Decenas de famosos alabaron este lunes el estilo de los dandis negros y lucieron conjuntos de sastrería extravagantes en su honor en el preludio de la...
- 25/07/2021 00:00
Amateurs
Nada que ver con la famosa serie en la que los protagonistas tenían nombres de ciudades. Nada que ver tampoco con esos asaltantes elegantes, impecables, con los grandes atracadores que en el mundo han sido. Nada que ver siquiera con los que denotan oficio y movimientos precisos de tan repetidos. Estos tipos no eran de los que tienen experiencia y el colmillo retorcido de haber hecho lo mismo una y otra y otra vez. No, no, no.
Veo el video del último asalto a una joyería y no sé si lo que estoy es repasando un tutorial acerca de 'Lo que no hay que hacer cuando asaltas un comercio' o si las imágenes que pasan ante mí son el video ganador de los Darwin Awards en la categoría 'Atracos'.
Los tipos estaban más perdidos que el hijo de Lindbergh, se les caen las bolsas, el tipo ni siquiera sabe qué hacer con la semiautomática, ¡y se la pone entre las piernas! Luego la usa para reventar una vitrina como si fuera un martillo ¡y se la pone en el sobaco!
Esos no son atracadores. Son maleantes de morondanga. Me los imagino tratando de arrancarle el bolso a una anciana y reventados a carterazos por la doñita que silabea mientras golpea: “¡A-mí-no-me-ro-ba-la-car-te-ra-nin-gún-pe-la-ga-tos!”.
Es divertido. Pero también es atemorizante, precisamente por lo que tiene de amateur.
No puedo dejar de pensar en la letra de la canción Adán García de Rubén Blades “Desde que a Adán fue botado de su trabajo, dijo un vecino/ Noté en su forma de ser un cambio muy raro/ Él siempre muy vivaracho, ahora andaba quieto/ pero en la tranquilidad del desesperado”.
Mientras los ricos se han hecho más ricos negociando chanchullos durante la pandemia, y los políticos roban a manos llenas, repartiendo dinerito que va salvando a sus amiganchos, (como el Ministro de Cultura, por ejemplo), el resto de los pobres mortales en este país nos hemos ido a la misma mierda.
La clase media no llega a fin de mes, estamos ahogados y los bancos y las financieras y los que nos cobran el alquiler y las escuelas de los niños y el internet para la escuela y que Rubencito necesita otra computadora porque no puede compartir ya la de su hermana. Y que la luz, el teléfono, el agua, (porque a los pendejos en este país nos cobran puntualmente el agua y la luz, aunque no tengamos agua durante días o la compañía de luz se pase lo de prestar el servicio que cobra por el arco de triunfo). Y eso sin querer comer, porque si encima quieres comer, ya apaga y vámonos.
La desesperación de no encontrar trabajo, la desesperación de no poder acceder a ayudas, (no, hijos de puta, no, a pesar de los golpes de pecho que ustedes se dan, señores del Gobierno, el mentado bono no cubre ni una décima parte de lo que necesita una familia, aunque a ustedes eso no les importa, claro, porque cobran su quincena siempre a tiempo)
La gente está desesperada, “Esto se acabó, vida/ La ilusión se fue, vieja/ Y el tiempo es mi enemigo/ Y yo pa vivir con miedo/ Prefiero morir sonriendo”.
En lugar de ponerse a trabajar en serio para arreglar este desastre, ellos continúan creyendo que con toques de queda y con retenes absurdos, que lo único que hacen es joder a los honestos, van a arreglar algo.
Las hordas de desesperados van a tirarse a la calle y nosotros ni siquiera podremos llamar a la policía porque a su chif estarán guardando, (o rescatando perezosos, que eso también se les da bien).