Entre el cielo y la Tierra

Si decido quedarme es la historia de una familia hermosa. Muy hermosa. Una familia que se lleva bien, que se ama, que disfruta de estar junta. Pero que un día sufre un accidente mortal: su auto patina en la ruta nevada y un choque frontal contra un camión les quita la vida a todos. O a casi todos.

Cuando la hija adolescente, Mia (Chloë Grace Moretz), despierta tras el accidente, no entiende lo que pasa. Se encuentra recostada a un lado de la carretera, frente al auto volcado; y entonces ve a un grupo de paramédicos que lleva su cuerpo inconsciente en una camilla.

Trata de intervenir en la situación, y hasta se sube a la ambulancia que la traslada hacia el hospital, pero nadie la ve ni la oye.

Este es el tema central de la adaptación cinematográfica del best seller de Gayle Forman, pero también el primer golpe bajo y el anuncio de que más adelante vendrán más.

Mia, como se imaginarán, se encuentra en estado de coma, y nadie la escucha ni la ve porque es un espíritu o un fantasma similar al que ya vimos en muchas otras películas desde el Sam Wheat de Ghost (1990).

En este caso, sin embargo, ella no está muerta, sino en las 24 horas críticas en las que se dice que los pacientes en coma deciden si volverán a su cuerpo o seguirán hacia el más allá.

Es en este estado de limbo, además, al convertirse en un testigo de todo lo que pasa a su alrededor, que Mia comienza a entender más sobre su familia y sobre ella misma.

Es importante avisar que Si decido quedarme es una película triste. Muy triste. Tan triste que algunos pueden llegar a sentirse mal.

Es uno de esos films que busca el llanto fácil y usa todo lo que está a su alcance para lograrlo, incluso los lugares comunes y los golpes bajos. Por momentos, es como si estuviéramos en un loop entre la escena del rescate y la escena de la proa de Titanic, y una y otra se repitieran en forma constante.

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