Cuentos para no agradar

Actualizado
  • 12/10/2014 02:00
Creado
  • 12/10/2014 02:00
Reconocemos al narrador, al autor mismo en sus cuentos, cuyos algunos – o la mayoría – transcurren en Ottawa

En un mundo donde parece que los escritores deben entretener o distraer a los lectores, los textos coleccionados en Cuentos desagradables (doce cuentos en total) no hacen concesión a la banalidad, a la cursilería y a la zalamería. Urbanyi no traiciona el oficio de escribir, no abandona el sentido de la literatura, su crítica, su búsqueda de entregarnos con cada cuento un espejo de este mundo con sus absurdos, sus vacíos, sus paradojas.

Reconocemos al narrador, al autor mismo en sus cuentos, cuyos algunos – o la mayoría – transcurren en Ottawa, ciudad donde el autor vive desde hace algunos años donde también ha trabajado como profesor de español, un oficio que ha ejercido sin haberlo estudiado en una institución oficial.

Porque él, además, ha escrito toda su vida sin haber perseguido premios —aunque ha ganado algunos— como haber sido finalista de Planeta de su país con la novela Silver en 1993. Esta trayectoria profesional, unido a la mirada crítica y satírica, le permite al autor reconocer lo que es precisamente torcido en las ofertas ‘culturales’, ‘académicas’, ‘políticas’ y ‘cotidianas’ de nuestro mundo. De allí lo desagradable de sus cuentos, como en ‘Educación continua’, donde el narrador, Pablo, como profesor de español en Ottawa pone entre comillas los lemas como ‘Nunca es tarde para aprender’ o ‘Aprenderás desde la cuna hasta la tumba’ para revelar la estafa de un sistema que se ha deshumanizado y cuyo verdadero lema es otro, donde domina el clientelismo y el docente es un simple empleado mal pagado —aunque con exactitud— para atender a estudiantes que ven al profesor como un sencillo ‘transmisor de conocimientos’, con un par de competencias.

Esta desvalorización del sistema, este vacío institucional de la labor educativa, no es propio de Ottawa: es un cáncer que se ha propagado por todo el mundo. Este cuento es un ejemplo de la mirada del autor, del narrador, que recorre cada página de este libro.

Él no tiene el ‘proyecto’ de desagradar ni, mucho menos, pretende o propone un mejor sistema. Su mirada es, sencillamente, desencantada, directa y honesta. Por lo tanto, no nos violenta con una ‘propuesta’ porque sabe o sospecha que esa misma ‘propuesta’ ya sería parte de la estafa. ¿Cómo llegamos a este punto?

En efecto, hay todo un trayecto desde que Urbanyi publicara Noche de Revolucionarios en 1972 hasta hoy día, un trayecto donde el autor ha pasado y pasa por muchos temas en su literatura, respetando el oficio de escribir y sin abandonar la lucidez de su mirada que, como uno de sus personajes de Cuentos desagradables, cansado de sí mismo y de su vida en su mundo insulso, dice: ‘se trataba de enfrentar el día’.

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