Yoga en la casa de Pachacútec

Actualizado
  • 09/06/2015 02:00
Creado
  • 09/06/2015 02:00
Un grupo panameño realizó un campamento en el Machu Picchu

Al parecer la energía del antiguo imperio Inca sigue presente. Por lo menos eso es lo que dicen algunos libros que hablan acerca del Machu Picchu y de su magia, y también así lo han sentido quienes ahí han estado.

En busca de esas sensaciones, hace unas semanas un grupo panameño de yoguis se lanzaron en la aventura de experimentar las técnicas de meditación a 2 mil 490 metros sobre el nivel del mar.

Todo empezó como una idea lanzada al aire, pero que fue escuchada por alguien que ayudó a concretarla.

‘Desde hace muchos años atrás sentía una atracción muy fuerte con Machu Picchu, por las fotos que veía, un libro que me leí sobre el tema energético en ese lugar, en fin relatos de personas que me decían que era muy especial... Hace más de 6 meses, luego de terminar una clase de yoga en el estudio, un chico me dijo que no podía venir la semana siguiente a clases porque se iba a trabajar a Perú. Y yo le conteste: Perú, Machu Picchu. Mi sueño es hacer un retiro de yoga en Machu Picchu', recuerda Lilah Troitiño, instructora de yoga.

La sorpresa de Lilah fue escuchar que su alumno le respondió que si ella tenía interés en una actividad como esa, él la podía ayudar, pues tenía algunos contactos. Luego de recibir esa noticia, Troitiño se puso manos a la obra.

El campamento duró seis días, en los que visitaron Lima, Ollaitaytambo, Machu Picchu y Cuzco. Allí pudieron disfrutar de la energía (esa energía de la que todo el mundo habla) y de la belleza del paisaje andino. En lo que conocían los sitios históricos de Perú, iban desarrollando un recorrido interno cada uno de los 18 peregrinos.

La primera clase de yoga la tuvieron en la playa del malecón de Costa Verde. Con el sol cayendo sobre el inmenso mar, el grupo alineaba sus intenciones. ‘Sentados sobre la hierba con los pies descalzos, frente a desconocidos, abrimos el corazón y nos propusimos todos crear un espacio para recibir la energía de la naturaleza, la energía de los que nos rodeaban, la energía de esta experiencia', relata la instructora de la disciplina.

Al día siguiente de ese ritual, tomaron vuelo hacia el Cuzco. Tras bajar del avión tomaron un autobus que los llevó al Valle Sagrado, Ollaitaytambo.

El hotel en el que se hospedaban está rodeado de montañas enormes y tiene como complemento perfecto al río Urubamba, que les regalaba música de fondo. Allí tuvieron su siguiente sesión de yoga y respiración. ‘Fue alrededor de un precioso árbol. Siempre conjugando la energía de la naturaleza que se hacía cada vez más majestuosa y palpable para nosotros', resalta la yogui.

Luego de la rutina, el grupo salió a hacer algo de turismo, incluso algunas compras. Anduvieron por los monumentos de Ollaitaytambo y hasta llegaron a las ruinas de Pisaq. Ya era bastante tarde cuando pisaron este último lugar. En realidad por la hora y la temperatura el plan solo era ver y volver rápidamente, mas la fuerza de la luna (que ahí se veía más grande), de las estrellas (que por alguna razón brillaban más) y la majestuosidad del imperio inca los invitó a otra rutina de meditación grupal. Las 18 personas sincronizaron sus respiraciones hasta hacerla una y elevaron una especie de canto propio de aquello que en yoga se le conoce como OM o mantra supremo, que es considerado como el sonido y la vibración del universo para quienes realizan estas prácticas. En ese instante se sintieron uno con el entorno que los rodeaba. El universo vibraba, ellos vibraban.

Al día siguiente siguieron su recorrido, esta vez sí irían a Machu Picchu. Primero arribaron a Aguas Calientes, un lindo pueblito como de mochileros, desde donde tomaron el bus que los llevó a la ciudadela buscada. Las fotos y los libros no les mintieron. ‘Es un lugar extraordinario, rico en historia, lleno de energía, lleno también de turistas, todos emocionados, todos queriendo tomar la foto perfecta.. En medio de toda esta euforia, cuenta Lilah, pedimos a nuestro peregrinos hacer una caminata, montaña arriba (como de 20 minutos) en completo silencio, guardando las cámaras y celulares.

En ese andar llegaron a un paraje con una vista hermosa y allí nuevamente con los pies en la tierra se sentaron en el suelo e hicieron una meditación de conexión con la energía de la montaña. ‘De nuevo la magia nos abrazó, fue un momento perfecto, todos uno con la montaña', resalta la instructora.

Tras la meditación y la conexión con el entorno, continuaron recorriendo la ciudadela hasta detenerse en sitio que es un muy gustado por los turistas. Allí se les antojó hacer un poco de acroyoga y así dejaron miedos y se dejaron impactar por la energía de la historia. Fue una especie de juego cósmico, como el juego de la vida misma.

Donde empezó la meditación, terminó. El último día volvieron a la playa de Costa Verde y ahí ejecutaron su última rutina del peregrinaje. Se volvieron a recargar de energías para su retorno a Panamá. Y regresaron con ganas de más yoga en sitios sagrados, así como este que los hizo volver ‘con la energía de la montaña en el corazón'.

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Lilah Troitiño

‘ Definitivamente seguiremos haciendo estos peregrinajes a sitios hermosos que nos den esa oportunidad de conectar con la esencia de nuestro ser, con la magia del universo entero'

INSTRUCTORA DE YOGA

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