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- 21/12/2015 01:00
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‘Mamá, es una ópera', exclama la pequeña Julie de cuatro años, cuando una soprano aparece sobre el exiguo escenario del único autobús que acerca la música barroca a los pueblos de Francia.
‘Es un medio para difundir la cultura en lugares con difícil acceso a ella por razones geográficas...', explica a EFE el precursor del ‘Opérabus', Yannick Lemaire.
El vehículo ha recorrido zonas donde ese género musical era casi desconocido. ‘Para algunas personas, era la primera vez en su vida que asistían a la ópera', agrega Lemaire, director de la agrupación de música barroca Harmonia Sacra.
Los asientos se han convertido en butacas, las ventanas han desaparecido y el conductor es, a la vez, director de escena, para procurar una experiencia operística lo más realista posible.
Vecinos y curiosos se acercan al vehículo, apostado el pasado viernes junto al Museo de Bellas Artes de Valenciennes, al norte de Francia.
En su interior, la soprano Stéphanie Revillion entona un repertorio de los siglos XVII y XVIII, acompañada de un clavecín, ante una decena de espectadores. Tras el espectáculo, surge un coloquio entre asistentes e intérpretes, posible gracias a la cercanía existente entre ambos.
En ese reducido espacio no caben más de 40 espectadores y cuatro intérpretes, que tocan instrumentos como el violín y el violoncelo.
Financiado por instituciones públicas y privadas y donaciones particulares, el artilugio, cuyas funciones son gratuitas, fue construido por voluntarios.
Para muchos, la cercanía es un punto a favor, pues la ópera más cercana está a 50 kilómetros.
Ayer, Valenciennes; hoy, Lens, a 60 kilómetros. Cae el telón y la música enfila la carretera hacia nuevos destinos.