Violencia simbólica

Actualizado
  • 19/06/2022 00:00
Creado
  • 19/06/2022 00:00
No sólo se violenta a quienes no tienen un cuerpo de revista, sino también a quienes tienen un cuerpo con curvas voluptuosas. Se mantiene latente ese control del cuerpo, la imagen y hasta de la autonomía de la mujer
Violencia simbólica

A pesar de que vivimos en el siglo XXI, en plena revolución tecnológica, repasando las lecciones que nos está dejando la pandemia y con una guerra que sigue matando a tantas personas, siendo el resto de la población simples espectadores, el mundo insiste en mantener los mismos patrones, estilos, estereotipos, prejuicios y violencia que nos han caracterizado. Nos hemos convertido en seres insensibles, lo que cada vez es más preocupante.

Y es que basta con darle un vistazo a los acontecimientos que hacen tendencia en redes sociales. Es espacio, que debe servir como un canal de opinión pública, se ha convertido en una especie de estrado que, sin ningún tipo de sensibilidad, empatía, solidaridad o respeto, pasando por alto todas las reglas procesales, se usa para emitir juicios condenatorios, que incluso trascienden del ciberespacio a la vida real. Me refiero específicamente al caso de una presentadora de noticias de un canal local, que fue duramente criticada por la forma de su cuerpo y la manera de vestirse. Supuestamente la empresa tomó la decisión de separarla de la pantalla como forma de castigo, para de alguna manera dar respuesta a estos señalamientos públicos.

Fueron innumerables las críticas, tanto de hombres como de mujeres, cada quien con una mirada “personal” de la situación; críticas éstas que siguen un patrón de conducta estereotipado de la mujer, el control de su cuerpo, de esa imagen de belleza perfecta que se ha tratado de vender históricamente y por la cual muchas mujeres han sufrido daños a su salud física y mental al alejarse este modelo o deciden “ajustar” su cuerpo a la belleza y sexualidad que exige la sociedad.

Algunas mujeres simplemente han nacido con medidas similares o cercanas a los patrones de belleza que se promocionan en revistas y certámenes, pero igualmente han sido discriminadas. Es decir, no sólo se violenta a quienes no tienen un cuerpo de revista, sino también a quienes tienen un cuerpo con curvas voluptuosas. Se mantiene latente ese control del cuerpo, la imagen y hasta de la autonomía de la mujer, ya que en el caso comentado, se juzgan decisiones tomadas por la víctima en torno a su cuerpo.

Las mujeres siguen siendo víctimas de un sistema androcéntrico y machista, porque esas reacciones ofensivas y denigrantes en este caso, por la forma de su cuerpo, responden a esa violencia simbólica que de manera silenciosa sigue permeando el imaginario colectivo.

La violencia simbólica es otro tipo de violencia contra la mujer y se manifiesta a través de mensajes, íconos o signos que transmiten o reproducen estereotipos sexistas de dominación o agresión contra las mujeres en cualquier ámbito público o privado, incluyendo por supuesto, los medios de comunicación y las redes sociales.

La opinión pública que critica el cuerpo de una presentadora de televisión, es la misma a la que le da igual o deja pasar desapercibida la cantidad de imágenes pornográficas que se publican todos los días en medios masivos de comunicación impresos. Estas imágenes pornográficas, por lo accesible que son, llegan a un público abierto, sin filtros ni censura: niños, niñas, jóvenes y personas adultas en general. En estos tabloides se mercadean, tanto en forma impresa como digital, públicamente y diariamente en portadas y contraportadas, imágenes de mujeres semidesnudas, humillantes, con frases misóginas, en las que se refuerzan las conductas de desigualdad de trato y reproducen patrones socioculturales que generan violencia contra las mujeres, a pesar de que la violencia está tipificada como delito en nuestro país hace muchos años.

Una de las mejores muestras de la afectación que produce la reproducción de material pornográfico en medios de comunicación masivo, sin ningún tipo de control, es precisamente la saña con la que reacciona la sociedad ante una situación de discriminación contra la mujer. La falta de solidaridad y respeto a la dignidad humana imperó y quedó en evidencia la desigualdad que sufren las mujeres, pues en el caso hipotético en que un hombre hubiera vivido una situación similar, no hubiera sido violentado de esa forma.

Hemos sido testigos de la cantidad de personas que han juzgado el cuerpo de una mujer, su imagen y su autonomía y la forma tan despectiva y agresiva que se tornaron estos intercambios de opinión. Al punto de que la empresa se vio supuestamente “obligada” a reaccionar, retirando la imagen de su colaboradora de la pantalla, acto que también resulta ser discriminatorio y violenta otros derechos humanos. Esto refleja la necesidad de realizar cambios sociales importantes y educar a la población en general en igualdad de condiciones y perspectiva en derechos humanos.

La autora es feminista.

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