Pornografía ¿ remedio o enfermedad ?

Actualizado
  • 28/08/2010 02:00
Creado
  • 28/08/2010 02:00
Si una persona quería ver pornografía hace 15 años, las opciones que tenía eran alquilar una película en una tienda de video o comprar a...

Si una persona quería ver pornografía hace 15 años, las opciones que tenía eran alquilar una película en una tienda de video o comprar alguna revista. Hoy, la masificación de Internet le ha abierto las puertas al porno, pues en la red es mucho más fácil acceder a material erótico explícito sin pagar. Esto ha generado una explosión en el número de consumidores y un aumento en la oferta de contenidos.

Según Internet Filtres Review, se calcula que en la actualidad hay cerca de 420 millones de páginas triple X en la red, y la palabra sexo representa el 25 por ciento del total de búsquedas que se realizan por el ciberespacio.

Este auge, tanto de consumo como de producción de pornografía, fue lo que llevó a Gail Dines, profesora de Sociología y estudiosa de la mujer del Wheelock College en Boston, Estados Unidos, a escribir el libro Pornland: How porn has hijacked our sexuality (‘La tierra del porno: cómo la pornografía se ha apropiado de nuestra sexualidad’). El libro se centra en la influencia que tienen las imágenes eróticas en las personas, especialmente entre los hombres, y cómo la pornografía representa una amenaza para las relaciones de pareja. ‘Estamos trayendo a una generación de niños que crece con pornografía cruel y violenta, y esto va a tener una profunda influencia en su sexualidad, en su comportamiento y en su actitud hacia las mujeres’, dijo Dines al diario británico The Guardian . Ella ha sido una activista contra este tema por más de 20 años y ha dictado conferencias en varios países para promover la prohibición de la pornografía. A lo largo de su carrera ha entrevistado a personas adictas a los contenidos triple X, y gran parte de su libro se basa en dichas experiencias. Según la autora, las imágenes eróticas explícitas contribuyen a cambiar el concepto que tienen los hombres del género femenino, ya que conciben a las mujeres como un simple objeto de deseo. ‘Para tener una buena relación sexual usted necesita conexión, pasión, y todas esas cosas son menospreciadas por la pornografía, cuyo único fin es el sexo. Quienes disfrutan con estas imágenes están eliminando todo tipo de intimidad, y es un camino fácil para los que no se quieren comprometer’, dijo Dines a SEMANA. Así mismo, la experta asegura que consumir pornografía está llevando a que los hombres cometan actos violentos contra las mujeres. Aunque aclara que no todo el que ve una película porno va a salir a la calle a agredir o a violar a una mujer, sí cree que este tipo de proyecciones les da a los consumidores de porno cierto permiso para tratarlas de la misma forma en que lo hacen los protagonistas de una c inta triple X. ‘El porno normaliza y legitima los comportamientos de abuso sexual’, dice Dines. De hecho, ella atribuye a la pornografía el aumento de la violación anal de mujeres en las escuelas de Estados Unidos.

El libro ha abierto una vez más el debate sobre la pornografía y sus efectos perversos en la sociedad. Según el sexólogo Luis Alberto Montejo, hasta el momento no existe ningún estudio científico que compruebe la relación entre las imágenes de sexo explícito y el aumento de violencia contra la mujer, y lo que se ha estudiado por ahora son comportamientos de individuos que no permiten generalizar. El experto explica, por ejemplo, que cuando una persona disfruta viendo escenas sexuales severas es porque en su personalidad hay un componente de sadomasoquismo que lo impulsa a ver este tipo de contenidos. ‘Pero la pornografía como tal no es la que incide en que actúe de forma violenta o no’, anota Montejo.

Por el contrario, el especialista cree que no hay nada malo en ver pornografía, y que los terapeutas la usan como herramienta para tratar a mujeres con baja libido o a hombres con problemas de impotencia o de eyaculación precoz. ‘El porno lo único que hace es incrementar el impulso sexual en las personas’, dice. Así piensa José Manuel González, director del Centro de Sicología y Sexología del Caribe, quien considera que en ocasiones acudir a una cinta triple X puede servir de preámbulo para tener una buena relación sexual. ‘Las imágenes deben ser vistas como un condimento para mejorar la vida de pareja. Lo grave es cuando preferimos el placer de la imagen en lugar de tener contacto con el otro’, señala González.

En esto último coincide con Dines, quien recalca que debido a la avalancha de contenido sexual en la web, los hombres se vuelven más insensibles, buscan escenas cada vez más explícitas y prefieren ver a una actriz que estar con una mujer de carne y hueso. Quizá por esta razón Cris Logan, directora de Comunicaci ones de Enough is Enough, una organización que trabaja por la seguridad de contenidos en Internet, ha definido la pornografía como la droga del milenio. Según ella, este tipo de contenidos produce un efecto adictivo en el cerebro, similar al que se genera con el consumo de ciertas sustancias psicoactivas, pues estimula la producción de neuroquímicos como la dopamina, la noradrenalina y las endorfinas. ‘Sabemos de personas adictas al porno que, al igual que los alcohólicos, no pueden pensar en otra cosa que en sexo, cada día quieren ver más contenidos, y esto perturba su empleo y dificulta la capacidad de relacionarse con los demás’, explicó Logan a esta revista.

Sin embargo, para muchos especialistas el problema radica en la forma como se consumen estos contenidos. Según Wendy Maltz, experta en terapia sexual y creadora del portal Healthysex.com, una cosa es cuando una pareja elige ver una película erótica porque ambos quieren, en cuyo caso puede ayudar a que aprendan nuevas posibilidades sexuales. Pero otra muy distinta es cuando un hombre pasa horas enteras aislado y masturbándose mientras ve pornografía. ‘Lo preocupante es cuando se vuelve un factor necesario para la satisfacción sexual’, comentó Maltz a SEMANA. González aclara que la dificultad no es que una persona vea pornografía sino que tenga un comportamiento compulsivo con respecto a cualquier actividad. ‘Así como puede ser aficionado al porno, también puede ser obsesivo con el trabajo o con la comida’, señala. © Publicaciones Semana

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