‘Hay que aprender a dialogar y a negociar'

Actualizado
  • 28/07/2019 02:00
Creado
  • 28/07/2019 02:00
Los objetivos del nuevo Ministerio de la Cultura dependerán de las políticas culturales que se establezcan no solo por parte del estado sino a través de la permanente comunicación de todos sus actores

‘Quienes somos y cómo nos estamos construyendo como individuos, como colectivo o como país'. Es la principal pregunta que debemos hacernos los panameños, antes de arrancar a establecer políticas culturales, asegura la chilena María Inés Silva, coordinadora del diplomado en comunicación y gestión cultural de la Universidad de Chile y que a través de la plataforma Open Arts Panamá, se ofreció de manera virtual, a través de las instalaciones de la Universidad Tecnológica de Panamá, y que graduaba este fin de semana a su primera promoción de gestores culturales panameños.

Silva, invitada a Panamá, para el cierre de estos cursos, y conocedora de la transición que en su país llevó a la creación de un Ministerio de las Artes las Culturas y el Patrimonio, dictó una conferencia sobre el proceso que se llevó a cabo en su país, más que nada con el objetivo de que Panamá tenga una idea más clara y que ‘viendo los errores que se cometieron' en el país sudamericano, a Panamá ‘no le tome tanto tiempo llegar a la creación de un Ministerio de Cultura, tarea que ya adelanta el Instituto Nacional de Cultura.

Y es que para Chile, el camino no fue el más corto o directo. Sin embargo, Silva destaca que no hay fórmulas hechas y que garanticen el éxito. ‘Para entender nuestro proceso, hay que entender de dónde veníamos, cuales eran nuestras prácticas y nuestras miradas', asimismo, conocer los jugadores que de alguna forma estuvieron involucrados en la organización pública de la cultura. Y también depende ‘del momento justo en que se haga'.

Por ello, insiste, hay una serie de preguntas que deben hacerse antes de empezar y que ‘tienen que ver con la historia, con la memoria, la relación entre las distintas comunidades, incluyendo las más alejadas de la ciudad, cómo se va conformando y cual es el espíritu o esa identidad panameña o identidades diversas'. Y hay que responderlas con mucha profundidad ‘si es que uno no quiere terminar haciendo políticas culturales sectoriales dirigidas a los ámbitos artísticos, estrictamente. Esa es una opción, trabajar por cada sector de una manera especializada y con muy poco diálogo entre una y otra área. Y eso cuando ya parte así, es muy difícil de revertir', advierte.

Pero además de hacerse estas preguntas, también hay que responderse para qué se quiere una política cultural. ¿Quieres desarrollar las artes, o que sea un marco marco para poder resolver temas o dificultades frente a la construcción colectiva, o un espacio público, para repensarse, o para que esta política cultural permita construir un espacio crítico de lo que somos como sociedad, como grupo social… todas esas preguntas hay que hacérselas y entonces, hay que negociar'.

La razón de esta negociación es que el objeto de estas políticas son las personas, las comunidades, las ciudadanías en sus territorios y con sus derechos. Se trata de una gran diversidad de realidades, necesidades y puntos de vista que hacen esta tarea mucho más compleja pero que hacen un tipo de proceso muy distinto. Además, estas comunidades tendrán distintas conformaciones, dependiendo de un contexto. Una persona que por su edad pertenece a una comunidad de jóvenes, puede, por el lugar donde vive formar parte de una comunidad rural, y también formar parte de una comunidad con requerimientos especiales. Y en cada uno de estos contextos, existen necesidades y prácticas distintas.

‘No mirar las diferencias es no reconocer al otro. Tienes que saber quienes son todas estas comunidades y reconocer sus prácticas, que no necesariamente son las que nosotros pensamos. Hay que marcar el camino a dónde queremos llegar, pero no solo nosotros, pues las generaciones más jóvenes tienen otra mirada', asevera.

En pocas palabras, para establecer una ruta hay que saber a dónde se quiere llegar pero, sobre todo, ‘tener muy claro de dónde uno viene'. Porque nuestra forma de ser y de hacer las cosas responde a una historia y también a los tipos de acciones que ejerce el estado. ‘Los estados tienen una lógica de acción pública y funcionan de acuerdo con esa lógica, que si se quiere se puede intentar cambiar, pero hay que reconocer si realmente se quiere cambiar'.

Un proceso tan complejo no puede darse solo por parte del estado como un regidor. ‘hace unos 20 años considerábamos que las políticas culturales eran solo una cosa de estado, pero eso cada vez es menos así. Cuando se habla de dinámicas territoriales y derechos culturales, significa que esto es una construcción en la que todo el mundo tiene que participar'. Afirma.

Vivir con el conflicto

‘Todos entienden una cosa muy distinta por participación', sostiene la experta, lo que hace muy difícil establecerla, pero no hay que dejar de tener en cuenta que ‘hay algo que uno no puede obviar y es que en la construcción de una política cultural, si entendemos que es un marco donde uno lo que busca es poder generar ciertas dinámicas de construcción de lo social permanentemente, va a significar que siempre va a haber conflicto y que en el fondo, el ejercicio es cómo abordar, cómo negociar y aprender a trabajar en el conflicto'.

De acuerdo con Silva, se comete el error de tomar decisiones unilaterales o entre ciertos grupos para evitar el conflicto ‘y eso es lo que luego va generando frustración, desilusión en quienes supuestamente son los beneficiarios. Porque ya no se trata de esa dinámica benefactor-beneficiario, sino una idea de construcción. Porque no se trata solo del apoyo que debe ofrecerse a los artistas y productores más tradicionales. Hay que reconocer a esta gran ciudadanía que tampoco es una masa homogenea. Son individuos que se reagrupan y forman colectivos en distintos momentos y hay que entenderlo'.

Entonces, la importancia de las políticas culturales van a depender de cómo se establezcan y desde dónde se establezcan. Y de las políticas dependerá el manejo que tenga el ministerio de cultura.

¿Para qué un ministerio?

‘Se piensa que la función de un ministerio de cultura será el de ampliar un presupuesto, pero abarca mucho más. Desde su institucionalidad y cómo su labor llega a lo práctico de la vida de la gente'. Recalca. Y mantener una comunicación con cada uno de los grupos o comunidades hará que tengan claro para qué sirve o en qué beneficia un ministerio. ‘Si no sabes qué te ofrecen, no vas a participar', alerta.

Más que lograr un edificio de mayor tamaño o ampliar su organigrama, el establecimiento de un ministerio de la cultura demuestra que ‘la cultura puede dialogar con las otras preocupaciones del país de tú a tú. Al mismo nivel. También establece la importancia que se le da al tema desde el estado y cómo lo verán desde otros estados', asegura Silva.

Pero hay que comprender también que la cultura es educación, la cultura es salud y es medio ambiente. La cultura es todo. Por ello, hay que establecer diálogos permanentes con los otros ministerios. ‘Se habla de la transversalidad de la cultura, por lo que no es viable aislarse', recomienda la experta. ‘De alguna manera, los ministerios de cultura debían ser una especie de articuladores, de centro, de engranaje respecto de los otros ministerios y muchos proyectos que en conjunto pueden tener mejores resultados', asegura.

Cultura como derecho y como deber

La periodista considera que para poder crear un ministerio, ‘hay que entender cultura como el espacio de construcción del sujeto. En el fondo, lo es todo. Los modos de hacer y modos de vivir juntos. Al plantear esta definición desde el enfoque de derecho, supone por una parte reconocer esa diversidad de miradas respecto de la cultura. Pero al mismo tiempo, el que se te reconozca como un derecho implica un deber de cada uno y ese deber se relaciona también con el respeto al otro y a la no imposición de tu solo punto de vista. Y eso demora', reconoce.

La cultura es transversal a todo. Si observamos los Objetivos de Desarrollo Sostenibles, se reflejan en todos y cada uno de ellos. Entonces hay que entender la cultura, como ‘un proceso que implica el encuentro con otro que está en su inscripción social y cultural propia. Aunque tengas conflicto llegas a un diálogo que amplia tu mundo', acota.

En este sentido, los gestores culturales, que empiezan a formarse en Panamá cumplirán el rol de ‘instalar la manera de hacer las cosas', establecer la mirada profesional cuidadosa respecto a los proyectos que se ejecutan, generar un sentido crítico de lo que se está haciendo, pero para ello hay que trabajar la cultura y conocerla bien y saber qué está sucediendo, para poder hacer diagnósticos adecuados.

El camino

No se crea un ministerio de cultura de la noche a la mañana. Y es justo decir que el proceso demorará mucho tiempo y además, no termina. Se trata de algo permanente porque la cultura es viva y dinámica. ‘Siempre van a aparecer nuevos actores, nuevos objetos y las realidades cambian. Es un movimiento permanente, un proceso que significar repensar y tomar otras decisiones', dice Silva. Por ello hay que ‘pensar en un tipo de marco institucional que sea capaz de recibir y trabajar ese dinamismo, que tenga flexibilidad y sea capaz de hacerse cargo de los distintos cambios de las nuevas dinámicas que aparecen'. No obstante, ‘hacer la ley que crea el ministerio no es adelantarse. Por el entusiasmo que vi, las ganas, si existe la posibilidad de que nazca pronto, es un buen momento. Y esto permitiría que se trabaje en conjunto por algo que entre todos se va a construir y que ya arrancó'.

El Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile inició sus funciones el 1 de marzo de 2018, luego de un largo proceso que está lejos de terminar. Algunos pendientes que tiene el ministerio, de acuerdo con Silva, son: ‘pensar en la relación educación-cultura y en una política de educación artística que lleve las artes y la cultura en la escuela de manera más seria y profunda'. El segundo tema tiene que ver con el desarrollo de políticas territoriales: ‘cómo se van a instalar los derechos culturales en los municipios, construir estas políticas que generen las condiciones para promover una participación donde distintas comunidades y grupos tengan un espacio para construir de manera permanente el proyecto cultural que quieren para su territorio', y por último, pero no menos importante, avanzar en cómo abordar los temas de valor sobre derechos humanos'.

Silva cuenta que aunque Chile tenga una institucionalidad más avanzada, un esquema de fondo, tiene desafíos bastantes similares a los panameños en cuanto al establecimiento de fondos y la manera de establecer una mayor relación entre cultura y educación, así como en trabajar el tema del pasado.

Para la consultora y también docente, este viaje, su primero a Panamá, ha sido una experiencia maravillosa. ‘Me gustaría mucho poder seguir haciendo proyectos conjuntos de formación de profesionales y hacer intercambios respecto a la construcción de políticas, Podemos entregar parte de nuestra experiencia y ustedes pueden aportar mucho también. Me encantaría observar el proceso que viene a continuación porque puede ser muy enriquecedor. Me gustraría mucho poder ‘acompañarnos', concluye.

María Inés Silva

CONFERENCISTA

Periodista de la Universidad Católica de Chile, Master en ‘Patrimoine, Culture et Développement' por la Universidad Paris 3 Sorbonne Nouvelle, y candidata a Doctora en ‘Sociologie de la Culture por la Universidad Pierre-Mendes France.

En el Instituto de la Comunicación en Imagen de la Universidad de Chile es coordinadora académica del Diplomado de Mediación Cultural y Desarrollo de Públicos, además del Diplomado en Comunicación y Gestión Cultural. Sus áreas de trabajo en docencia e investigación, son la mediación cultural, sociología de los públicos, educación artística, políticas culturales y evaluación de proyectos culturales.

En el ámbito profesional, fue co-fundadora del Observatorio de Políticas Culturales, OPC (2011), co-directora de la Colección Publicaciones del OPC y directora de contenidos de los Seminarios internacionales de políticas culturales organizados por esta institución (2011 a 2013). Entre los años 2010 y 2013, fue directora de la consultora LINC Artes y Públicos, a través de la cual realizó asesorías para el desarrollo y evaluación de programas de formación de públicos para instituciones culturales y el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, CNCA. Asimismo, entre los años 2011 y 20114 ha dictado talleres y cursos sobre mediación cultural en Santiago y regiones organizados por el CNCA.

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