Los capturados fueron ubicados en la comarca Ngäbe-Buglé, las provincias de Veraguas, Los Santos y Panamá
- 13/12/2025 00:00
En una noche tan brillante, como los ojos de lorena, se perfilan las visitas a bazares navideños. Los colores vividos de la avenida recuerdan a esa princesa blanca y que adornan a la banda sanchista. El árbol de navidad siente el aroma a ron y frutas secas. Un viejo hábito que termina con regalos y el compartir solos con los verdaderos amigos. Uno que confía, a pesar de fallar por confrontar las ideas.
Las uvas, las manzanas y la canela envuelven el ambiente en una bandeja colorida. Los olores, sobre una mesa lejana, presienten la cena eterna con miel y cebada. Una que quiere partir al encuentro del creador. Son frutas cosechadas, con esmero, las que aún conservan el fresco aroma de menta. Una que, en la llanura, siente tantas injusticias, pero reconoce lo inocente de las decisiones.
Un mañana no prometido pero que, en coches alusivos a papa Noel, sienten el trinar de los cascanueces. Un desfile que lleva, el alma de los sanchistas, a entonar tonadas suaves al rey de reyes. En el camino, luces y guardianes de cera adornan el paisaje. Pinturas sobre estos paisajes se mueven, como manadas, con la pelota de playa del número diez.
Una jornada compartida entre golosinas y turrón. Entre tanta bulla las hojarascas marchitas se desvanecen por el calor de la chimenea polar. Esa chimenea se encuentra en cada corazón, inocente, que no conoce el miedo. El humo blanco contrario a ser pasivo es volátil. Un humo que anhela respirar solo sin ataduras. Quiero depositar esa carga volátil, en lo humilde de un pesebre.
Tantas ideas, en un diciembre, sin bolsas de regalo. Una magia que se desvanece, pero que debe buscar un camino solo. Un camino con piedras sueltas, basaltos y rocas andesíticas que expulsan asfalto, junto con los fantasmas dejados en la academia. Momentos que hoy recuerdo con cariño, pero que pesan en esta alegoría de rosca navideña.
Siempre dude. A pesar de mi mala suerte familiar, aun guardo esperanza. Son incomodos los momentos, junto a la sidra pasada de fermentada. Una sidra que murmura y no deja vivir la caída y el levantarse. Una familia de maestros conspiradores que, al ver caer las bolas de navidad de un abeto se burlan. Muchos sueños están por cumplir, pero lejos de este entorno enfermizo.
Hoy, el dulce de navidad, con frutas, es hecho en otra casa. Esa tradición no es, con lujo, como los trajes de empolleradas. Es algo común entre las personas. El dulce de navidad juega con las nueces, sobre las manos de hogares contentos. Lo más hermoso de estos años con mi abuela es su sencillez y paciencia. Es el sentir de este poeta, tener mi casa propia, con la alegría del creador. En la mesa de navidad otros disfrutaran, pero los corchos quedaran libres, al ser mí mismo.
Especialidad: Geografía Regional de Panamá. Licenciatura en Geografía e Historia. Maestría en Geografía Regional de Panamá. Docente en el Ministerio de Educacióny en instituciones de educación superior. Artículos de opinión en El Panamá América, La Estrella de Panamá y revista cultural Lotería. Autor de los libros “Memorias de un bardo” y “Escritos de un sobreviviente”.