Derecho a réplica

Actualizado
  • 02/07/2017 02:00
Creado
  • 02/07/2017 02:00
Que nadie diga que en Panamá no existe el derecho a réplica, ¡ea! Que lo que sobran aquí son réplicas. ¡Y nos cabe derecho!

Yo tengo cutarras, ¡y me las pongo parejo! Mis cutarras me las hizo un señor hace años, tal y como se deben hacer, cortando a machete la forma del pie sobre el cuero. No. No tengo cutarras de esas bonitas, rosadas o doradas, todas simétricas, con sus nudos perfectos, bien a la moda. Esas se las dejo para aquellos que no sepan apreciar lo de verdad.

En este país a la gente no le gustan las cosas viejas. Todo debe ser nuevo, de paquete. Los muebles se cambian todas las navidades. La ropa se usa tres veces y se tira, y, si te han fotografiado con ella, ¡ni loca la vuelves a usar! En este país la mesa del abuelo es una porquería, que tiene muchos recuerdos, sí, pero que está hecha leña y no se merece estar en el comedor. A no ser, claro está, que sea de caoba maciza y le encargues a un ebanista que la lije y la repinte y la barnice hasta que brille y esté como nueva.

En este país las iglesias no se restauran: se rehacen y se redecoran. Se les ponen rodapiés de silestone brillante y se pintan como si no hubiera o hubiese un mañana. Que huelan a nuevo, que se sienta el dinero y el poderío. Que viene el Papa.

En Panamá, la arquitectura vernacular se deja solo para hacer las juntas de embarra con una gran matanza, que te graben pisando barro y salomando los del programa de televisión y luego cada uno para su apartamento bien bonito y moderno. Que eso de vivir en casa de quincha con piso de tierra es de pobres de solemnidad y no es digno. Como no son dignos los bohíos donde los indígenas han vivido y viven.

En este país, los edificios históricos, como el Hotel Central, se trapichean en negocios de sobremesa y luego todos (cuando digo todos quiero decir todos, autoridades incluidas) miran hacia otro lado mientras se distraen las joyas que haya dentro y se deja desplomar la estructura. Y cuando se desploma, ‘¡Qué lástima!', hacemos otro en un pispás, nos inventamos alguna cosita aquí, otra allá, que quedan bien bonitas y listo.

En este país, la casa Wilcox no tiene cabida, ¡cómo se les ocurrre!, con lo bonito que nos está quedando Colón. Esa estructura está hecha leña. No vamos a tomarnos tiempo en arreglarla. Ni siquiera nos vamos a plantear conservar la fachada y tumbar las estructuras internas. Eso es mucho trabajo. Y en ese trabajo artesanal no se pueden meter sobrecostos, y rebuscas y demás hiebas aromáticas. Ese trabajo es para empresas especializadas y serias, empresas que no tienen Departamento de Mordidas, Coimas y demás. Porque lo auténtico tiene un costo y ese costo no se regatea.

Esa casa es mejor tumbarla, así no hay peligro para nadie, todo al suelo y listo. Como el Hotel Central. Como todas las casas bellavistinas. Pero que vamos, que no nos estresemos, que ahí tenemos al Sr. Ministro del Ministerio de Vivienda, con su cara de concha y dos buenas gónadas diciendo que van a tumbar la Wilcox pero que van a hacer una réplica ¡faltaría más! Nuevecita y de paquete.

Yo me quedo pasmada. Lo dice y se queda tan ancho. Que van a hacer una réplica dice. ¿Este tipo sabrá que las réplicas no son originales? ¿El reloj que lleva será una réplica, total, si son igualitos? ¿Estaremos llevando lo de las copias chinas demasiado lejos?

Que nadie diga que en Panamá no existe el derecho a réplica, ¡ea! Que lo que sobran aquí son réplicas. ¡Y nos cabe derecho!

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