Autobiografías: las memorias del rock

Actualizado
  • 27/10/2012 02:00
Creado
  • 27/10/2012 02:00
COLOMBIA. En su nueva autobiografía, el guitarrista fundador de The Who, Pete Townshend, no escatima detalles: cuenta que se traumatizó ...

COLOMBIA. En su nueva autobiografía, el guitarrista fundador de The Who, Pete Townshend, no escatima detalles: cuenta que se traumatizó cuando alguien lo violó a los 8 años en un campamento de Sea Scouts; que estuvo a punto de morir en un avión por drogarse con LSD; que lo atraía Mick Jagger, el único hombre con el que ha deseado acostarse; que salvó a Eric Clapton de morir de una sobredosis de heroína; y habla del escándalo que protagonizó en 2003 cuando la justicia británica lo acusó de visitar páginas de pornografía infantil.

Ese sinfín de revelaciones es usual en la ola de libros que las grandes estrellas de rock vienen publicando, pues no sólo generan titulares escandalosos que devuelven a sus autores a las primeras planas, sino ventas copiosas que los hacen felices a ellos y a las editoriales. De hecho, además del libro de Townshend lanzado en Europa y Estados Unidos hace una semana, también hay expectativa por las memorias del líder de Los Smiths, Steven Patrick Morrissey, del cantante británico Rod Stewart, del bajista y cofundador de Joy Division y New Order, Peter Hook, y del cantautor canadiense Neil Young.

Aunque ya se volvió costumbre que las celebridades entreguen sus recuerdos al mejor postor, la mayoría de los expertos atribuye la reciente avalancha de libros al éxito de Life, la autobiografía de Keith Richards, el guitarrista de los Rolling Stones. ¿La razón? Desde que salió al mercado en 2010 ha vendido más copias que el total de álbumes en solitario grabados por el músico. Un fenómeno sin precedentes en el esquivo mundo editorial, donde los rockeros han encontrado una oportunidad única de redimirse ahora que están alrededor de los 70 años.

‘A medida que las estrellas del rock se vuelven más viejas, el deseo por escuchar sus historias aumenta —dijo a Semana un representante de Ed Victor, la agencia literaria encargada de las cuentas de Richards, Townshend y Clapton—. La demanda ha crecido porque a muchos de ellos les queda poco tiempo’. Aunque casi todos prefieren controlar hasta el más mínimo detalle de sus vidas, también se ha vuelto popular la modalidad de biografía escrita por periodistas que tienen acceso al círculo íntimo de los artistas.

Por ejemplo, el autor británico Philip Norman, famoso por su semblanza de Los Beatles y de Los Stones, acaba de publicar un perfil de Mick Jagger que cuenta cómo ese jovencito tímido, víctima de matoneo, pasó a ser una bestia en escena venerada por millones. Curiosamente, el vocalista de los Stones fue uno de los primeros músicos en cerrar un jugoso contrato con una editorial en 1983, pero el manuscrito fue tan decepcionante que tuvo que devolver el millonario adelanto. Aun así, hay quienes todavía están dispuestos a dar la pelea por su testimonio, sobre todo ahora que está celebrando 50 años de carrera. Quizás Jagger lo esté considerando y sorprenda a sus fanáticos en julio cuando llegue al séptimo piso.

LA FÓRMULA GANADORA

Si además de convertirse en best sellers, las memorias de los rock stars obtienen premios, el negocio resulta todavía más atractivo. Patti Smith, la madrina del punk, lo consiguió hace dos años cuando ganó el prestigioso National Book Award por Just Kids, un libro sobre su vida en Nueva York junto al fotógrafo Robert Mapplethorpe y otras figuras de los sesenta como Jimi Hendrix, Janis Joplin y Andy Warhol. La obra tuvo tan buena acogida que la cantante estadounidense ya está trabajando con el guionista de Gladiator para llevar su historia al cine.

Bob Dylan también hace parte del grupo de músicos que logró el aplauso de la crítica con sus memorias, algo previsible dado el enorme valor literario de sus letras (para no ir muy lejos, la semana pasada volvió a estar entre los opcionados al Nobel de Literatura). Crónicas es el título de la ambiciosa serie de tres volúmenes que el poeta y cantautor inauguró en 2004. El primer tomo le valió una candidatura a los National Book Critics Circle y 19 semanas en la lista de los más vendidos del New York Times. Hace pocos días, el bardo de Minnesota le confesó a la revista Rolling Stone que todavía no ha terminado la segunda parte, aunque al parecer la demora en realidad obedece a que su agente quiere volver a subastar los derechos de su autobiografía.

Y es que cuando se trata de gigantes de la música las apuestas siempre suben. Richards recibió un adelanto de siete millones de dólares y se rumora que Dylan podría conseguir una cifra de ocho dígitos. ‘La posibilidad de escribir sobre sus vidas siempre ha estado disponible, pero ahora ha aumentado la base de compradores y la atención mediática —explicó a esta revista Diego Manrique, crítico de música de El País de Madrid y autor de un artículo reciente sobre el tema—. ‘Si eres Keith Richards o Bob Dylan, evidentemente se trata de un negocio millonario. Para el resto, es una manera de volver a posicionarse, de limpiar la reputación, de quedar retratados hermosos y sinceros para la Historia. El libro tiene un prestigio social y cultural que el disco ha perdido. Teóricamente, puede reanimar una carrera y llamar la atención sobre un creador que lleva años sin vender álbumes’.

La trama no es un problema: las historias de los músicos casi siempre empiezan con el sueño frustrado de subirse a un gran escenario algún día. Luego, siguen las presentaciones en bares de mala muerte y las giras en hoteles baratos hasta que un cazador de talentos los descubre. Entonces llegan la fama, los éxitos, las limosinas, las drogas, el sexo y las enfermedades. Al final, cuando se pierden en los excesos viene la prueba más dura: entregarse a ellos o escapar. Quienes escogen la primera opción se convierten en leyendas, mientras que los que se quedan con la segunda, en sobrevivientes. Y eso es justamente lo que algunas editoriales buscan y lo que el público espera leer.

‘Nos sentimos atraídos por la vida peligrosa de otros. Sabemos que las estrellas del rock pueden excederse pero tienen una red de seguridad que habitualmente las rescata. Nos gustaría probar esa sensación de impunidad. Como no es posible, nos conformamos con ver los toros desde la barrera. Además, hay lecciones morales: ‘Tanto talento, tanto dinero… y mira cómo terminaron’, señala Manrique. Además, ahora que la industria cuida con más recelo la imagen de sus artistas y la situación económica sigue siendo frágil, las historias de ‘sexo, drogas y rock and roll’ guardan cierta fascinación, especialmente para aquellos que crecieron en las décadas de los sesenta y setenta.

El tiempo apremia y, por eso, justo cuando los artistas se sienten más allá del bien y del mal recurren a las autobiografías para cerrar sus carreras con broche de oro. Pero no es sólo un asunto de prestigio sino también de dinero. Aunque el look desg astado les da un halo de héroes —a los 68 años Richards, por ejemplo, se niega a dejar sus tenis Converse, los aretes y las balacas de colores—, para seguir vigentes no basta con ser un mito. Se necesita publicar de vez en cuando ediciones de lujo o compilados de clásicos, organizar giras y conciertos y, por supuesto, escribir un libro que prometa la verdad oficial.

Los músicos no son los únicos que están dispuestos a vender sus recuerdos después de alcanzar la gloria. Como advierte Manrique en su reportaje ‘El rock hace memoria… y caja’ en el mundo editorial ‘todo vale: músicos acompañantes, promotores de conciertos, empleados de discográficas y, desde luego, novias o esposas’. Precisamente, una de las autobiografías más esperadas es la de Yoko Ono, la controvertida esposa de John Lennon, que hace unos meses anunció que romperá el silencio en un libro sobre su vida al lado del Beatle asesinado en 1980.

Pero hay algunas estrellas que todavía no están convencidas de revelar sus secretos. Según le confesaron varios editores al diario The New York Times, entre las joyas de la corona se encuentran desde David Bowie y Paul McCartney, hasta Elton John y Bruce Springsteen. Quizás se animen luego de leer las memorias de Townshend, pues al menos a él, sentarse frente al computador le funcionó para exorcizar sus demonios. Así se lo dijo a ese periódico: ‘Cuando un artista escribe un libro suele utilizar algunas técnicas musicales: puede tocar su historia como si fuera una guitarra’.

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