Un café para la innovación

  • 19/10/2014 02:00
¿Qué hacer con tanta conectividad? Las redes celulares han quintuduplicado su capacidad de transmisión.

En Medellín hay un lugar llamado ‘Le Gris’, donde aprendí el amor por los cafés finos y la buena charla. Hace poco estuve de nuevo en sus mesas y, como en los viejos tiempos, lo convertí en mi centro de operaciones por un par de días. Ahí tuvo lugar una charla que a continuación voy a compartir.

Fue con un gran amigo que trabaja en las únicas empresas públicas de Latinoamérica que generan ganancias en vez de acarrear costos para el estado. Él es un fanático del café ópera. Lo acompañé con un café naranja.

¿Qué hacer con tanta conectividad? Era la pregunta que nos hacíamos esa tarde. Como ingenieros de networking , estamos al tanto de los avances que permiten que sobre una fibra óptica viajen varios ‘tráficos’. Las redes celulares han quintuduplicado su capacidad de transmisión. Sobre un par de líneas de cobre los estándares alámbricos permiten velocidades alucinantes... En fin, estamos súper conectados. ‘A veces me siento como un constructor que ha creado las redes viales de una ciudad, pero la gente se niega a construirla y pasarse a vivir en ella’, dijo mi amigo. No solo lo entiendo, sino que también comparto su opinión.

¿Dónde está la gente? ¿Dónde está la innovación? Todo el mundo desea bajar un software gratis y vendérselo carísimo a la gente que no conoce el tema. Ahora todos son gurús de las redes sociales. Ahora todo el mundo es experto en sitios web, pero al final nos mantenemos inermes ante la verdadera innovación, dejando en manos de otros la creación de tecnología y conocimiento real. Somos unos adictos tecnológicos, esperando que nos llegue la próxima dosis de algún lugar remoto.

‘La conectividad nos ubica a todos al mismo nivel —respondí mientras pedía un segundo café, irlandés esta vez—. ‘Deberíamos estar pensando en cómo meternos en el mercado de otros y no solo en cómo nos defendemos de los que vienen de fuera’.

Esto para mí es clave. La gente en nuestros países trata siempre de bloquear el conocimiento y la innovación que llegan de afuera, en vez de darse cuenta que la conectividad va en dos vías: por donde ellos llegan, nosotros podemos ir.

Tenemos un mercado común, algo difícil para la gente de otras latitudes. Los latinoamericanos tenemos más similitudes que diferencias. Eso lo han entendido las multinacionales, pero parece que nosotros no terminamos de entenderlo.

Ahora que Estados Unidos y Europa están en crisis deben acudir a gente que tenga experiencia en la mejor forma de salir de ellas.

Casualmente nosotros los latinoamericanos somos unos verdaderos ‘magísters’ en trabajar con crisis. Hemos aprendido a convivir con hiperinflación, corrupción, falta de recursos, problemas de seguridad, golpes de estado, por solo mencionar algunos de los obstáculos que hemos logrado superar. ‘Eso sí que es un recurso. Tenemos una gran cantidad de experiencia y un arsenal de soluciones que podemos vender desde aquí, aprovechando toda esta conectividad’, dijo mi amigo, mientras me miraba sorprendido. ‘Como eso te puedo dar una lista: soluciones para el tránsito, opciones para sistemas de salud, esquemas para sistemas de educación, software para manejo de inundaciones, la lista es larga…, aseguré.

¿Para qué tanta tecnología? ¿Para qué tanta conectividad? Pues para generar desarrollo real y sostenible, no para promover la dependencia y el consumismo fútil. Tecnología y conocimiento son herramientas, pero deben ser usadas con inteligencia y sabiduría.

No debemos olvidar que un país necesita de la tecnología para poderse desarrollar, debe invertir en ella como quien compra cortinas para su casa, aunque aún no le hayan instalado las ventanas. ‘En algún momento las vas a necesitar’, me dijo mi amigo antes de levantarse. ‘Ojo con eso’, contesté yo. ‘Si un país no acompaña esas adquisiciones con un verdadero plan de creación de capital humano, la tecnología no será un vela que impulse el barco sino un ancla que lo arrastra’.

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