El cortejo se acabó

Actualizado
  • 25/02/2013 01:00
Creado
  • 25/02/2013 01:00
BOGOTÁ. Ana todavía recuerda que cuando era adolescente sus pretendientes la llamaban a la casa, la visitaban o la invitaban a salir. Ha...

BOGOTÁ. Ana todavía recuerda que cuando era adolescente sus pretendientes la llamaban a la casa, la visitaban o la invitaban a salir. Había regalos, rosas y otras señales inconfundibles de que la cosa iba en serio, y si a ella le gustaba, en cuestión de cinco semanas ya eran novios. Ahora, a los 26 años, añora esos viejos tiempos, pues sus potenciales enamorados hoy no hacen el menor esfuerzo por conquistarla. Ya no preguntan el número de su teléfono sino el pin; no salen a solas sino en parche y no la llaman sino que le envían un escueto mensaje de texto: ‘Cae a la 93’. Ella ignora ese tipo de invitaciones, pues considera que ‘merece al menos una llamada’.

Esta es una de las tantas anécdotas suyas que la lleva a pensar que el cortejo se acabó. No existe la expectativa de la cena romántica ni de estar solos, sino en grupo, y en esas circunstancias es muy difícil que la amistad pase a noviazgo. ‘Las relaciones se quedan en ese limbo en el cual uno se envía mensajes, se ve de vez en cuando, pero nunca pasa nada más’, dice Gloria, quien, como Ana, hace parte de la generación Milenio, la más afectada por esta nueva tendencia.

EL PODER DE LAS REDES SOCIALES

La etiqueta del romance también es confusa. Una solicitud de Facebook puede o no ser una señal amorosa, y un mensaje por Whatsapp puede ser muestra de interés, pero también de que él esta aburrido. Además, hay tantas tecnologías y canales de comunicación, que no se sabe a cuál atender. ‘Antes solo había que preocuparse por el teléfono fijo o el celular, pero ahora hay que estar pendiente de todas las redes sociales’, dice Ana.

Según la mayoría, los responsables de estas dificultades amorosas son los smartphones. Algunos creen que estas nuevas plataformas han facilitado las cosas para los hombres y los han vuelto perezosos para conquistar. Jaime Andrés, un músico de 27 años, lo admite. Cuenta que cuando no tenía teléfono inteligente planeaba la hora de la llamada, la estrategia y el discurso que le iba a dar a la joven para interesarla. Hoy enviar un mensaje de texto es tan sencillo y despersonalizado, que no lo piensa dos veces. ‘Ya no hay miedo de quedar como un intenso, ni del rechazo’ dice. Con un ‘q +’ es suficiente para iniciar un contacto y si alguno de los dos se aburre, ni siquiera necesitan decir adiós.

Dan Slater, autor del libro Love in the Time of Algorithm, (Amor en la era del algoritmo), afirma que las redes sociales están volviendo las relaciones más casuales porque requieren invertir menos energía. ‘No hay que hacer mucho esfuerzo para dar clic en ‘me gusta’ de Facebook, pero sí para llamar a alguien al celular o encontrarse en algún sitio a tomar un café’, dijo a SEMANA.

Slater observa además que el grupo de mujeres y hombres disponibles se ha ampliado con las redes sociales. Una persona tiene 500 amigos en Facebook y otros 250 en los contactos del chat. A la hora de buscar programa solo tiene que mandar simultáneamente diez mensajes de dos palabras y en cuestión de segundos aparecen propuestas en forma expedita. La gente de una generación atrás debía invertir más tiempo y energía en hacer lo mismo con llamadas telefónicas.

Para Slater, este aumento de la demanda no ha creado pereza sino falta de compromiso, pues si hay más jóvenes para conquistar y una rechaza al pretendiente, no es problema porque habrá otra que aceptará. En un artículo de The New York Times, el periodista Alex Williams dice que hay tantas potenciales citas con mujeres, que muchos incluso sienten que al salir con una se están perdiendo de algo y por eso ‘optan por la conquista rápida para que haya espacio para todas’. Este es el modus operandi de Jaime Andrés los viernes por la tarde. ‘Salen planes a cántaros y yo solo escojo el más interesante’, confiesa.

¿LA TECNOLOGÍA ES UNA MALA INFLUENCIA?

La rapidez del chat ha hecho que además, la regla de las cinco citas antes de tener una relación sexual se haya desdibujado porque a través de los mensajes de texto la gente cuenta con más herramientas para conocer al otro sin necesidad de verse. Las citas ahora se dan por Whatsapp y para los baches que queden están Google y Facebook, ‘que facilitan la búsqueda de información sobre la gente mucho antes de establecer una relación en la vida real’, dice Slater.

Gloria agrega que además la gente se siente más desinhibida a través de estos medios. ‘Si la relación es para sexo, el chat ayuda a romper el hielo’, señala. Según ella, la tecnología le ha quitado el aspecto romántico a la conquista y por eso ‘cuando uno solo quiere divertirse, este medio ayuda’, explica, porque los mensajes carecen de tono y no se ve la reacción del otro.

Carolina, de 30 años, cree que las nuevas tecnologías conectan y alejan a la vez. Si bien la gente está a un clic de distancia de alguien en cualquier lugar del mundo, la información que se obtiene a través de estos aparatos se da a cuentagotas. ‘No es fluida, nadie cuelga, ni se despide y uno no sabe si al tipo lo atropellaron o qué. Prima la incertidumbre’. Algo similar le pasa a Guillermo. ‘Ni los chistes ni los coqueteos se entienden’, dice. Aunque le parece que es más fácil contactar a las mujeres, aún le cuesta trabajo pasar del modo virtual al real. ‘El reto de uno hoy es cómo conseguir el espacio adecuado para decirle que le gusta’.

El psicólogo Diego Castrillón observa que en este momento la inmediatez ha impactado el proceso de conquista porque todo, desde la propuesta hasta el sí, se da en segundos. Esto ha favorecido que aparezca un abanico de posibles relaciones que se ubican entre amigos y novios. ‘Son amigos con derechos, pero ahora existen muchas subcategorías, con derechos temporales, permanentes o en ciertas circunstancias’. La tecnología le ha facilitado a Jaime Andrés plantear sus intenciones claramente. ‘Antes los tipos hacían todo el cortejo solo para acostarse con ellas, pero quedaban mal. Hoy uno les dice que no está interesado en nada serio y ellas verán si aceptan esos términos’.

LO QUE IMPORTA

Algunas mujeres se han adaptado a este nuevo estilo. Gloria dice que no le importa que sus amigos la conquisten por chat porque tampoco quiere nada serio en este momento, pero si estuviera interesada realmente en alguien, ‘me gustaría que tuviera la iniciativa, y que fuera paso a paso, a la manera tradicional, que es mucho más clara’. Ana piensa que la actitud de otras mujeres de aceptar esas condiciones está ‘dañando el mercado’ porque les facilita las cosas a los hombres. ‘Si ellas están disponibles siempre, el tipo nunca va a enamorarse’. Para Ana, aún en los tiempos de internet es válido ‘hacerse la difícil’.

Otros creen que la tecnología ha beneficiado a ambos, pues las mujeres también cuentan con más opciones y pueden disfrutar del sexo sin necesidad de estar en una relación comprometedora. ‘Este tipo de conquista es más espontáneo y la gente se conoce entre amigos. Es una bendición saberlo antes de comprometerse’, señala el psiquiatra canadiense J. R. Bruns. Emma Grey, columnista del Huffington Post, también cree que las grandes beneficiadas son las mujeres, pues han logrado ‘tener aventuras sexuales sin compromiso ni culpa’.

Según la psicóloga Ximena Sanz de Santamaría, los más confundidos con estos nuevos efectos de la tecnología son los adultos mayores de 30 años, que, a diferencia de los adolescentes, pueden comparar entre el ayer y el hoy. ‘Todo para ellos es por chat, la conquista, las peleas, las reconciliaciones, y no se lo cuestionan, pues así lo han vivido siempre’.

‘La gente terminará adaptándose —dice Castrillón— y creará códigos diferentes según los grupos sociales en los que se mueva. La etiqueta se irá reinventando todos los días’. Al fin de cuentas, la tecnología no podrá cambiar el imperativo biológico de los seres humanos de buscar una relación estable para tener y criar hijos.

Algunas mujeres, como Gloria, Carolina y Ana, esperan que cuando aparezca su hombre, este las corteje a la manera tradicional. Como dice Carolina, ‘por el teléfono no creo que me enamore’.

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