesinos en serie, psicópatas o el lado oscuro de la humanidad se debe a una mezcla de curiosidad mórbida, a la búsqueda de la adrenalina y emoción que genera un crimen real y su desarrollo mediático; además, despierta el deseo de entender lo oscuro y desconocido de la naturaleza humana. Curiosamente, ese gen que nos invita a buscar ese lado oscuro es el mismo que nos lleva a disfrutar de una montaña rusa, a entrar a la casa del terror en las ferias, o bien, a disfrutar de una novela, serie o película de terror.
Factores como la tendencia evolutiva a prestar atención a lo peligroso, la idealización de los “chicos malos”, y la necesidad de comprender la maldad, pueden explicar este interés que se manifiesta en el consumo del “true crime”. Si se lo resumo, todo se debe a que ese peligro muy real no necesariamente nos atacará directamente, porque creemos que jamás seremos víctimas de esos monstruos tipo Drácula, Frankenstein, Dr. Jekyll & Mr. Hyde, Hannibal Lecter de El silencio de los inocentes, pero, de que existen... ¡existen! Y hoy se llaman Ted Bundy, Jeffrey Dahmer, el asesino del Zodiaco, del Río Verde, el de la caja de juguetes, BTK o Jack el Destripador...
Existen algunos factores psicológicos y evolutivos que podrían explicar esta tendencia en los jóvenes a seguir el lado oscuro de la humanidad.
La primera y más obvia es la curiosidad mórbida: la fascinación por lo prohibido y lo macabro es un fenómeno común que nos permite explorar nuestros impulsos más oscuros de manera segura. Como bien lo planteé en el párrafo de arriba, mientras no olamos la sangre o nos recorra un frío paralizante, sintamos náuseas, algunos dirán que pueden seguir consumiendo este tipo de contenidos.
La segunda es debido a la perspectiva evolutiva: desde un punto de vista evolutivo, estamos programados para prestar atención a lo dañino y al peligro; es, de hecho, uno de los principios naturales de supervivencia, pues esto nos hace más receptivos a nuestro entorno y de quién estamos rodeados, por ello, las historias de asesinos en serie o psicópatas resultan casi una necesidad para algunos.
La tercera razón es por la adrenalina y la realidad: para algunos, el atractivo reside en la emoción y la realidad de los crímenes, que ofrecen una conexión auténtica con el peligro y el trauma. A esta razón en particular hay que prestarle atención, y mucha, puesto que ella es el móvil para imitadores, es la que detona a los jóvenes a ser asesinos de masas y entrar a colegios o universidad disparando; es la razón por la que se crean monstruos vestidos de corderos y usan máscaras de cordura cuando, realmente, son psicópatas integrados que se tornan difíciles de capturar, como fue el caso de Dennis Rader alias BTK o, peor aún, el asesino del zodiaco, cuya identidad fue reveladas tras su muerte.
El cuarto factor es lo social y cultural: para las nuevas generaciones que viven más expuestas a los canales streaming, el “true crime” como entretenimiento les resulta apasionante, y ello ha generado la producción de más contenido en estas redes porque, como genera rating y mejores ventas, a muchos ejecutivos de estas cadenas le importa muy poco si deben o no cruzar las líneas morales, éticas o socioculturales.
La popularidad del género “true crime” ha normalizado el interés por los asesinatos o psicópatas, los banaliza y presenta como formas de entretenimiento y no tanto como peligros reales, sino como villanos de comics; nos aleja gradualmente del acto de reflexionar sobre la naturaleza humana, su lado oscuro, y hacen que ese “chico malo”, en algunos casos, les atraigan a las nuevas generaciones, pues representa ese ser transgresor, rebelde y mediático que algunos, aunque no lo crea, sueñan ser.
El otro aspecto es porque quieren entender lo incomprensible: el interés por los asesinos en serie, psicópatas, narcisistas y otras personalidades letales puede surgir del deseo de comprender el mal y de cómo un ser humano puede llegar a ser un “monstruo” y, créame, amigo lector, meterse en el abismo oscuro de la mente que raya en lo diabólico no es un viaje que se pueda comprender ni del que se pueda salir con respuestas claras; muy por el contrario, se sale con más preguntas que respuestas.
El otro aspecto del que también hay que poner cuidado es porque resulta ser una catarsis social: los criminales más letales pueden ser vistos para algunos jóvenes como una forma de satisfacer sus fantasías vengativas y explorar los aspectos más oscuros de la sociedad sin tener que actuar. Esto genera patologías o conductas más letales.
En resumen, el interés de un joven por estos temas es un fenómeno complejo, influenciado por factores psicológicos, evolutivos, mediáticos y sociales que combinan la fascinación por lo oscuro con la búsqueda de emoción y la necesidad de comprender la complejidad de la naturaleza humana que, sin duda, se deben vigilar, hablar e incluso buscar ayuda profesional para saber lidiar con este nuevo fenómeno social.