De lo negativo a lo positivo

Actualizado
  • 28/06/2019 02:00
Creado
  • 28/06/2019 02:00
De un día para otro dejé de sentir mis piernas, no me respondían, a pesar de que pensaba en ello... Era como si mi cerebro se hubiera desprogramado

Muchas personas me preguntan: ¿cómo haces para ser siempre tan positiva? Creo que es algo que viene conmigo desde que nací. Siempre he sido alegre y extrovertida. Me ayuda mucho el tener una memoria a corto plazo, porque todo lo dejo en el pasado, donde pertenece.

Hoy deseo compartir con ustedes una de las experiencias que me hizo cambiar mi vida, a mis 28 años. Decidí empezar el gimnasio cuando tenía mucho tiempo sin ejercitarme y estaba sin condiciones. Además, fumaba como chimenea.

Me suscribí y empecé con entrenador. El primer día fue normal; mucho dolor en los músculos luego de estar inactiva. Pero también empecé a sentir unos calambres fuertes por las piernas. Se lo hice saber inmediatamente al entrenador y me comentó que esto podía ocurrir a personas que tenían tiempo sin entrenar.

Esa semana era la boda de una de mis mejores amigas y tuve el honor de ser una de las damas, pero los calambres me seguían molestando y se lo comuniqué a mi papá. Me llevó al doctor y empezó a revisarme, sobre todo el área de la espalda. Me preguntó un sinfín de cosas que no recuerdo. Al terminar la consulta, me envío a verme con un neurólogo (médicos que tratan los trastornos del sistema nervioso).

Me ordenaron exámenes rigurosos. Recuerdo que también me extrajeron de la espalda el líquido cefalorraquídeo; y lo mandamos a Estados Unidos para que lo analizaran, ya que en Panamá no hacían esas pruebas.

De un día para otro dejé de sentir mis piernas y también se me durmieron mis partes. Sólo sentía un poco la pierna izquierda. No podía realizar sin ayuda cosas tan sencillas como bañarme o ponerme las medias. Me molestaba y desesperaba, sentía que no podía valerme por mí misma.

Las piernas no me respondían, a pesar de que pensaba en ello como cualquier actividad motora. Era como si mi cerebro se hubiera desprogramado.

Me trasladaba en silla de ruedas y me inyectaron medicamentos que me hicieron subir de peso. Luego de un tiempo, empecé a levantar las piernas. Pensé que ya había pasado lo peor, pero no: tuve que hacer una terapia de tres meses para volver a caminar como si fuese una bebé.

Me ayudó mucho la fuerza de voluntad, y, por supuesto, el apoyo de mis seres queridos. Es por eso que, cuando me dicen que no puedo hacer algo, lucho con todas mis fuerzas hasta poder conseguirlo.

Luego de eso tuve que inyectarme medicamentos cada viernes, en los años siguientes. Me debilitaban un poco, pero no los aburriré con la historia clínica.

Gracias a Dios estoy bien y curada completamente, fueron momentos incómodos. Uno nunca espera que de joven te pasen cosas así. Pero sí, pueden pasarle a cualquiera.

Nunca se rindan, aunque los vean con lástima y preocupación. Me curé por completo. De hecho, los doctores piensan que tuve mucha suerte, ya que lo pudieron detectar a tiempo. Fue un milagro, uno de los muchos que he tenido en mi vida. Sentí cómo Dios me levantó nuevamente, con ganas de seguir adelante.

Luego de esta experiencia, me di cuenta que la salud es lo más importante, que a pesar de cualquier problema o tristeza que pueda atravesar, soy bendecida. Trato siempre de ser agradecida y afrontar los retos con optimismo.

Amo la vida y voy a luchar siempre, a pesar de mis caídas. Tengo muchas experiencias que compartir y espero poder hacerlo; si puedo ayudar a una persona a que se sienta mejor, esa será mi recompensa.

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