El virus de la indiferencia

Actualizado
  • 05/04/2020 00:00
Creado
  • 05/04/2020 00:00
¿Cómo se sentiría usted si alguien a quien quiere, muere debido a que su trabajo lo obligó a atender a un paciente positivo?

Primero quiero aclarar de salida que es trágico todo lo que está sucediendo en el mundo a causa de este terrible virus y no es causa de risa. La razón del título, le quedará claro cuando profundice en el artículo.

Duele hasta la médula ver familias separadas y que nunca más podrán volver a compartir un abrazo con sus seres queridos, da impotencia y ni me imagino el dolor que debe estar agobiándolos, ya que tampoco podrán enterrarlos como se debe pues, el virus queda activo dentro del cuerpo y por seguridad, deben ser cremados.

Por otra parte, la economía y los negocios (sin importar tamaño) ya entraron a un futuro totalmente incierto a causa de la paralización total de oportunidades, miles, sino millones, perderán sus empleos pese a que se haga todo lo humanamente posible por evitarlo; gobiernos que en algún momento, han ostentado poder y soberbia, hoy están con las manos atadas y de rodillas debido a que a pesar de todos sus esfuerzos, no logran encontrar una cura y tampoco convencer a sus ciudadanos a seguir simples normas que tiene como base el sentido común.

A pesar de todo esto, el coronavirus realmente es un niño de biberón. Más aún si lo ponemos al lado de la enfermedad que realmente está matando al mundo. Esta enfermedad es más letal que ninguna otra y es, la que, de hecho, le da fuerzas a esta pandemia y se llama: indiferencia.

Según la OMS, esta crisis podrá perfectamente llegar al millón de afectados globales, sin embargo, a cuántos millones más está matando la indiferencia, la cual, casi siempre viene acompañada con síntomas como el oportunismo, el yo qué pierdo, la codicia, avaricia, el egoísmo, la falta de sentido común, la ausencia de solidaridad, razón y humanismo.

Desde el primer día fue evidente; uno de ellos, llamado egoísmo, en minutos, cobró millones de víctimas debido a que otros acapararon a toda costa, todo lo que pudieron en los mercados sin que se detuvieran a pensar en los demás, es más, hasta pusieron en riesgo su propia vida en aglomeraciones con tal llevarse productos que no necesitaban… el yo y el solo yo, triunfó.

El virus de la indiferencia generó otro síntoma llamado codicia, el cual se vio reflejado en algunos negocios que aprovecharon la necesidad de muchos para subir los precios de sus productos, la codicia también hizo que algunas empresas se negaran a cancelar viajes pese a que ya existía una alerta mundial de la pandemia poniendo en riesgo millones de vidas. El oportunismo es otro síntoma responsable de saqueos y actos vandálicos.

La indiferencia también dejó en evidencia un síntoma más peligroso llamado hipocresía que ya estaba activo en la sociedad… ¿Qué voz de aliento podemos darle a los héroes que además de estar luchando contra el coronavirus, por si fuera poco, luchan contra la hipocresía? La misma se presenta en las noches, cuando algunos se ponen a aplaudir en las ventanas para luego, con esas misma manos, tomar una llave de automóvil para violar el toque de queda.

No quisiera estar en los zapatos de aquellos que hoy, con justísima razón, llamamos héroes. Esos héroes a los que me refiero son doctores, enfermeras, bomberos, policías, paramédicos, funcionarios, voluntarios y todos los profesionales que apoyan su labor; los admiro con toda mis fuerzas, sin embargo, que impotencia me da verlos trabajar y luchar contra la indiferencia.

De verdad, que impotencia deben sentir estos profesionales al ser recibidos con botellazos en los barrios, groserías en las calles y que, pese al cansancio físico, siguen atendiendo con pasión y cuidado extremo a algunos que, debido falta total de sentido común, en algún momento hicieron caso omiso a las advertencias de quedarse en casa y se contagiaron.

Este virus no es nada al lado de la indiferencia, esta generó otro síntoma llamado: yo qué pierdo. ¿Cómo se sentiría usted si alguien a quien quiere, muere debido a que su trabajo lo obligó a atender a un paciente positivo? Esto ya lo están viviendo en carne propia familias que perdieron a médicos que, hasta el último momento, cumplieron con honor y heroísmo su juramento hipocrático.

¿Cómo se sentiría si, pese su gran responsabilidad y en su hora de salida se encuentra con otro que claramente está afectado y está violando su cuarentena? El yo qué pierdo ha logrado que esto sea una realidad diaria en supermercados, farmacias, gasolineras y sitios que están atendiendo pese a saber que ponen en riesgo la vida de sus colaboradores, porque es imposible dejar servir para evitar que el país quede en un paro total. El coronavirus no anda buscando víctimas, es usted quien sale al encuentro de él. Estoy seguro de que la humanidad podrá contra superar esta crisis, como lo ha hecho con otras que barrieron pueblos y naciones. De lo que no estoy seguro es, si la humanidad podrá contra la indiferencia. No es posible que salgamos de esto sin ninguna enseñanza, de no hacerlo el mundo ya está condenado… Ser indiferente hacia la vida, propia y en la del prójimo, es tener los ojos cerrados para siempre ante ella, la razón, inteligencia y sentido de humanidad.

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