La dura belleza islandesa traducida a novela

Actualizado
  • 26/07/2016 02:00
Creado
  • 26/07/2016 02:00
Fue lo primero que le hizo falta en un país que, por otra parte, la hechizaba por sus montañas

En Islandia no hay árboles. Así lo comprobaría en 2004 la académica gallega Ángela Romero. Fue lo primero que le hizo falta en un país que, por otra parte, la hechizaba por sus montañas, sus campos de lava cubiertos de musgo o sus cascadas.

ÁNGELA ROMERO

‘A mi juicio, sin contenido humano es imposible hacer auténtico arte'

ACADÉMICA Y ESCRITORA

Más de una década después, esta primera impresión la llevaría a bautizar su primer libro así mismo, En Islandia no hay árboles , publicado hace poco más de un mes en España y cuya primera presentación oficial tuvo lugar el pasado jueves, en la Academia Panameña de la Lengua (APL).

SE GESTA UNA NOVELA

Romero, doctora en literatura latinoamericana, nunca sintió la necesidad de escribir algo creativo. Sin embargo, tras su matrimonio con un islandés, las cosas cambiaron.

Su esposo le mostró un álbum de recuerdos que había heredado de su abuelo materno, una experiencia que la conmovió.

‘Conocí que su esposa se divorció de él, que tuvieron una vida durísima y pude visitar el pueblo del que procedían, la granja en que vivieron, la tumba de ambos', recuerda. ‘La historia fue creciendo en mí de una manera que no había pasado antes'.

Aunque inspirada por la historia de los abuelos de su marido, la autora admite que no se trata de una novela biográfica, aunque sí ambientada en la misma época.

Para ello tuvo que iniciar una ardua labor de documentación, para entender la Islandia de los años 20 y 30.

‘Tuve que leer de historia islandesa, de cómo se vivía, cómo se pescaba, cómo se construían las casas de madera', explica.

Los protagonistas, la pareja de granjeros Einar Jónsson y Guðrún, así como su ovejita tuerta Mora, muestran en su cotidaneidad, la intimidad de aquella isla y los factores que han moldeado la idiosincrasia del islandés.

PARA CONOCER ISLANDIA

‘Difícilmente se podría escribir una novela sobre Islandia obviando el paisaje', sostiene Romero, pues es fundamental en la conformación del carácter de los habitantes, al igual que lo es el clima.

Así, conocemos los parajes islandeses, pero también a quienes los habitan.

Para Margarita Vásquez, directora de la Academia Panameña de la Lengua, el texto es un examen de la identidad cultural nacional de Islandia y los islandeses, ‘sin que se acerque a la frialdad de una investigación sociológica'.

‘Si se me pidiera que definiera esta novela, lo haría a partir de su ternura. De su humanidad', agrega Vásquez.

Pero además, ofrece un vistazo a la importancia de la literatura para el país, pues En Islandia no hay árboles hace eco de las sagas islandesas, en las palabras de Romero ‘la segunda piel de Islandia'.

‘La literatura ha jugado un papel vertebral en sus vidas, desde la colonización hasta la actualidad', revela la autora, y por tanto espera poder traducir su obra al islandés.

Esta pasión por la literatura no solo les valió un Premio Nobel en 1955, para Halldór Laxness, sino que ha sido influyente en grandes autores de nuestro hemisferio, como Jorge Luis Borges —quien aprendió islandés para comprenderla, y en cuya tumba se lee un verso de una saga islandesa—, Juan Rulfo o Gabriel García Márquez .

‘Incluso hay estudios en la literatura que dicen que el realismo mágico de García Márquez no es novedoso, porque ya estaba en las sagas islandesas', dice Romero.

VALORES UNIVERSALES

Aunque la novela tiene como contexto físico Islandia, con sus realidades cotidianas, su historia o sus costumbres, también ahonda en aspectos que conciernen a toda la humanidad, como el amor, la voluntad, la soledad y el vínculo que tenemos con nuestras raíces.

A su vez, son importantes en la narrativa los temas de la soledad y la locura.

‘A mi juicio, sin contenido humano es imposible hacer auténtico arte', concluye Romero.

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