El diario de una Frida sumisa, apasionada y trágica

Actualizado
  • 24/07/2018 02:01
Creado
  • 24/07/2018 02:01
En julio se celebra la vida de Frida Khalo, pero también se recuerda su muerte

Hay en Frida Khalo (Coyoacán, 6 de julio 1907 - 13 de julio 1954) orfandad, dolor, creatividad y pasión. Es fácil que uno admire a una mujer que iluminó a través de su arte. Más fácil aún, que uno la sienta amiga y cercana al mismo tiempo. Quizá sea por su capacidad de supervivencia: la desgracia le amputó las ganas de vivir, le arrancó la maternidad y la postró, sin clemencia, en una cama. Y fue allí donde, al verse amarrada en un colchón, decidió plasmar, en el lienzo, su realidad en su propio rostro, el templo de su cuerpo roto y el alma que le fue quedando. Se hizo amiga de la morfina para combatir sus dolores y del pincel para cuidar su esencia.

Y es que la hija de antepasados alemanes, húngaros y mexicanos —que padeció un accidente en bus que le desfiguró su exterior, le arrancó su virginidad, le destrozó su columna, la pelvis y sus piernas y le arrebató su sueño de ser médico— transformó su sufrimiento en un mural de oportunidades.

En julio nació y murió Frida Khalo. Una mujer herida que fue mucho más de lo que se sabe.

Los que han tenido el privilegio de tener en sus manos el diario íntimo de Frida (editado por Phyllis Freeman y la Vaca Independiente que expone los ensayos de Carlos Fuentes y Sarah M. Lowe y que sólo puede adquirirse en la Casa Azul [casa materna y actual museo de la artista] en el barrio de Coayoacán en Ciudad de México) pueden estudiar e interpretar, a través de ilustraciones, cartas de amor y comentarios, la incansable lucha para superar su sufrimiento y su adoración desmedida por el pintor Diego Rivera.

La obra logra que el lector se teletransporte a esa época tan rica en cultura pero tan golpeada y manchada de infortunios.

‘Yo quisiera ser lo que me dé la gana detrás de la cortina de la locura. Así arreglaría las flores, todo el día, pintaría el dolor, el amor, y la ternura... me reiría a mis anchas de la estupidez', estampó Khalo en su diario. Para M. Lowe, la frase es producto de ‘una fuerte dosis de analgésicos' que la llevó a desahogar una pena que le atormentaba.

La mujer, que pintó su corazón con espinas, denota en una de sus confesiones que se esforzaba por sacarle una sonrisa a la tortura, pero no por ella, sino por Diego. ‘Estoy preocupada, mucho, pero a la vez siento que será una liberación. Ojalá pueda, ya caminando, dar todo el esfuerzo que me queda para Diego. Todo para Diego', escribe en tinta azul.

¿PERO QUÉ TENÍA DIEGO RIVERA?

Querido Diego, te abraza Quiela , de la escritora mexicana Elena Poniatowska fue un auténtico escándalo a finales de los 70, pues en él se atrevió a desenmascarar a Diego Rivera, en aquel momento esposo de Angelina Beloff, héroe de la intelectualidad izquierdista y reconocido muralista. Poniatowska lo describe ‘como un monstruo sin alma', según explica el editor Enrique Redel.

Quienes han leído sobre la historia de Frida y Diego afirman que fue una relación enfermiza y obsesiva llena de maltratos psicológicos, infidelidades, humillaciones... permitidas por la artista.

Y es que Frida era Diego. ‘Diego principio, Diego constructor, Diego mi novio, Diego mi niño, Diego mi madre, Diego mi padre, Diego Universo... ¿Por qué le llamo Mi Diego? Nunca fue, ni será mío. Él es de él mismo', selló Frida. Ella se negó a claudicar y sabía que podría ocurrir cualquier cosa en su relación. Diego le fue infiel hasta con su propia hermana, traición que también le perdonó. Un gesto realmente masoquista para muchos y para otros, un hecho de sumisión.

Diego lo más bello, pero al mismo tiempo perturbador. ‘Yo sufrí dos accidentes graves en mi vida: uno en el que un autobús me tumbó al suelo, el otro es Diego. Diego fue, de lejos, el peor'.

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