El femicidio y la violencia mediática

Actualizado
  • 29/08/2021 00:00
Creado
  • 29/08/2021 00:00
La violencia mediática revictimiza a los familiares de la mujer asesinada; vulnera su dignidad, privacidad, intimidad, seguridad y no discriminación; fomenta el femicidio
El femicidio y la violencia mediática

Hay muchas formas en que los medios de comunicación pueden ayudar a prevenir los femicidios. Las noticias se deben contextualizar con estadísticas, legislación sobre penas y sanciones, las organizaciones que atienden a las víctimas, y los números de teléfono donde se puede pedir auxilio y lugares donde pueden acudir las víctimas. Les corresponde educar, relacionar hechos, analizar contextos, hacer propuestas y nuevos enfoques. Son importantes las entrevistas a expertas sobre cómo se produce el femicidio, cómo prevenirlo y sobre todo, cómo identificar el peligro a tiempo.

La ley obliga a los medios a impulsar campañas permanentes de sensibilización sobre el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia; promover campañas publicitarias para prevenir y erradicar la violencia; eliminar el sexismo en la información; resaltar la divulgación sistemática de los logros de las mujeres en las distintas esferas; y sensibilizar a los directivos, técnicos y gremios profesionales de comunicación para que promuevan una imagen respetuosa de las mujeres.

La violencia mediática revictimiza a los familiares de la mujer asesinada; vulnera su dignidad, privacidad, intimidad, seguridad y no discriminación; fomenta el femicidio, al minimizar o justificar la violencia machista y culpabilizar a la víctima. Los titulares no deben centrarse en la víctima, sino en el agresor. Por ejemplo, en vez de decir “Tres niñas fueron violadas en un albergue del Senniaf”, decir “un violador violó a tres niñas en un albergue del Senniaf”. Titulares como “La asesinó por celos” (justificación) o “La mató por un chat” (frivolización del femicidio), o imágenes sensacionalistas del cadáver, todos constituyen violencia mediática, fomentan el morbo y refuerzan la misoginia.

Se revictimiza también cuando se culpa a la víctima: “Se encontraba borracha o drogada”; el conviviente decidió asesinarla” (¿con qué derecho?); o culpar a la víctima por cómo vestía, o porque se prostituía. Los estereotipos perjudican la investigación. Publicar datos confidenciales como la dirección de la víctima, su nombre, fotos de familia o fotos en las redes sociales sin permiso, puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte, ya sea de la mujer maltratada, o de un familiar que sea testigo de su muerte o querellante en el proceso del femicida. Estas prácticas pueden llegar a normalizar y justificar el femicidio por la impresión que causan en el imaginario colectivo, sobre todo de los jóvenes y las personas más impresionables.

El femicidio es cultural y es un problema de dimensión mundial y nacional. La violencia contra la mujer va inmersa en el sistema patriarcal, con una combinación de mitos y complicidades que justifican la violencia machista en todas sus formas y manifestaciones. A pesar de que en los últimos años el movimiento feminista y la toma de conciencia de los organismos internacionales han “redescubierto” la violencia machista, no hemos conseguido que esta disminuya, sino todo lo contrario. Hay 140 países que han aprobado leyes contra la violencia doméstica y 144 contra el acoso sexual, pero todavía hay 37 países en los que los violadores quedan libres si se casan o están casados con la víctima, porque no se castiga la violación conyugal.

Es necesario que en los cursos de periodismo en las universidades se introduzca la perspectiva de género y el lenguaje inclusivo y se hagan otros cambios en el currículo educativo, para sensibilizar a los futuros periodistas, que son jóvenes con mentes más abiertas al cambio.

Los medios tienen responsabilidades establecidas mediante leyes nacionales e internacionales. Entre las responsabilidades específicas está la capacitación constante, periódica y continua de los periodistas que reportan violencia de género, que son los más explotados y los que menos reciben capacitación; y elaborar manuales de ética para una comunicación con enfoque de género.

Los mismos lectores también pueden presionar contra la violencia mediática, mediante esfuerzos con organizaciones y negociación con la alta gerencia de las empresas mediáticas. Debe haber una postura ética para el uso de imágenes y videos e insistir en la responsabilidad social empresarial. Las fuentes también deben tener cuidado en cómo dan la información y conocer al periodista y cómo se va a presentar la noticia.

Es obligación del Estado implementar acciones para desmantelar los estereotipos de comportamiento, a través de políticas públicas y sobre todo, un marco jurídico para sancionar. Sin sanciones una ley es letra muerta. Hasta ahora los diputados han justificado la violencia mediática repitiendo el disparate de que las sanciones van en contra de la “libertad de expresión”; pero la violencia mediática no es libertad de expresión.

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