Cuando los hijos se van

Actualizado
  • 18/05/2010 02:00
Creado
  • 18/05/2010 02:00
E s ley de vida que los hijos se independicen, se casen, se vayan a vivir solos: algunos se van a trabajar a otra ciudad, otros sencilla...

E s ley de vida que los hijos se independicen, se casen, se vayan a vivir solos: algunos se van a trabajar a otra ciudad, otros sencillamente deciden hacer su propia vida, tomar sus decisiones y probar suerte como individuos. Pero esto puede producir en sus padres síntomas depresivos de tristeza o vacío personal.

De acuerdo con el psicólogo español Ferrán Martínez, “este síndrome afecta, en mayor número, a madres que han dedicado toda su vida en exclusividad a sus hijos y han considerado la maternidad y la crianza como su única razón de ser”.

Estas madres, comenta el especialista, “ se quedan vacías, sin motivación para vivir, sin saber qué hacer o con mucho tiempo sin saber en qué ocuparlo”.

La situación puede deberse a que, “inmersas en el trabajo en casa, en la gestión familiar y atención al marido e hijos, no piensan en sí mismas. En definitiva, lo que les sucede cuando se van sus hijos es que dejan de sentirse importantes”, añade.

Sin embargo, este grupo no es el único que sufre un vacío al enfrentarse al hecho de que los hijos, una de las prioridades más importantes de la familia en los últimos 20 años, ya no dependen de ellos. También afecta a madres y padres que desarrollaron una vida profesional fuera de casa, pero que igualmente dieron mucha importancia a la crianza de los hijos, pero que ahora se ven en la necesidad de reordenar prioridades, pues lo que durante años fue una familia, ahora vuelve a ser una pareja.

“Después de años de vida en común, cuando la mayoría de los proyectos se cumplieron, un matrimonio que vuelve a encontrarse frente a frente inevitablemente se preguntará qué sentido tiene seguir juntos”, detalla Cristina Valle, consejera familiar.

“Esta nueva situación exige reacomodamientos, todo vuelve a ser de a dos, la cena, la hora de mirar televisión, las conversaciones cotidianas. El tiempo que antes se ocupaba en las cuestiones de los hijos, ahora corre el riesgo de convertirse en un inmenso silencio”, explica Valle.

No obstante, existen muchas maneras de llenar el vacío interior producido por la marcha de los hijos. “Se deben tener en cuenta los aspectos positivos que se han acabado y los nuevos que empiezan”, detalla Martínez.

En primera instancia, considerar el aumento de espacio propio y la disposición de más tiempo para los quehaceres personales. La economía también mejora.

A esto debemos añadir que “precisamente es en esta etapa del matrimonio cuando mayores posibilidades hay de recuperar o de incentivar, si no lo hubo durante años, el buen entendimiento sexual entre ambos miembros de la pareja”, comenta Valle.

En esto coincide con Martínez, quien establece que “es buen momento para potenciar la relación de pareja: mimar al otro, dialogar más, aumentar las relaciones sexuales, salir, viajar, etc.”.

En todo momento, se debe tener claro que si existe dolor, éste se debe sacar fuera. En el caso de duelo, éste se debe vivir en su totalidad, con el fin de que quede el menor número de secuelas posibles.

También es recomendable ocupar el tiempo libre con actividades gratificantes: practicar algún deporte, un hobby , salir con los amigos, ir de compras, cocinar, ir a clases de costura o hacer yoga.

En definitiva, se debe intentar que el tiempo disponible no se pase pensando en los hijos que se han ido, así, tener la mente ocupada será la solución para superar el síndrome.

La vida no es estática, va cambiando día con día y hay que estar conscientes de estos cambios. En principio será difícil acostumbrarse, pero hay que tener claro que esta relación no termina, se transforma.

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