El reflejo de las artes en momentos de crisis

Actualizado
  • 30/03/2020 00:00
Creado
  • 30/03/2020 00:00
Al contemplar los antiguos caballos de bronce de la basílica de San Marco, en Venecia, cierro los ojos mientras analizo los difíciles momentos de vandalismo, saqueo, botín de guerras y periodos de crisis mundial
El reflejo de las artes en momentos de crisis

Venecia. Italia, 1977. Ese día, en pleno mes de noviembre, me encontraba en Venecia y con apresurados pasos me dirigía hacia la basílica San Marco. Para ese entonces iba en tercer año en la Academia de Bellas Artes de Florencia, y el motivo de mi apresurada estadía allí era para estudiar el grupo escultórico ecuestre colocado a la entrada principal de la basílica... y siendo un cholito santiagueño, caminaba ansioso porque nunca en mi vida había estudiado estatuas de caballos de bronce, aún cuando vengo de una provincia campesina, donde abundan tales animales. Y por lo que había averiguado, ese conjunto de esculturas eran pernio esencial para el conocimiento de los menesteres de la disciplina escultórica, la historia de las bellas artes y de momentos de inseguridad social.

Les ahorro, por vergüenza personal, el impacto que tuve al encontrarme de frente al frontis de la basílica, pues nunca he estado preparado para contener de una sola mirada la magnitud emotiva que la belleza artística procura, y yo, para ese entonces, faltaba de condiciones necesarias para controlar tal conmoción, pero en mis adentros abundado de emoción, sentí las motivaciones que me ayudarían a justificar mis incontroladas lágrimas frente a tan noble belleza escultórica.

Entré en la basílica y subí las escaleras que llevaban hasta el bajo pedestal que sostienen las estatuas. Su bronce dorado incita a levantar la mano y acariciar el brioso corcel... y allí, cerrando los ojos, repasé poco a poco mis informaciones, tratando de encasillar cada momento de fatigas de investigación... y vuelo suspendido por mi memoria, colocándolas de la siguiente manera:

El grupo escultórico

El grupo escultórico de los caballos de San Marco incluye cuatro estatuas de caballos de aleación de bronce, originalmente pertenecientes a una cuadriga triunfante, ubicada en el Hipódromo de Constantinopla, ahora visible en la basílica de San Marco, en Venecia, de donde fueron sustraídas a principios del siglo XIII tras el saqueo de la ciudad por los cruzados.

Fueron llevadas a la ciudad de la laguna en 1204, robadas de la república de Venecia en Constantinopla tras el asedio y el saqueo de la ciudad que tuvo lugar el año anterior durante la IV cruzada. Poco después del final de la cruzada, Enrico Dandolo, dux de Venecia, envió los caballos a la Serenísima Venecia, donde fueron instalados en la terraza de la fachada de la basílica de San Marco en 1254, donde Petrarca pudo admirarlos cuando visitó la ciudad en 1364.

Los caballos de San Marco son cuatro estatuas de caballos de aleación de bronce, originalmente pertenecientes a una cuadriga triunfante.

En 1797, Napoleón Bonaparte retiró los caballos y los llevó a París como botín francés a la República de Venecia durante la ocupación napoleónica, donde los utilizó para dibujar su cuadriga para el Arco del Triunfo del Carrusel. En 1815 –después de la crisis– los caballos regresaron a Venecia gracias al capitán Dumaresq. Este último había luchado en las filas de la séptima coalición anti-francesa en la batalla de Waterloo y estaba con las fuerzas aliadas en París, donde el emperador de Austria le encargó que tomara los cuatro caballos del Arco de Triunfo parisino y los llevara a San Marco, en Venecia. Y por completar la tarea, recibió del emperador una caja de rapé de oro con sus iniciales en diamantes.

Regresamos a nuestros presentes sueños

Sin abrir los ojos, allá arriba sigo rememorando cada momento, tratando de enriquecer mis informaciones con algo más reciente. Y es que en tiempos de conflictos bélicos, cuando fueron trasladados a lugares seguros para evitar daños por los bombardeos y el saqueo nazi, los caballos permanecieron en la terraza de la basílica hasta la década de 1980, cuando se decidió colocarlos en el museo de la basílica para protegerlos de los daños de los agentes atmosféricos y del smog, reemplazándolos con copias idénticas.

Hago un esfuerzo aún más enérgico, y los invito a que me acompañen a abrir un paréntesis para que viajemos dentro de nuestras reflexiones... para después regresar a nuestra narración.

El valor de las obras artísticas y las crisis mundiales

Las obras del ingenio artístico llevan un valor adjunto único, equivalencias importantes no deteriorables en el tiempo, son motivos de saqueos, botines, intercambios y de eficaces garantías que trascienden sin perder su valor en el tiempo.

Un bien –para el refugio en los momentos de inestabilidad social o calamidades humanas–, eso nos registra la historia. A memoria, un Leonardo Da Vinci que en momentos de inestabilidad social huye de la crisis de la Signora de Florencia, refugiándose en la Corte de Ludovico El Moro de Milán, regalando al mundo innumerables obras maestras –a recordar– 'La ultima cena' que testimonia la importancia del “bien artístico” como cobertura de respaldo económico en momentos difíciles.

Nuestra crisis

Hay momentos en que surgen las cualidades en las cuales yace una nación, como también sus debilidades y dificultades, instantes en los que medimos con exactitud la esencia de la cual estamos formados. Es cuando nos encontramos solos frente al espejo de nosotros mismos; donde nos reflejamos desnudos, con nuestras virtudes y defectos.

Existe detrás de nosotros una dura labor de personas, que dentro de nuestro modelo cultural no han desmayado a construir diariamente la idiosincrasia formativa de ese sentir cultural.

El reflejo de las artes en momentos de crisis

Artistas de distintas disciplina, museos, galerías, coleccionistas, asociaciones culturales, el sistema pedagógico, el didáctico cultural, el comercial artesanal... y todos aquellos que de una u otra manera giran en el engranaje de las expresiones artísticas del ser panameño, todos ellos colocados –en estos difíciles momentos– frente a sus recogidas realidades.

A su vez, no existen victorias ni derrotas solitarias, mas sí responsabilidades compartidas, pues el conjunto de acciones conjuntas y participadas, son las que, en verdad forman el modelo del cual todos en la actualidad nos premiamos. Al mirarnos en ese espejo, eso es lo que somos realmente, recogiendo el fruto de lo sembrado, sin desmayar a aplaudir. Por eso involucro dentro de este artículo el llamado de muchas asociaciones culturales preocupadas por la impelente situación que ha golpeado la venta de libros, de obras pictóricas, del ejercicio arquitectónico, artes escénicas... para la atención de quien deba abogar por ellos, traer soluciones rápidas y consoladoras.

Una nación es grande cuando piensa en sus franjas más débiles, una nación es grande cuando hombres soñadores sostienen a nuestros “constructores de sueños” artistas de la literatura, de la pintura, de la escultura, la arquitectura, de la música, de la artesanía, que frente a ese espejo de realidades se sienten desamparados, dudosos de haber escogido un cabecilla (jefes de sus propias empresas) para crear aquellas obras materiales que serán los refugios seguros –valor adjunto– en el mañana de nuestra sociedad. Y por eso la urgencia de escuchar respuestas.

Basílica de San Marco

Con la mano colocada en la antigua estatua ecuestre, sin abrir mis ojos, trato de respirar profundamente la brisa marina de Venecia, y desde lejanos lugares escucho voces que me recuerdan: La 'crisis'.

Siguiendo la etimología filológica que muchas veces consuela desde un punto de vista de la referencia al sentido original, krísis se refiere al verbo griego kríno: separar, dividir, elegir, juzgar, decidir. Pero también: mídete, pelea, lucha. El momento crucial de la crisis no solo es el momento de la decisión, engloba un giro decisivo hacia un cambio, un nuevo comienzo.

Siempre he temido a los lugares espaciosos, así que apuradamente bajé de la cúpula de la basílica y me encontré en la gran plaza de San Marco; (cholito santiagueño) apuré el paso, para achicar la plaza; sin darme cuenta, corro, corro cada vez más rápido, hasta superar la gigantesca plaza, con la orgullosa sensación de haber cumplido con una satisfactoria tarea de descifrar parte del arcano tesoro, que la excelencia creativa universal nos ha heredado.

Apurando siempre el paso me pierdo entre las callecitas de esta hermosa ciudad, en un noviembre de 1977... apagando –en este instante– la flama de mis recuerdos, en épocas del coronavirus. Dios nos proteja.

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