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- 10/07/2017 02:00
En los últimos diez años, la fantasía, la tecnología y la ciencia ficción se han tomado el foco de atención en la cultura pop, y lo que unas décadas atrás fuese considerado territorio nerd, hoy causa fascinación entre las masas. Ya en los años veinte y treinta se organizaban los primeros foros de debate para aficionados de la ciencia en Estados Unidos, pero el estereotipo del nerd se reforzaría en el imaginario popular con la carrera espacial después de la Segunda Guerra Mundial.
En la década de los ochenta, películas como ‘La venganza de los nerds' y ‘War Games' buscaban reivindicar al nerd más allá del arquetipo de personas extremadamente inteligentes, torpes y con habilidades sociales limitadas, pero su verdadera asimilación en el mainstream ha ocurrido durante la última década. Hoy es socialmente aceptable autodenominarse nerd, y figuras del mundo científico como Nikola Tesla, Neil deGrasse Tyson o Stephen Hawking se convierten en íconos tan pop como Luke Skywalker o Sheldon Cooper.
Podría pensarse que esta explosión nerd se debe a que los movimientos sociales modernos han logrado que exista una mayor apertura a la diferencia, y que la cultura de masas se ha hecho eco visibilizando a los excluidos. O tal vez porque la nostalgia se ha hecho rentable con los infinitos reboots cinematográficos de ciencia ficción setentera y ochentera, al mismo tiempo que el binomio creatividad/tecnología se posiciona como la (supuesta) única alternativa para componer el mundo. Pero aunque a primera vista no lo parezca, el fenómeno cultural de los nerds responde a otro mucho mayor: la transición de la economía industrial a la economía de los servicios basados en internet.
La fijación de Occidente con la creatividad y la tecnología surge con el desarrollo del modelo económico de Silicon Valley, principal impulsor del gran relato emprendedurista. Nacido en los noventa con el boom de internet y las startups puntocom, este modelo desplaza a la matriz industrial estadounidense y establece como nuevos referentes a los creativos de la tecnología y la informática –los nerds de siempre–, autores de las ideas que han revolucionado los negocios, las comunicaciones y la vida cotidiana.
De forma similar a lo sucedido con los hippies y los punks (que nacieron como resistencia contracultural, pero fueron asimilados y neutralizados por el mercado), los nerds solían ser outsiders, pero un exitoso «rebranding» los ha convertido en la figura clave para la economía del conocimiento, hoy por hoy considerada la clave del desarrollo.
El de los nerds es un caso distinto al de otras subculturas, pero es un ejemplo de cómo las propias identidades marginalizadas pueden ser cooptadas y puestas al servicio de los grandes intereses. Al mismo tiempo, otra corriente se mantiene en la periferia, rechaza la pasividad y se rebela contra el sistema: los ‘hacktivistas'.
Aun con el impacto cultural que ha tenido la entrada de los nerds al club de la gente ‘cool', y aunque cada vez más personas quieren pertenecer a la llamada «clase creativa», existe una privatización excesiva del conocimiento, lo que hace imposible que todos los sectores de la población se beneficien de él. Así las cosas, los nerds tienen la tarea extra de replantear no sólo las formas en que se administra el conocimiento que ellos mismos producen, sino además de proyectar la innovación tecnológica más allá de la mercantilización.
Una muestra de ello es el movimiento maker, una de las relaciones más interesantes entre cultura, economía y tecnología: con una ética de libre acceso que concibe al conocimiento como un recurso abundante, se impulsa la creatividad y la innovación de forma cooperativa y con el uso de licencias copyleft.
En Panamá sería necesario un verdadero desarrollo de las fuerzas productivas para que algo así tenga cabida, pero podemos comenzar a considerarlo.
COLUMNISTA