'Napoleón', la historia de un gran emperador y su caída en desgracia

Actualizado
  • 30/11/2023 00:00
Creado
  • 30/11/2023 00:00
El emperador francés Napoleón Bonaparte es una de las figuras históricas que más claroscuros esconde en el relato de su vida, la cual termina lejos de su amada Francia. La nueva cinta explora sus penas y glorias desde el lente del director Ridley Scott
'Napoleón' trata de encapsular toda la vida del exemperador francés en poco más de dos horas.

“Francia. Ejército. Josefina”, fueron las famosas últimas palabras del emperador francés, Napoleón Bonaparte (Ajaccio, Francia, 15 de agosto de 1769 – Longwood, Santa Elena, 5 de mayo de 1821), cuya pasión descansaba en hacer de su amada Francia una de las naciones más grandes e influyentes del mundo. Victorioso en batallas, aunque poco involucrado en su familia, aparte de su profundo amor por su esposa, Josefina, Bonaparte es una de las figuras históricas de Europa con más claroscuros en su vida y de la cual aún surgen teorías y pensamientos sobre su gobierno y personalidad.

Napoleón no está exento de representaciones en el séptimo arte, sin embargo, de la mano del director Ridley Scott (Alien; Gladiador), llega a las salas de cine su cinta Napoleón, con una mirada épica y un trato ambicioso para lograr capturar la grandeza de lo que fue alguna vez Francia bajo la mano de Bonaparte y las consecuencias de la revolución francesa, forjando la historia como la conocemos. Por dos horas y 48 minutos somos presentados con lo que Scott denota como la vida de Napoleón, sus esfuerzos por cumplir un legado de honor y orgullo, ser un referente en la milicia europea y lograr su deseo de un heredero.

Ridley Scott ha anunciado que se estrenará una versión extendida de 4 horas en Apple TV.

Es extraño notar de la mano de tan reconocido y talentoso director, un producto final que se sienta tan injustificablemente vacío en su amplitud de escenas como se siente Napoleón . En su derroche de talento para los efectos visuales y escenografías de guerras, cada escena es un deleite y una experiencia única, puesto que da rienda suelta a la realidad de la guerra como es: la muerte de millones en ambos bandos, caballos heridos por las espadas o balas de cañones inesperadas, hombres despedazados en el calor de batalla y mucha sangre derramada. Pero en el corazón del guion de David Scarpa, la emoción que deberíamos sentir por la vida de Napoleón, continuamente abatida por sus inseguridades, nervios y miedos –ocultados brevemente por su valentía e ingenio– no se encuentra naturalmente.

Y esto, a su vez, deja a un brillante Joaquín Phoenix (El Guasón, Gladiador), a merced de pocas ramas narrativas con las cuales impulsar sus expresiones y acciones para denotar los sentimientos por los que atraviesa el general militar. Pareciera que el mayor reto de Phoenix fuera ver cuánto tiempo puede pasar caminando taciturnamente o susurrando al viento, en vez de mostrar real efecto en sus emociones de forma corporal y audible, en una cinta donde muchas veces la musicalización logra tragar las palabras de los actores.

Vanessa Kirby encarna a una Josefina atascada bajo la sombra de Bonaparte y sin mucho espacio para sí misma.

Una de las escenas de mayor impacto es la coronación de Napoleón como emperador de Francia, en la que Scott destaca la acción del general tomando su propia corona y colocándola sobre su cabeza frente al papa Pío VII, a la vez que también corona a Josefina como consorte imperial, título que mantendría hasta su muerte en mayo de 1814. La coronación realizada en diciembre de 1804 en la catedral de Notre-Dame se ve contada a través de pinturas de la época, y en efecto, deja ver a Napoleón posando con la corona de Francia sobre la cabeza de su esposa, lo que frente al lente de Scott y con el vestuario impecable de David Crossman y Janty Yates es una escena impresionante en la gran pantalla.

Mientras Napoleón parece cobrar vida únicamente en las batallas –vemos su inherente nerviosismo en la toma de Tolón en 1793–, su faceta privada carece de la pasión con que sus cartas a Josefina son leídas. Y así, Josefina (Vanessa Kirby), quien debía ser su adoración y locura, además de una gran figura de influencia en Francia, fue reducida a un fantasma bajo la sombra de Napoleón, destacando sus andanzas y travesuras, y velando un rostro triste en cada escena permitida.

El vestuario realizado por David Crossman y Janty Yates realza el derroche de riquezas en el estilo de Bonaparte y Josefina.

Pese a esto, Josefina es respetada en su amor por la moda, siendo vestida con sus mejores galas cada vez que se encuentra en escena, siendo un ejemplo de elegancia y sofisticación reconocido por los historiadores de la época. Aún al ser confinada a la mansión de Malmaison tras su divorcio del emperador, Kirby encarna a una Josefina atrapada en el tiempo en el que amó al Gran Corso, siendo visitada por él y demandada a escribirle a diario, pese al nuevo matrimonio de este.

Parece que Scarpa trata de encapsular casi toda la vida de Napoleón en esta cinta, con saltos en el tiempo abruptos, escenas de batallas sangrientas que nos distraen de la guerra real en la mente del emperador, sus problemas familiares, y los problemas ascendentes de Francia mientras él se ausenta en sus diferentes campañas. Los cañones suenan lo suficientemente alto para desorientarnos en la mitad de la cinta y hacernos olvidar un poco las escenas bajas en intención e impacto.

Los detalles de producción y locaciones hacen de la cinta un espectáculo visual, pese a sus debilidades en narrativa.

Al llegar a Waterloo, la batalla más famosa de Bonaparte por su estrepitosa derrota, no conocemos mucho más de quién fue Napoleón que al inicio. Ambicioso, ingenioso, astuto y calculador son algunas de las partes de su personalidad que vemos plasmadas en la actuación de Phoenix; entregado en alma y mente a Francia y a Josefina, pero sin ser muy abierto con sus compañeros o soldados, aun así querido por muchos.

Waterloo llega y termina con un Bonaparte exiliado de Francia por los altos números de pérdidas francesas en sus últimas campañas, aunque cabe destacar que las estrategias de Francia y la coalición europea que lo enfrentaba fueron detallistas y claras frente al lente de Scott, con una armoniosa coreografía visual.

La cinta ha recibido críticas mixtas, halagada por su musicalización y efectos especiales, además de su destreza en mostrar la falta de aprecio hacia la vida que albergaba Napoleón. Mientras que otros han atacado a Scott y Scarpa por su falta de hilo conductor en la historia de Bonaparte, dando mayor importancia a su rol como militar que a su rol como gobernante de Francia, y poniendo énfasis en relaciones con otros gobernantes –como Francis I y el zar Alexander I– cuando la mayoría de sus momentos destacables son liderados por expresiones faciales y silencio absoluto.

En tan solo 62 días de rodaje, Scott captó su visión de la vida de Bonaparte, centrada en las explosiones, su faceta militar y sin ahondar mucho en sus actos de beneficio a Francia o su psiquis –su conducta se convertiría en motivo de estudio en el denominado “Complejo de Napoleón”–, pero dejando ver las razones de su éxito al lograr tener a Francia en la palma de la mano.

Si bien el objetivo del cine no siempre es educar, sino entretener, la delicada línea entre un biopic y una representación al gusto del director es una espada de doble filo al intentar entender una cinta como Napoleón. Los más interesados en la verdadera historia del emperador saldrán de la sala de cine teléfono en mano, navegando en distintas páginas web para encontrar en cuántos hechos mostrados se ha equivocado o ha tenido éxito Scott; mientras que los menos atraídos por la realidad detrás del maquillaje de las cámaras, categorizarán el filme como uno más de los tantos títulos monosilábicos estrenados en la última década, todos con errores y aciertos, pero con un esfuerzo titánico para realizarse.

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