Pioneros del jean panameño

Actualizado
  • 20/12/2009 01:00
Creado
  • 20/12/2009 01:00
En la Avenida México, al lado de un lote baldío invadido por el caliche y los herbazales, se levanta la empresa de confección Fermín Cha...

En la Avenida México, al lado de un lote baldío invadido por el caliche y los herbazales, se levanta la empresa de confección Fermín Chan, S.A. En la planta baja se encuentran las oficinas, la sala de bordado computarizado y una tienda al detal donde es posible conseguir todos los elementos que constituyen el uniforme escolar, desde medias hasta mochilas.

Las máquinas de coser se encuentran en el segundo piso. A pesar de que el diáfano resplandor de la mañana se filtra por los ventanales situados en el fondo, algunas de las costureras trabajan bajo la luz artificial de las lámparas. Para resguardarse del calor excesivo producido por el foco a lo largo de una jornada que se inicia desde temprano en la mañana, cubren la lámpara con un pedazo de tela.

Entre pilas de jeans , madejas de hilo, la música que se escapa de los radios portátiles, altares dedicados a la Virgen María y máquinas de coser marca Singer, decenas de trabajadores, la mayoría con edades que superan los 30 años, laboran afanosamente en las faenas que se relacionan con la confección de uniformes tanto para colegios como para empresas privadas, desde el zurcido hasta el planchado final.

Fermín Tomas Chan camina entre los empleados con la familiaridad de quien atraviesa la sala de su hogar. “La fábrica fue siempre como mi segunda casa. Siguiendo la tradición oriental del trabajo, me incorporé desde muy pequeño a trabajar los sábados, que eran los días en que no tenía clases”, rememora el empresario de rostro alargado, ojos rasgados, nariz chata y sienes pobladas por canas.

BANDERAS Y “DIABLOS FUERTES”

Fermín Chan, S.A. fue fundada por su padre cuando era un adolescente recién llegado al Istmo procedente de la provincia china de Guangdong. Comenta Chan que a pesar de contar con una educación limitada y de que nunca habló el idioma español de forma fluida, tuvo la capacidad de fundar una empresa que con el tiempo llegaría a convertirse en “sinónimo de confección” en Panamá. Tanto es así, que hace un par de años, durante una campaña de los medios de comunicación que tenía como finalidad promover el interés entre los jóvenes con respecto a la historia panameña, cuando alguien le preguntó a un adolescente el nombre de la persona que había confeccionado la primera bandera nacional, éste respondió que Fermín Chan.

Y es que después de 60 años de operaciones, la compañía fundada por su progenitor, de quien heredó su nombre, se ha ganado un espacio en la cultura popular. Además, de haber formado parte de la época de oro de las compañías dedicas a la confección de textiles, el negocio de los Chan fue el primero en introducir los jeans en el mercado local. “Si vas al interior, los campesinos de cierta edad todavía se refieren al blue jean como “pantalón chino”, porque los asocian con los primeros pantalones de ese tipo que fuimos a vender al interior”, afirma sin esconder su orgullo.

Estos “diablos fuertes” eran vendidos a un precio que oscilaba entre los dos o tres dólares, lo que constituía un cifra significativa si se toma en cuenta que en aquel tiempo “tu ibas a la escuela con veinticinco centavos y podías comprarte tres empanadas y una soda”.

Además de los jeans , se comercializaban prendas como las camisas chambray, de color celeste y que formaban parte del uniforme de los bomberos, y las confeccionadas en tela de “manta sucia”, que eran utilizadas por los agricultores, que en esa época conformaban el target principal de la compañía.

Aplicando técnicas de reciclaje décadas antes que la ecología estuviera de moda, la tela que sobraba del proceso de confección de los jeans era utilizada para elaborar bolsas escolares. “Todavía una vez al mes me encuentro por la calle con alguien que tiene un familiar que trabajaba acá o que venía a la fábrica a comprar una mochila con su nombre bordado. Hoy en día, la usan para guardar los rollos que usan en la cabeza”, expresa el jovial empresario.

No obstante, el próspero negocio de los Chan perdió impulso con el pasar de los años. Lo que antes era una compañía de 300 empleados cuenta hoy en día con una planilla de 70 colaboradores. De acuerdo con Chan, esta reducción tiene que ver con el hecho de que cada día que pasa se le dificulta más a los empresarios istmeños ofrecer un producto que pueda competir con aquel que procede del extranjero. “En la actualidad resulta imposible fabricar jeans en Panamá a un precio inferior a los seis dólares, que es aproximadamente lo que cuestan en los almacenes de la localidad”, se lamenta el actual presidente del Centro Cultural Chino Panameño, fundado por su padre en el año de 1980.

Esta realidad se ha reflejado en la desaparición de varios negocios que anteriormente compartían el mercado local con Fermín Chan, S.A. “De las 30 fábricas de ropa que existían en un momento dado, hoy solo quedan 10”, manifiesta.

HIJO DE DOS CULTURAS

Cuando Fermín Chan (padre) arribó a Panamá conoció a una joven de ascendencia china a la que hizo su esposa. Con tan solo 12 empleados, abrió una fábrica en la Avenida Eloy Alfaro. Las memorias de aquellos tiempos se mantienen nítidas en la memoria de Chan (hijo), quien recuerda que la mercancía que se fabricaba en este local, que quedaba en las cercanías del Mercado Público, era subida en hombros por la Bajada de Salsipuedes hacia los almacenes que estaban ubicadas en el área de Santa Ana.

Al haber nacido en el seno de dos culturas, la panameña y la china, el actual presidente de Fermín Chan, S.A. se considera afortunado. De todos los platillos que conforman la cocina panameña, siente predilección por la sopa de pata, acompañada por una lengua guisada.

En lo que la gastronomía asiática se refiere, uno de sus platos favoritos es la “sopa mayor alemán”, una infusión que, según él, tiene propiedades de “levantamuerto”.

LA SOPA DEL MAYOR

Detrás del origen de este suculento caldo se esconde toda una historia que Chan compartió con “Facetas”. Todo comenzó cuando el propietario de un restaurante llamado “Gran Oriental”, que quedaba en la Bajada de Salsipuedes, despidió a uno de sus empleados. En venganza, el cesante removió los sellos de los botellas de licor y presentó una denuncia en la que acusaba a su ex empleador de vender alcohol de contrabando.

El propietario del local acudió entonces al político y empresario Alfredo Alemán para que lo ayudara con sus contratiempos legales, lo que el “Mayor” en efecto hizo.

En agradecimiento, el restaurantero lo invitó a cenar y a degustar la “mejor sopa del mundo, lo mejor que te puedes tomar después de una juma”.

Al igual que los rasgos orientales, los cuales siempre se mantienen a pesar de que los mismos puedan saltarse una generación, la marca que familias como las de Chan han dejado en la sociedad panameña perdura en el tiempo. En una oportunidad el empresario tuvo la oportunidad de visitar la casa donde nació su padre, en la ciudad de Cantón, China. En la antigua residencia encontró un pozo de agua ubicado en la mitad de la sala. Emocionado, se dijo a sí mismo: “Ésta es la misma agua de la que bebió mi padre”. A lo largo de los años que ha estado al frente de Fermín Chan, S.A. y del Centro Cultural Chino Panameño, se ha esforzado por velar que el caudal que alimenta aquel pródigo pozo que es el legado de su padre nunca se seque.

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