¿Quién era Barrabás?

Actualizado
  • 18/04/2019 02:02
Creado
  • 18/04/2019 02:02
No todos los personajes del Nuevo Testamento gozan de tanta notoriedad. Semana Santa es la ocasión propicia para conocer al individuo a través de las palabras que le dedican los evangelistas

Barrabás o Bar abba en arameo. ¿Quién fue ese personaje entre los principales en la Pasión de Jesús?

Su nombre es sinónimo de disparate, de trastada, de barbarie producto de que en el juicio de Jesucristo, a la hora de dar un indulto se prefiere soltar a este famoso reo y condenar a Jesús al suplicio.

Barrabás es mencionado por los cuatro evangelistas (Mateo, Marcos, Lucas y Juan). No todos los personajes del Nuevo Testamento gozan de esa notoriedad. No son muchas líneas las que estos escritores bíblicos le dedican, pero cada uno brinda detalles para conocerlo.

Lucas apunta que Pilatos no encuentra culpa en el Nazareno y se propone soltarlo, amparado por la costumbre de la fiesta de la Pascua, donde se le daba gracia a un preso. Menciona el grito del populacho ‘Fuera con este, suéltanos a Barrabás' y luego señala que Barrabás había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad y por un homicidio.

Por otra parte, Juan, el más austero de los que escribieron evangelios, nos dice que Barrabás era un ladrón.

Marcos, el tercer evangelista consultado, nos dejó que el preso, el cual estaba en la fortaleza Antonia, reducto romano en medio de la ciudad de Jerusalén, había participado en un motín y estaba junto a sus compañeros de revuelta.

También Mateo nos dice que Barrabás era un preso famoso.

En resumen, Pilatos ofrece una salida: Escojan a quién soltar, a Jesús o a Barrabás. Terrible disyuntiva de vida o muerte. En este episodio de la implacable justicia militar romana, Barrabás se salva de la muerte.

Para conocer al personaje los investigadores debemos buscar en la fuerza de las palabras que le dedican los evangelistas.

UN ESCENARIO

Sedicioso, ladrón, famoso, homicida, ¡que personaje! Para todos esos atributos tenía que haber un escenario. Y sí lo había.

Varias décadas antes de Cristo, Judea era un caldero de pasiones, estaba dominada por los romanos, que iniciaban su época imperial. Augusto, el primer emperador romano, fue el que invocó el censo, que llevó a la sagrada familia a Belén. Y el segundo, Tiberio Claudio, designó al gobernador Poncio Pilatos.

Si las provincias que formaron el imperio romano se integraron de buena forma, Judea, ya sea por su religión monoteísta o por sus luchas internas, siempre dio problemas.

Los romanos dejaron a los judíos gobernarse por sí mismos. Pero hubo varias crisis. En el año 26 d. C. Pilatos intenta introducir a Jerusalén la imagen del emperador romano, pero esto provocó revueltas.

Un soldado romano insulta a los judíos en el templo y ‘¡pammmmm! ¡revueltas y muerte!

UNA ZONA COMPLEJA

La región de los judíos era geográficamente muy difícil. Desértica con un río Jordán que la atravesaba de norte a sur, dando vida pero que desaparecía en un salar como el Mar Muerto.

Las tierras fértiles eran codiciadas, pues la población en su mayoría era campesina. Ellos, los campesinos, los desheredados, los pobres, fueron los que oyeron la palabra de Jesús, los que se sentaron a oír las Bienaventuranzas, y los que comieron los peces y panes que multiplicó. Los que lo siguieron por los caminos buscando al Mesías que los llevara a vivir mejor y les sacudiera el yugo que los oprimía.

Muchos no veían en Jesús a un líder espiritual, pero su doctrina y sus milagros los impactaba.

Los investigadores de la Universidad de Bristol nos describen la economía de la época.

Señalan que existían terratenientes ricos , los campesinos de fincas de 6 a 8 hectáreas que eran autosuficientes y aportaban excedentes al mercado.

En estas hectáreas tenían una viña, un olivar, parcela para cereales, frutas y el resto del terreno para la cría de cabras y ovejas.

Vino, aceite, pan , frutas, lana, leche y carne, eran los productos de la época.

En ese tiempo la población creció y las fincas se repartieron entre más herederos y hubo escasez.

La gente empobreció por los impuestos romanos, los religiosos y por las rentas por uso de las tierras de los terratenientes.

Los Evangelios nos hablan de los publicanos, que eran los recaudadores de impuestos para los romanos. Eran mal vistos y muchas veces odiados. Mateo, el apóstol y evangelista, era uno de ellos.

Las parábolas de Jesús también nos explican cómo se manejaba la economía del agro en sus tiempos.

Encontramos referencia sobre un hombre que plantó una viña a quien sus arrendadores le mataron a sus cobradores y a su hijo. Y la parábola del sembrador que se ocupa de las clases de terrenos que había en la región, fértil, de piedras o de espinos.

Hay otra narración que nos habla sobre la forma en que se contrataba a los trabajadores de las viñas y los denarios con que se les pagaba. Claro, en cada uno de esos episodios Jesús escondía enseñanzas de su doctrina.

Toda esta incomodidad provocó revueltas en los primeros años de la época cristiana y surgen líderes contra el poder de Herodes, de Roma, y hasta contra los fariseos.

Sectas de galileos toman Jerusalén, pero posteriormente son vencidos y crucificados en masa.

La historia nos deja nombres de líderes revoltosos como Judas el Galileo, Zadok, un fariseo radical que podría ser visto como mesías. Recordemos a Juan el Bautista, que criticaba a Herodes y que pagó con su cabeza. Hubo también bandoleros tachados por los gobernantes, pero que eran apoyados por el pueblo. Barrabás pudo ser uno de ellos.

Entonces, nuestro personaje pudo ser un facineroso rural que gozaba del aplauso popular, pero era rechazado por las clases ricas y gobernantes.

Recordemos que Jesús hace dos milagros muy sonados antes de ser vendido al Sanedrín, el consejo de gobierno del templo, por su discípulo Judas. Con barro unta los ojos a un ciego de nacimiento y lo manda a lavarse en la piscina de Siloé, la más famosa de la ciudad. El hombre recobra la vista y es interrogado por los fariseos. Además, Jesús ya había resucitado a Lázaro en Betania, muy cerca de Jerusalén. Esto provoca mucho revuelo entre la gente y que se le dictamine que debe morir.

Jesucristo entra a Jerusalén montado en pollino y es aclamado por el pueblo. Celebra la última cena, y es aprehendido en el Huerto de los Olivos.

Después de ser llevado al Palacio de Herodes, donde no pronuncia ni una palabra, es devuelto al pretorio de Pilatos. Es allí donde se encuentra con Barrabás.

Todos nos imaginamos que el personaje fue sacado de su calabozo y puesto al lado de Jesús, en un dramático momento.

¿A quién prefieren, al Rey de los Judíos o a Barrabás? Pregunta Pilatos y desencantado con la decisión del pueblo, se lava las manos y suelta a Barrabás.

Es el desenlace del juicio más famoso de la historia.

‘La historia nos deja nombres de líderes revoltosos como Judas, el Galileo; Zadok, un fariseo radical que podría ser visto como mesías. Hubo también bandoleros tachados por los gobernantes, pero que eran apoyados por el pueblo. Barrabás pudo ser uno de ellos'.

La Semana Mayor

CONMEMORACIÓN

La Semana Santa, celebración anual cristiana de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús de Nazaret, evoca la entrega hasta el fin de Jesucristo, por amor. Según la tradición el Domingo de Ramos se conmemora la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén. El pueblo lo alaba como rey con cantos y palmas. Por esta razón los fieles, al participar ese día de la misa, llevan sus ramos de olivo a la iglesia, como signo de la victoria de Cristo. Lunes, martes y miércoles, la iglesia llama a reflexionar sobre la importancia de la Semana Santa o Semana Mayor. Jueves santo En la mañana del jueves santo en cada diócesis se celebra la Misa Crismal. En el acto se bendicen los santos óleos con los que se celebrarán durante todo el año los sacramentos (Bautismo, Confirmación, Unción de los Enfermos). El Triduo Pascual se abre el jueves de tarde con la celebración de la Cena del Señor. El viernes santo se recuerda la Pasión y Muerte de Jesús. El sábado, durante la mañana, mucha gente va en silencio a rezar a las iglesias. El Domingo de Pascua llamado también de resurrección o de Gloria es la fiesta central del cristianismo, en la que se conmemora la resurrección de Jesucristo al tercer día.

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