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- 11/07/2021 00:00

Cacao Bar, local dedicado a la venta de chocolates, es ahora el espacio en el que Oro Moreno pone a disposición de sus clientes para la compra directa de sus singulares bombones. La marca, creada por Yoshiris Peña hace ya unos ocho años, se empeña en dar a conocer en Panamá y fuera de sus fronteras, no solo los atributos del cacao panameño, sino del chocolate producido localmente.
En este local, Peña reactiva demostraciones y catas con bombones acompañados por Ron, café, vinoblanco, vino tinto, espumante o té, que debieron tornarse virtuales durante el período de confinamiento que se vivió en el país como producto de la pandemia de covid 19.
“Esta es la primera de varias catas”, dice Peña entusiasmada. Se trata de una actividad reducida, pues el espacio es limitado; se deben guardar las distancias y, además, la atención es personalizada.

La chocolatier toma el chocolate que ha venido manteniendo una temperatura de aproximadamente 45°C, y lo vierte sobre la superficie de granito donde, por la temperatura de la piedra, se va enfriando hasta llegar aproximadamente a 30°C.
Mientras Yoshiris avanza con el proceso de templado, cuenta cómo es que se involucró en el apasionante mundo de la chocolatería. “Yo estaba viviendo en África, lejos de mi familia; vivía con mi novio en ese momento, mi actual esposo, pero él estaba inmerso en su trabajo y yo no me estaba dedicando a nada. Tenía, como expatriada, una buena situación económica, pero me di cuenta de que esa vida no era lo que quería”, rememora. En un momento de depresión, un día una amiga francesa le regaló un chocolate y recuerda cómo su estado de ánimo cambió inmediatamente. El chocolate, aunque fuese solo por un instante, la había hecho feliz.
Peña ya había visitado Panamá y de esos días mantuvo alguna documentación que llegó a sus manos. Algunos folletos promovían el emprendimiento en Panamá en renglones como el cacao. ¿Sería esta una señal? Pensó. Todo fue tomando cuerpo cuando al abrir una revista leyó el artículo “Cacao de Panamá, oro inexplotado”.

La curiosidad hizo que Peña viajara de vuelta a Panamá a conocer más sobre el país y sobre su cacao. Su investigación le hizo notar que no había marcas de chocolate panameño. El grueso del cacao nacional es exportado. Las condiciones del clima y humedad no favorecen el proceso del chocolate que, además, al ser muy limitado, carece de la tecnología adecuada para desarrollar un producto de buena calidad. Aun así, al llegar y conocer las plantaciones en Bocas del Toro se dijo a sí misma que a eso se quería dedicar.
Le siguió un tiempo de aprendizaje, cursos en Europa, el establecimiento de una empresa, conocer el mercado. Ocho años atrás, Peña lanzaría Oro Moreno, Panamá en un bombón.
“Me preguntaba por qué no se puede hacer chocolate en Panamá y la razón es porque toma mucho esfuerzo. Hay que cuidar muchos detalles porque para tener un buen chocolate influye todo el proceso, desde la siembra del cacao hasta la cosecha y la producción. Toca investigar y aprender mucho sobre la parte técnica”, asegura. Hoy existen varias marcas de chocolate panameño. Oro Moreno fue la pionera no solo en ofrecer consistentemente el chocolate, sino también en innovar en cuanto a los sabores de los rellenos de sus bombones.

Actualmente y bajo el lema Panamá en un bombón, Oro Moreno tiene una colección de más de 20 sabores: maracuyá, café, coco, coco con curry, culantro, miel, piña, limón, frutos del bosque, aji chombo, mani, brownie, jengibre, 90% cacao, 70% cacao, sin azúcar, otoe, té, Galleta María, ron.
Y es que, ¿para qué competir con marcas internacionales que ofrecen nueces y otros sabores importados, teniendo tan amplia variedad de productos locales y únicos?
Claro, hay que tener cuidado pues al no tener conservantes, su tiempo de vida es muy corto y por ello solo solo se hacen por pedido especial los bombones con cerveza, patacón, chorizo tableño y queso prensado.

Las cajas de bombones de Oro Moreno son una dulce sorpresa. El cliente decide cuántos y de qué sabores los quiere. Incluso podrían ser todos iguales o todos diferentes. Para diferenciarlos cada uno tiene una forma específica brindada por un molde de policarbonato: cuadrados, en forma de corazón, ovalados, en forma de labios o como una cesta. Ah, se incluyen también las ranas. Además, son pintados a mano. Los labios rojos... las ranas doradas...
Templado el chocolate, vuelve a la bandeja y de allí, a los moldes. Antes, cada uno de nosotros tuvo la oportunidad de pintar una hilera de ranas con color liposoluble dorado. El molde se lleva a la nevera con la promesa de que los bombones estarán listos en unos 10 minutos. Estamos listos para la cata.
En cada puesto, sobre una pequeña fuente, hay cuatro bombones. (la experiencia puede llegar a tener seis). No tenemos mucha información de sus contenidos. Se sirven las copas con un vino blanco, se trata de Dadá 6 Honey, de finca Las Moras, Argentina. Se trata de una línea para un público joven, que busca productos distintos, “es un vino atrevido, como Oro Moreno, y con él hacemos un maridaje con el que al final dices “no lo hubiese imaginado”, admite Peña. Aunque en la mayoría de los casos las catas se hacen con una sola bebida, pueden llegar a tener tres.
Dadá 6 Honey es un blend de uvas blancas, cosecha tardía, lo que le otorga un color dorado brillante. Su paso por roble aporta notas de vainilla que junto con la esencia natural de miel logran untuosidad y frescura. En boca destacan sabores a caramelo.
Tomamos el primer bombón, con forma de corazón y probamos la mitad, a pedido de Yoshiris. Es un bombón relleno de miel artesanal procedente de Santiago de Veraguas. “Es un sabor nuevo, porque antes teníamos un bombón de miel, pero no sabe igual”, reconoce.

Probamos el vino, que potencia el sabor de la miel del resto del bombón. Un bocado de dulzura sin empalagar.
Continuamos con un bombón redondo, pintado con naranja y azul. Al frotarlo contra los labios sientes cómo la temperatura corporal lo va derritiendo. Probamos la mitad. Al sabor del coco se le suma el del curry para llevarnos de viaje a la costa atlántica. Con el vino destaca el sabor del coco. El chocolate mantiene su presencia, en un segundo plano.
El tercer bombón es el redondo y pequeño. Yoshiris nos pide que lo coloquemos entero en la boca y con los ojos cerrados lo mordamos. El sabor del ají chombo invade, pero no incomoda. Su picor es leve. Con el vino sentimos que el picante en la miel.

La cata finaliza con un bombón con forma de canasta, parece que estuviese cargada con pepitas de oro.
Al morder reconocemos que no se trata de oro, sino de maní. Al mismo tiempo, una deliciosa crema de maní invade el paladar. Con el vino, nos da la sensación de estar comiendo maní garapiñado.

“Es algo que debes hacer con todo el tiempo”, dice Peña sobre el chocolate y sus acompañantes. “Lo ves, lo hueles, lo saboreas, haces un ritual. Ve despacio y descubre los cambios que genera el vino en la forma de percibir el sabor”, recomienda.
Y llegó el momento de ver qué tan doradas quedaron nuestras ranitas... parecen de oro. Son de Oro Moreno.