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- 16/06/2025 00:00
California, desde antes de que se conociera con ese nombre, siempre fue un país dentro de otro. Desde su época indígena, lo fue primero como parte de la Nueva España, nombre que Madrid dio a su colonia mexicana, y luego de la independencia de esta, de México. Ahora, de Estados Unidos.
Estuvo en la geografía de ese gigante del norte español hasta 1850 cuando, después de concluida la invasión de Estados Unidos a México, Washington le robó 2.1 millones de kilómetros cuadrados que, entre otros territorios mexicanos, incluyó a California.
Junto con Texas, California fue la joya de la Corona de aquella aventura de conquista neocolonial, porque se trataba del territorio de mayor potencialidad económica del arrebatado a su vecino, sobre todo por su variedad de minerales incluido el petróleo, el oro y el diamante, y lo que ahora denominan tierras raras, además de su espectacular agricultura y ganadería, caudalosos ríos, y sus habitantes, los más laboriosos de las comarcas del oeste y del sur.
A esos valores se le agregan el geográfico por su gran litoral en el Pacífico con sus importantes bahías y puertos que le abren la ruta comercial marítima de Estados Unidos a Asia, y muy en especial, la militar.
Un rasgo que distingue a este estado, el 31 de la Unión, es que su población originaria ha sobrevivido a pesar de la inmigración anglosajona. Su riqueza cultural tiene sus raíces no en Europa como casi todo el resto de Estados Unidos, sino en su población autóctona que no fue asimilada por la europea, sino por el contrario, ella asimiló a la extranjera para enriquecer ambas. California goza mucho la cultura mexicana norteña.
Las masacres de los conquistadores irlandeses y británicos de las etnias originarias –ahora reducidas a unos pocos millones de individuos- no lograron aniquilar a las 105 naciones indígenas ni sus lenguas nativas, muchas de las cuales aún prevalecen a pesar de la fuerte influencia del inglés, el oficial, pero no tan superior al español, que es el segundo reconocido.
Su entrega al dominio estadounidense se debió al ominoso Tratado de Guadalupe-Hidalgo impuesto por Washington (Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América, como demagógicamente aparece), la condición impuesta para terminar la invasión militar.
Los californianos o californios, como titulaban a los blancos no anglosajones, siempre fueron remisos a ser colonizados. Incluso, después de la mezcolanza étnica blanca, ese sentimiento de independencia se arraigó en la población, en particular cuando el gobierno central se apoderó de toda la riqueza del territorio al agregarse como el estado 31 de la Unión.
Ahora, el gobernador Gavin Newsom ha vuelto a los orígenes de los californianos al rechazar y condenar la invasión de las fuerzas federales del territorio ordenada por Donald Trump bajo el argumento xenófobo de que California no ha enfrentado las manifestaciones masivas en protesta por la deportación de migrantes, y ha retado a Trump a que le imponga los castigos con los que amenaza a su estado porque la respuesta será más dura y él será el gran perdedor.
Newsom le recordó que si California fuera una nación independiente, sería la quinta economía del mundo, con un Producto Interno Bruto de 3.20 billones de dólares, lo que representa el 12.0 % del PIB de Estados Unidos, que asciende a un total de 20.5 billones de dólares; además, sería el 37.º estado en el mundo más poblado.
Trump se está rascando las costillas en el palo equivocado y está jugando con fuego al desestimar las advertencias de una balcanización de Estados Unidos que haga regresar a la nación a sus 13 colonias originales con las que se creó una Unión que se puede desmembrar porque está perdiendo unidad.
Las experiencias de la antigua Yugoeslavia y posteriormente de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas desmienten las teorías de la imposibilidad de una balcanización de Estados Unidos.
Trump está reviviendo las apetencias de independencia de varios estados en los que están latentes esas ideas y que, hasta ahora, el propio sistema constitucional da un margen amplio de derechos y compromisos federales y estatales para mantener la integridad de la Unión, lo cual no significa una garantía total de que no habrá desmembramiento.
California y Texas son las entidades que mejores condiciones tienen para convertirse en países independientes, y si bien en muchas oportunidades han expuesto sentimientos en ese sentido, el gobierno federal ha tenido a su favor factores de equilibrio y de negociación para impedir una fragmentación de la Unión.
Pero Trump está desbaratando a mandarriazos ese muro de contención, acabando con los factores de equilibrio como inmiscuir al gobierno federal en asuntos atinentes exclusivamente al local, y aviva las discrepancias con esos dos estados sin los cuales Estados Unidos jamás hubiese sido el imperio que es.
Hay antecedentes de la inconformidad de muchos estados de haber sido integrados a la Unión, y no de ahora, sino de vieja data, aunque la Constitución no contempla el caso de la secesión de un estado pues los Artículos de la Confederación estipulaban que la unión inicial de las colonias “debe ser perpetua”, y el preámbulo a la Constitución declara que ésta pretende “formar una unión más perfecta”, pero California está demostrando lo contrario.
Es importante recordar que a finales del siglo XIX casi todos los estados del sur se separaron de la Unión, aunque luego volvieron a la Unión por la fuerza de las armas durante la Guerra Civil conocida como la guerra entre el norte y el sur o guerra de secesión. El regreso a ese escenario casi nunca está en la perspectiva de la Casa Blanca, pero ahora la grave confrontación con California podría variarlo.
Lo cierto es que ya hay personas que valoran en qué situación estaría mejor California. 1) estatus actual en el que toda su riqueza es administrada y disfrutada por el gobierno federal, 2) independizarse de EEUU y administrar su rica economía y romper el cordón umbilical militar que la ata a la Unión. Consideran que eso no fue obstáculo para la mayoría de las repúblicas soviéticas, y que Ucrania logró crear un ejército envidiable. 3) Negociar con México una integración que admita como una entidad única a California, Baja California y Baja California Sur y obtener un estatus especial de autonomía dentro de la estructura política mexicana, no estadounidense.
Claro, lo mismo podrían hacer Nevada, Utah, Nuevo México, Texas, Arizona, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma. Sería como territorios impropios asimilados por la Unión. En conclusión, el final del imperialismo estadounidense. Y todos podríamos ser felices o infelices. ¡Quién sabe!