“En el pueblo entero me conocen”

Actualizado
  • 29/11/2015 01:00
Creado
  • 29/11/2015 01:00
Sentado en la sala del apartamento de su hija en la ciudad, Pabín se ve cómodo. Lleva bermudas, un polo y anteojos. ‘ 

Sentado en la sala del apartamento de su hija en la ciudad, Pabín se ve cómodo. Lleva bermudas, un polo y anteojos. ‘Este ‘look' se lo implanté yo', confiesa Marisín Epifanio, la menor de la familia. Su estilo siempre fue de sombrero pintado, guayabera y pantalón largo, para proteger su piel blanca, constantemente expuesta al sol, pues aunque es más reconocido como joyero, entre los negocios de Pablo ‘Pabín' Epifanio también figuró la ganadería.

‘Si por él fuera, viviría en su finca, camino a Pedasí', explica su hija. Y Pabín asiente, ‘yo quisiera estar en la casa de allá pero no hay quien me atienda... el señor que me cuidaba se murió'. A pesar de eso, no habla con resignación. Más bien, parece adaptarse con facilidad a cualquier entorno. Ha vivido casi toda su vida en la entrada de Las Tablas, pero en la ciudad también se siente a gusto.

‘A todos los hijos nos dio la educación que quisimos, sin límites', expresa Marisín. ‘Decía que no nos iba a limitar lo que le limitaron a él'.

De la misma manera, no se limita a sí mismo cuando se trata de darse gustos, pues ha trabajado duro toda su vida. ‘Cuando sale a un restaurante, no le importa el lado derecho del menú. Dice que después que le guste no importa el costo', agrega.

Y en este sentido, siempre ha disfrutado la buena comida. ‘Cuando viene a Panamá, hay que llevarlo a todos los restaurantes italianos nuevos que hayan abierto', se ríe su hija. ‘Y no importa la hora, pues nada le cae mal. Él se puede meter al restaurante Napoli a las ocho de la noche, comerse una entrada de almejas, un plato fuerte y una cassata de postre'.

También ha viajado mucho y recuerda especialmente una visita a Italia en la que tuvo la oportunidad de asistir a la misa de su Santidad Juan Pablo II, quien luego le daría a toda su familia la Bendición Apostólica Papal.

Entre otras cosas, Pabín admite su afición por el boxeo —siempre fue seguidor de Roberto ‘Manos de Piedra' Durán, al punto de que viajaba al exterior a presenciar las peleas— y las fiestas.

‘Cuando había un baile, salía del negocio a las diez de la noche, ensillaba el caballo y me iba a esa hora para allá', relata Pabín. ‘Luego, alrededor de las cinco de la mañana tenía que llegar a abrir la tienda. Yo no dormía nada'.

Ahora Marisín y uno de sus hermanos se encargan de los negocios familiares desde la ciudad, y su joyería original El Grano de Oro, en Las Tablas, está bajo el cuidado de Sarita Muñoz, quien a los doce años se convirtió en una hija más de la familia, tras quedar huérfana.

‘Mi papá mantiene mucho el tema de la tradición', sostiene Marisín, refiriéndose a su legado como orfebre. Fue con el folclorista Manuel F. Zárate que aprendió sobre las prendas típicas de la pollera panameña, que se convertirían en el enfoque de su joyería.

‘Ahora que nosotros tomamos las decisiones,, complacemos más al cliente', reconoce su hija. Pero cuando le mandan a pedir piezas para la pollera con diseños no tradicionales, se le advierte primero al cliente, ‘si vas a competir, te van a descalificar'. ‘Si aún así el cliente lo quieren a su manera, se lo mandamos a hacer', precisa Marisín. ‘Él no te lo hacía', dice, señalando a su padre.

Entre anécdotas, Pabín reconoce que la tradición se está perdiendo, porque ahora se ha convertido en una competencia de lujo y de ‘quién tiene más'. Su propia hija se presentó ante él una vez, empollerada para irse a Guararé. ‘Demasiado enchecherada', fue el adjetivo con que la calificó.

‘Yo fui muy tradicional hasta hace como tres o cuatro años, cuando empecé a mandar a hacer las piezas con mis diseños', indica. ‘Mi papá no muy contento, pero le toca'.

Al quedarnos solos por un momento en la salita de estar, Don Pabín me acerca su rostro y susurra, ‘Yo soy muy popular' y sonríe. ‘En el pueblo entero me conocen'.

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