El presidente Mulino cuestiona lo poco enérgicas que son las medidas cautelares de los jueces de garantías
- 16/11/2025 00:00
El elemento económico ha tenido un rol fundamental en temas de campaña electoral y de gestión gubernamental. No hay promesa política que no aspire a aliviar el bolsillo del ciudadano o a ampliar su esperanza de prosperidad. En ese terreno tan privado, el de los ingresos y gastos del hogar, se define buena parte del voto y se juzga, con la misma severidad, la gestión de quienes gobiernan.
En la campaña de 2014, el entonces candidato Juan Carlos Varela resumió dentro de sus mensajes, una promesa directa, “Más dinero en tu bolsillo”. Una década después, el actual presidente José Raúl Mulino apeló al mismo impulso con su lema de “Más chen chen” o el regreso del “chen chen”. Ambos casos reflejan una constante, la centralidad del factor económico en la competencia electoral.
La economía no se mide por percepciones, sino por realidades concretas. Ningún mensaje o eslogan puede convencer a un ciudadano de que su situación mejora cuando carece de empleo, de ingresos estables o cuando su salario mensual no alcanza para cubrir sus gastos básicos.
La realidad económica se experimenta cada día, sin excepción ni intermediarios. Sea empleado, trabajador independiente, empresario o ama de casa, cada persona se ve obligada a enfrentar su situación con la claridad que le impone su poder adquisitivo, saber hasta dónde puede llegar, qué puede postergar y qué ya no puede sostener. En nuestra última encuesta, publicada en octubre, el 52 % de los consultados calificó su situación económica actual como mala y un 12 % como muy mala. Este resultado evidencia un malestar económico extendido y confirma que la generación de empleo debe constituirse en una prioridad ineludible para el gobierno actual.
El dato más revelador surge cuando se pregunta a los encuestados si sus ingresos les alcanzan para cubrir los gastos del hogar cada mes, un 11 % respondió que nunca y un 25 % que casi nunca. Estas cifras que reúnen a más de un tercio de la población encuestada reflejan una situación económica frágil que exige atención prioritaria en las políticas públicas. Solo un 8 % afirmó que siempre logra cubrir sus gastos mensuales, una cifra que subraya la necesidad de revisar las estrategias y planes económicos del país.
El panameño no suele esperar que le resuelvan sus problemas, busca, día a día, cómo enfrentar su realidad económica y transformarla. Esa iniciativa se refleja en prácticas que han cobrado fuerza en los últimos años. Uno de los ejemplos más visibles es el aumento de revendedores de billetes de la Lotería Nacional, una forma de obtener pequeños ingresos, un “cuara” por billete vendido, que permite a muchos aliviar sus gastos inmediatos.
También han comenzado a extenderse modelos informales inspirados en experiencias de otros países, como los llamados “pago diarios”, una modalidad de préstamo con cuotas que se abonan cada día, muy común en Colombia y ahora presente en varias provincias.
Ambos fenómenos reflejan la creatividad y la resiliencia de la población, pero también evidencian la fragilidad de una economía donde el trabajo formal no logra absorber la necesidad de ingresos de amplios sectores.
El pensamiento del ciudadano panameño es esencialmente aspiracional. No busca subsidios ni favores, sino oportunidades que le permitan avanzar por mérito propio. Comprende que el progreso llega a través del estudio, el trabajo y la estabilidad económica. Sin embargo, buena parte del debate público y político parece ajeno a esa realidad. Recuperar la conexión con esa aspiración colectiva, más que ofrecer discursos o promesas, será clave para reconstruir la confianza entre la ciudadanía y sus gobernantes.