Fito Páez encendió Panamá

Actualizado
  • 27/03/2017 02:00
Creado
  • 27/03/2017 02:00
El legendario músico argentino ofreció un show enérgico para rendir al inicialmente pasivo público local

A veces los artistas y el público no se entienden. El pasado viernes, Fito Páez, el gran compositor argentino que cautiva al mundo desde hace más de 30 años con sus canciones, se lanzó un impresionante concierto en la ciudad de Panamá, pero no pudo evitar ofuscarse ante la ausente respuesta del público.

Las primeras canciones fueron "RRR", de su penúltimo disco Rock and Roll Revolution, seguida de "Yo te amo" —que se la dedica a su hija— y el clásico ‘Rueda Mágica', del álbum más vendido del rock argentino: El amor después del amor.

El ánimo era progresivo en el público, pero aún tímido. Fito estaba sentado en el piano dándole continuidad a un repertorio impecable, que condujo magistralmente al enigmático tema "11 y 6".

En el coro de esa canción —considerada una de las mejores de la historia del rock argentino según la revista Rolling Stone y la cadena MTV— Fito hizo espacios (quizás como es habitual en cualquiera de sus presentaciones) para que la gente lo acompañara a cantar, pero el público en Panamá le falló. Las voces de algunos pocos entusiastas se perdían entre murmullos y la decepción del artista empezó a notarse. En voz alta, "Vamos Panamá", se preguntaba porqué la conexión no era la que esperaba. "¿qué pasa?", "¿no entiendo?", decía el frustrado argentino desde el escenario, cada vez más solo. Siguió la canción "Gente sin swing", para la que, eso sí, no faltaron aplausos.

Las luces acompañaban la ejecución de Páez al piano, sublime, propia de un músico que se ha paseado por todos los escenarios del planeta, con precisión quirúrgica en la calurosa tierra istmeña. Llegaron sus himnos ‘A las piedras de Belén', ‘Creo' y ‘Tumbas de gloria'.

El repertorio era contundente. Al ritmo de ‘Cadáver y ‘Cable a tierra', el legendario músico argentino no pudo evitar mostrar su malestar por un ruido intruso sobre la tarima.

Mientras los técnicos corregían el error —dijo Páez— presentó,  impasible, profesional, una de las piezas más conmovedoras de la noche, ‘Un vestido y un amor (Te vi)', con la que el rosarino (Rosario, Argentina 1963) rompió finalmente la "barrera" del sonido.

Y surgió la magia:  "Te vi /saliste entre la gente a saludar/ los astros se rieron otra vez,/ la llave de mandala se quebró/ o simplemente te vi.../ Todo lo que diga esta de más,/ las luces siempre encienden en el alma'.

La primera parte del concierto organizado por la compañía Publiwings acabó, pues, con esperanza. Las luces se fueron a negro y un sonido robótico anunciaba "Circo beat".

Era la señal de la segunda parte del espectáculo, que acometió vestido con pantalones cortos. Un despliegue de rock de la marca Paéz, con los "hits" "Circo beat", "Naturaleza sangre", "Loco", la emblemática "Al lado del camino", "Polaroid de locura ordinaria", "Brillante sobre el mic", la imponente "Ciudad de pobres corazones" y la mítica "A rodar mi vida".

'Si un corazón triste pudo ver la luz/ si hice más liviano el peso de tu cruz/ nada más me importa en esta vida aún./ chau, hasta mañana./ Y a rodar, y a rodar, y a rodar y a rodar mi vida...'. El gran Fito conseguía conquistar a todos bajo la rotunda fórmula del ingenio musical y literario.

Panamá parecía finalmente llegar al clímax de la noche, con un público ahora acompañándolo a voz en cuello. Triunfó la atmósfera roquera y optimista que el argentino ha incorporado a la historia de la música.

Con tiempo todavía para un último cambio de vestuario, la leyenda del rock argentino se despediría en unos juveniles pantalones con peto y ya sin camisa, cantando "El amor después del amor" con el coro "Nadie puede/ ni nadie debe/ vivir, vivir sin amor", en boca de todos.  Eso fue suficiente para que el artista se levantara del piano para aplaudir, él, al público, totalmente suyo.

"Dar es dar" unía nuevamente al público en una sola voz.  Y luego llegó la vibrante "Mariposa technicolor". Aquel éxito, que vio la luz en 1994 (dentro del disco Circo beat) y es un himno de Latinoamérica, consolidaba por fin el vínculo singular entre músico y audiencia que se le estaba resistiendo.

Con "Y dale alegría a mi corazón", se apagó tenuemente la noche, con un Fito envuelto en una última ovación grande y reconfortante.

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