La cultura política en Panamá

Actualizado
  • 28/04/2019 02:00
Creado
  • 28/04/2019 02:00
¿Cuál es el peso de la religión y las tradiciones en las actitudes políticas de los panameños?

A exactamente una semana de las elecciones generales, está por terminar la campaña más corta de nuestra historia post-invasión y es un buen momento para hacer algunas reflexiones sobre la cultura política panameña. Este término, que además está compuesto por dos conceptos de por sí bastante complejos, puede tener distintas definiciones según el autor, pero en general se refiere a las ideas, percepciones, comportamientos y actitudes predominantes en una determinada sociedad con respecto a lo político. Como lo indica su primer ‘nombre', la cultura política es un producto sociohistórico y nunca es homogénea ni estática (aunque no cambia rápidamente), pero además presenta rasgos dominantes según el país o la región, ello sin insinuar que no pueda ser diversa. Por su relación con los procesos políticos, su estudio es frecuente entre politólogos, pero también concierne a la antropología, la psicología, la sociología y, por supuesto, a la comunicación y los estudios culturales.

El politólogo e investigador Ronald Inglehart, uno de los principales referentes en el tema, plantea que los valores políticos de cada generación pueden cambiar en función de qué tan próspero y seguro sea el ambiente en que se desarrollan sus individuos. Dicho de otro modo, las personas priorizan cada vez más los aspectos relacionados con la calidad de vida y la autoexpresión por encima de las necesidades materiales, a medida que estas van siendo satisfechas. Inglehart se basa en la jerarquía de las necesidades planteada por Abraham Maslow en su famosa pirámide, aunque un mayor ingreso por habitante no necesariamente se traduce en el fortalecimiento de la institucionalidad y los valores democráticos. Para muestra, los países del llamado ‘primer mundo', donde han despertado nuevas expresiones del fascismo; o los países latinoamericanos donde, a pesar de haber altos índices de pobreza y desigualdad, los discursos sobre la diversidad y la identidad (antirracismo, islamofobia, inmigración o derechos LGBT) comienzan a abrirse camino en la agenda y el debate público por efecto de la globalización. Como vemos, la relación entre cambios culturales, economía y procesos políticos es compleja y en ella intervienen numerosas variables.

En el caso de Panamá, somos un país con un envidiable crecimiento económico, pero este no crea mayor bienestar colectivo, por lo que cabe preguntarnos qué repercusiones tiene sobre la cultura política el hecho de ser el sexto país más desigual del mundo; o en la misma línea, de qué manera es moldeada por el transitismo, que no solo fragmenta territorial y culturalmente al país, sino que impide un verdadero desarrollo de las fuerzas productivas, lo que indirectamente repercute sobre la participación ciudadana y sus mecanismos. En este sentido, el comunicólogo argentino José Eduardo Jorge sostiene que una modernización parcial o incompleta da lugar a democracias e instituciones híbridas, lo que puede arrojar algo de luz sobre por qué en Panamá, a pesar de que las capas medias comienzan a adoptar valores políticos de igualdad, tolerancia, respeto a la diversidad y equidad de género, estos aún no se materializan en procesos organizativos que desencadenen cambios institucionales hacia una mejor calidad de la democracia. Por el contrario, existe una crisis institucional donde, en palabras de Gramsci, ‘lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer'.

De cara a las elecciones de este 5 de mayo, también es pertinente preguntarnos por qué ante tantos escándalos de corrupción, lo más radical que se nos ocurre es impulsar un cambio de diputados con el #NoALaReeleción y cruzar los dedos pasivamente para que los corruptos no vuelvan al poder, cuando en otros países, y por menos que estos escándalos, el pueblo se ha movilizado en verdaderos procesos organizativos y en protestas masivas que han hecho temblar a sus gobernantes. También cabe preguntarnos qué ideologías, valores e intereses de clase cristaliza la candidatura de Ricardo Lombana y qué nos dicen del estado de nuestra democracia. Por supuesto, también cabe hacer retrospección, (recordando que la cultura política es un producto sociohistórico) para preguntarnos por los efectos que tuvo y continúa teniendo sobre la subjetividad colectiva de los panameños los más de 150 años de enclave colonial estadounidense, o qué mecanismos de poder intervinieron en la desarticulación de los movimientos estudiantiles. Otras preguntas importantes serían: ¿cómo han impactado la globalización y las redes sociales en la asimilación de valores políticos progresistas, principalmente entre los jóvenes de capas medias? ¿Qué subyace en el rechazo por la paridad de género en Panamá? ¿Por qué parece haber una creciente aceptación de las actitudes autoritarias? ¿Cuál es el peso de la religión y las tradiciones en las actitudes políticas de los panameños?

Se acerca la gran fecha y puede que ya la ‘suerte' esté echada, pero preguntas como estas seguirán siendo relevantes, en especial si aspiramos a hacernos cargo de nuestra realidad.

La gente es el alma del barrio tiene que ser visto con mente cuerpo y alma, no es solo lo económico. el cuerpo son ls edificiaciones. en ese proceso nos e palnteó la cultura como un puente de enlace... ahora puede ser diferente.

COLUMNISTA

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