Elisa Vegas: 'La cultura no se trata solo de elevar el hecho estético, sino de ayudar a la sociedad'

La joven talento es mucho más que una directora de orquesta. Viene de la tierra de Gustavo Dudamel. Conversa sobre música y su poder transformador, incluso en tierras donde impera la censura. En un mundo donde aún las mujeres son la excepción al frente de orquestas, Elisa nos cuenta sus referentes que van desde su tía abuela, la diseñadora Carolina Herrera, hasta Marin Alsop, violinista y directora estadounidense
Elisa Vegas, clarinetista y directora de orquesta.

No es habitual ver a mujeres al frente de orquestas y mucho menos latinoamericanas. Elisa Vegas Rodríguez (Caracas, 1988) es una de ellas. Ha tomado la batuta, quizá como gesto de reivindicación. Es una mujer que rompe ortodoxias y eso mismo le transmite a su puño de músicos. Al verla en acción, a través de videos multimedia, resulta evidente que disfruta lo que hace. Elisa es vigor, fuerza y poder. También sencillez, carisma e idealismo.

Con una infancia vasta en cultura, Elisa aprendió primero a escribir notas en un pentagrama antes que cualquier letra del abecedario. Viene de la tierra del Sistema Nacional de Orquestas, que ha formado a miles de jóvenes músicos; una tierra que ha parido a grandes directores como al nuevo director musical de la Ópera de París, Gustavo Dudamel.

La directora de la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho ha sido considerada como una líder joven en el World Economic Forum. Planea visitar Panamá e inyectar melodías que transformen.

Se pudiese pensar que Elisa es una más de esos tantos muchachos que han emigrado de un país en ruinas, buscando un mejor futuro. Sin embargo, la joven música considera que cuando se tiene un proyecto con compromiso social y firme, siempre seguirás construyendo pese a la crisis. Por eso, suelta en cuanto puede, que se queda en Venezuela.

'El fenómeno del 'streaming' de los conciertos, aún en la distancia, demuestra que necesitamos sentirnos juntos'.

Elisa es un ejemplo de firmeza, como la de una palmera que sobrevive a las fuertes tempestades. Sabe muy bien que sin arte no se puede vivir: “2021 será diferente”, o es lo que queremos pensar, pese a la pandemia, la dictadura y las cachetadas culturales de unos.

¿Cuáles son las raíces de Elisa Vegas Rodríguez?

Vengo de una familia donde tanto madre como padre son absolutamente venezolanos, y más que venezolanos, absolutamente caraqueños; son generaciones y generaciones de venezolanos viviendo en Caracas. Por allí hay una raíz alemana y otra española, pero lo que predomina es la venezolanidad. Mi padre es abogado, pero amante profundo de las artes y sobre todo de la música. Creo que por la rama paterna, el arte en general ha estado muy presente. Tengo familiares escritores, familiares pintores, mi padre también es escritor, productor musical, productor de teatro; como te digo, unas raíces profundamente latinas y muy culturales, no precisamente en la música, pero sí en las artes. Mi abuelo en su casa era muy musical y en la mía ni hablar.

¿Qué tiene Elisa de su padre y qué de su madre?

¡Qué bonita pregunta! De mi padre definitivamente la vena artística, de cierta manera la buena locura, quiero decir, la creatividad, el gusto por la lectura por la música; y de mi madre, la disciplina, la constancia, el compromiso. Mi mamá es absolutamente responsable, abnegada y muy buena persona.

'Tenemos un gran compromiso de acercar la música a nuevas audiencias'. |
¿Cuál es tu primer recuerdo de la música?

Mi primer recuerdo de la música es casi el primer recuerdo de la vida; es decir, siempre cuento que no sé si aprendí primero a escribir letras o a escribir notas en un pentagrama, porque estudié música desde muy pequeña. Amaba ir a las clases de música, aunque mi madre me tenía en cualquier cantidad de actividades, no te imaginas, deportivas, artísticas... Mi pasión era siempre ir a la clase de música; estaba en la escuelita, pero luego entré en el conservatorio y te digo que en todo mi proceso educativo juvenil, de formación básica y de bachillerato, deseaba enormemente terminar la clase para ir corriendo al conservatorio o a la orquesta a estudiar mi clarinete y piano. Tener mis actividades musicales era una pasión de pequeña. Me haces esa pregunta y no sé responderte bien exactamente el momento. (suspira)

¿Qué ritmos te influenciaron?

Siempre me gustó la música académica. Tengo la fortuna de que en mi casa el arte siempre estaba presente y desde muy pequeña me llevaban a museos, pero también a conciertos académicos. La orquesta siempre me impresionó, siempre era un formato en el que me decía ¡guau! qué increíble como suena la música en una orquesta sinfónica. Por el otro lado, en la casa se oía mucho jazz, y a mí me gustó mucho el formato big band, estas grandes orquestas de jazz de 17-20 músicos que también sonaban increíble. Seleccioné el clarinete porque era un instrumento que yo sentía que era híbrido y que me permitía tocar en una orquesta sinfónica, pero podía tocar también música popular; entonces ese híbrido me ha acompañado toda mi vida.

Me decías que elegiste el clarinete por las melodías que te permite conjugar... ¿Los instrumentos musicales definen la personalidad del músico?

Cuando se deciden bien, traen consigo una personalidad, y parece mentira, pero es así, los instrumentistas de viento tienen una personalidad mucho más solística; los instrumentos de cuerda tienen que tocar más en sección; por ejemplo, si eres violinista debes tocar con la sección de los primeros violines; los de percusión tienen otra personalidad; creo que finalmente seleccionar un instrumento no debe ser algo tan trivial. Ojalá los padres puedan orientar bien. La personalidad acompaña al instrumento y viceversa; seleccionar un instrumento va a hacer que tu personalidad también vaya cambiando, es casi un caso de estudio.

¿Cuánto pesa la academia y cuánto la experiencia en este oficio?

Creo que finalmente para ser un artista total, requieres de ambas cosas. Hay músicos que tienen una técnica magnífica, porque estudian miles y miles de horas, pero luego a lo mejor pueden tener baches a la hora del conocimiento del arte en general, de la vida. El músico global tiene que saber de todo, tiene que saber desde la técnica de su instrumento que requiere horas y horas... Estamos hablando de 10 años, 12 años para tener un título en un conservatorio y después los postgrados, etc. Además de eso, conocer del mundo, conocer de la historia, conocer del arte, de la vida, del humano, de las sensaciones y de los sentimientos. Es algo muy complejo y ni hablar si ahorita entramos en la parte de dirección, porque aparte de eso, no solo cuando uno dirige, sino que luego vienen otras aptitudes que nunca te enseñan, como las gerenciales por ejemplo. Realmente es bastante amplio ser un músico.

¿En qué momento tomaste la batuta?

Eso es muy interesante; yo entro en las clases de dirección orquestal por esa curiosidad de saber más de la música; mi intención no era ser directora de orquesta porque para mí el director tenía que ser, fíjate tú como son los paradigmas, hombre y con cierta edad y experiencia. Eso era lo que yo veía desde mi rol de clarinetista; entonces para mí, ser mujer y joven, para nada podía ser directora, era una carrera que no me había planteado en la vida. Vino un director internacional de Corea, muy famoso, hizo un curso de dirección y fui de oyente; éramos 70 personas allí y el maestro hizo un examen y quedé seleccionada; yo le dije: 'Maestro yo nunca he tomado la batuta, yo jamás he dirigido una orquesta'. Y él me dijo: 'Tú vas a estar activa en el curso'. Por supuesto me puse muy nerviosa, además respetaba mucho la profesión, pero el caso es que me preparé lo mejor que pude sin instrucción alguna antes; fue la primera vez que dirigí una orquesta en ese momento que alcé mi batuta.

Antes de la entrevista pensaba mucho en el arquetipo del director de orquesta como figura de poder, ¿cómo se impone el liderazgo con tanta gente?

Cuando comienzo a dirigir, comienzo a buscar roles femeninos de directoras. No eran muchas, y me planteo la interrogante de qué debo hacer. Me planteé: Soy mujer y soy joven, son cosas que no se pueden ocultar. Me preguntaba: '¿Qué puedo hacer para prepararme muy bien cada vez que yo esté frente a una orquesta? La realidad es que en los primeros cinco minutos que uno se presenta frente una orquesta, se crea como una especie de interacción y te hacen una radiografía, y en esos primeros minutos los músicos de la orquesta pueden saber si van a tener una buena semana contigo y si la relación va a fluir, porque no es solamente conocimiento, hay un tema de empatía. Finalmente, en la música debe existir empatía entre la orquesta y el director porque tenemos que ser una masa sonora que funcione y transmita al público el mensaje correcto.

Hay toda una cantidad de elementos a bordo y también he estado muy consciente de que finalmente es un liderazgo que debe inspirar, porque el único músico en la orquesta que no suena, es el director, entonces a veces uno piensa que el director debe tener un liderazgo en positivo. Ciertamente es piramidal, el director es el que va a llevar el concepto de la obra, de cómo se va a interpretar, pero a la vez debe ser totalmente humano, porque aunque debes llevar el concepto, los músicos de la orquesta deben confiar en lo que tú estás transmitiendo. Se debe crear una unidad.

Es injusto que a los directores se les pregunte de música y a las directoras sobre música y mujeres, pero lo cierto es que escasean las directoras...

El rol de la mujer va llegando un poquito más tarde, cuando empecé a estudiar dirección hace 15 años no había tantas mujeres dirigiendo, pero hoy el panorama está cambiando. No creo tanto en la igualdad, sino en la equidad, es decir que mujeres y hombres tengamos las mismas oportunidades y que finalmente quien reciba el puesto sea el que tenga las mejores competencias. Hay muchas mujeres dirigiendo orquestas infantiles, juveniles... pero, ¿cuántas llegan al nivel profesional? Muy pocas.

¿Qué tan importante es la ovación para un director?

La música conmociona, mueve sentimientos, te lleva a recuerdos, te mueve fibras que no lo hacen otras cosas y artes. Recibir la ovación o el aplauso es como esa ratificación de que estuvo bien, pero voy más allá, ahora me encuentro en Venezuela, he estado en Guatemala, en México. Lo que me gusta es hacer música con propósito, más allá de hacer un concierto o una sinfonía de Beethoven porque si; es hacer música que tenga un mensaje más allá y que la gente aplauda, no solamente porque fue estéticamente hermoso, sino porque está agradecida.

La música y la cultura en general se han considerado un alivio para estos tiempos tan difíciles, pero al mismo tiempo la capacidad para reunir físicamente al público se percibe como un peligro potencial. Entonces, ¿cómo manejar esta dualidad?

A veces me parecía un poco injusto, el humano tiene para mí, tres partes: mente, cuerpo y alma. Hemos estado pensando mucho en cultivar el cuerpo y la mente, buscando la manera de comer mejor, de seguir estudiando, trabajando, creando, y ¿por qué el alma queda tan de lado? A veces digo que quienes toman las grandes decisiones deberían estar más conscientes de que vamos a estar más saludables, más estables, si permitimos que existan más actividades de esparcimiento que son tan necesarias. El contacto humano y el contacto con uno mismo es demasiado necesario para poder estar bien, sobre todo en estos tiempos; a veces me digo: se permite estar en un avión por equis cantidad de horas, se permite hacer la cola en el automercado, se permite que los niños vayan a un colegio, pero no se permiten espacios de esparcimiento al aire libre. Te pongo un ejemplo, el fenómeno del streaming de los conciertos, aun en la distancia, demuestra que necesitamos sentirnos juntos. Compras un ticket para un día determinado, para un momento determinado.

Estás en un país inmerso en una crisis política y humanitaria, entre otras cosas... ¿Cómo se batalla para salvar la cultura? ¿Es fácil ser una directora de orquesta en Venezuela?

No, realmente no. Hay que tener mucha inventiva. Hay que tener un buen equipo y creatividad. En mi caso, la orquesta que dirijo es la única orquesta profesional de la ciudad de Caracas, que se autogestiona, que no depende de ningún gobierno, es una maravilla, pero a la vez es un reto. Pero considero que el arte debe ser libre, debe ser plural, debe incluir a todo el mundo, y por eso la decisión de estar en la orquesta sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho. El perfil de estos músicos es muy particular, vienen de la academia, pero están dispuestos a mutar rápidamente, aceptar retos no tradicionales, lo que llaman romper las ortodoxias. Esta orquesta lleva realmente un caso de referencia en América Latina y lo digo con mucho orgullo; por ejemplo, en esta época pudimos migrar rápidamente a lo digital, y cuando digo rápidamente es ahí mismo. Hemos hecho hasta un disco con uno de los cantantes más importantes del mundo: Horario Blanco, de la banda Desorden Público, un disco a la distancia, de siete temas. Eso es algo totalmente innovador. Sinfonía desordenada es el nombre.

¿Y cómo hicieron eso? Lo hicimos porque había ganas y porque la institución está dispuesta a asumir retos y romper esquemas. Lo que queremos es inspirar. En un país donde no hay internet, donde se va la luz... se pudo lograr algo como esto.

Pero, ¿sigue la gente apoyando la cultura?

Sí, cuando lo haces con propósito. Y a eso voy, porque la orquesta no solo toca en el teatro, la orquesta va a los hospitales, la orquesta va a las empresas; cuando te das cuenta de que es necesario, lo apoyas. No se trata solamente de elevar el hecho estético, sino de ayudar a la sociedad.

Cuando te aparece algo como la orquesta, que te da una opción de conectarte con la ciudad o con el país, eso hace que la gente quiera apoyar.

Hablas del compromiso social, pero ¿cómo pudieras resumir el poder de la música?

Jumm. Esa pregunta es muy difícil... El poder de la música es llegar a sitios donde nada más llega, es decir puntos de encuentro con uno mismo y además puntos de encuentro con el otro. La música tiene esa doble función; al mismo tiempo, cuando estás en un concierto estás viviendo esa doble experiencia contigo mismo, con lo que la música te está transmitiendo y a la vez con todo el mundo, sea el género que sea. Esa característica dual que tiene la música es importantísima. Además de que la música es un conductor del futuro, presente y pasado, por eso es que la música es tan potente.

No creo que haya un humano que oiga música y que no conecte con esta. Tenemos todos como una especie de soundtrack de nuestra vida.

¿Qué me dices de la música clásica? Hay quienes piensan que es un género que está aislado a una élite...

Nosotros tenemos un gran compromiso de acercar la música a nuevas audiencias y es nuestro trabajo hacer música para la comunidad; por cierto eso es un tema que se trata mucho en el Foro Económico Mundial, cómo acercar el arte y la música a las nuevas generaciones. Creo que hemos fallado, en que esta música no evolucione, no tanto en su composición, sino en la manera de presentarla. Por eso es que muchas de las orquestas del mundo lo están haciendo, buscan nuevas maneras de acercarse.

Por ejemplo, en la orquesta que dirijo todos son jóvenes, entonces a la hora de interpretar hay que tener esa fuerza. Hacer una programación musical que tenga otros atractivos. Obras que sean más conocidas, y qué tal si a eso le incluyes unas pantallas o algo multimedia... el reto: cómo lo moderno y lo actual pueden incluirse dentro del repertorio sinfónico. Eso es lo que hacían también los artistas de otras épocas, siempre estaban a la vanguardia.

¿Cómo hace Elisa su repertorio?

Precisamente usando todos los elementos que hemos hablado. Una programación para nosotros debe ser variada, esa es nuestra premisa. Finalmente la música es buena o es mala, no importa el género. Por ejemplo, hay música académica que es muy mala, y música popular que es muy buena. Para nosotros está en hacer el balance y hacer música para todos. ¿En qué formato? En un formato grandioso que es la orquesta sinfónica. Hoy podemos estar tocando una ska. Un concierto muy tradicional, pero por ejemplo, un concierto con la embajada de México, un mariachi sinfónico, repertorio navideño, zarzuela española, un concierto académico... De esa manera vas llegando a todo el mundo, la misión es que la gente diga: '¡Guao!, yo no sabía que esto era así!'.

Leí en una entrevista que concediste a la BBC, que Rodolfo Saglimbeni, quien hace más de tres décadas fundó la Orquesta Sinfónica Gran Mariscal de Ayacucho, fue tu guía. Háblame de él y de los otros grandes maestros venezolanos José Antonio Abreu y Gustavo Dudamel.

Rodolfo fue una escuela total; tuve el privilegio de poder estar con él. Literalmente recogiendo los cables en una ópera, hasta siendo directora asistente y en conciertos. El legado del maestro Abreu, para todos los músicos venezolanos, tiene una gran importancia. Dudamel es un genio, más allá de ser un latinoaméricano, es un genio de la música. Él tiene algo superior, tiene una manera de entender el arte muy particular que lo ha llevado definitivamente a donde está. Siempre lo he seguido, he estado en contacto con él en muchas oportunidades y para mí es un gran orgullo.

Más de 5,4 millones de venezolanos han abandonado su país en los últimos años, según datos de la Agencia de la ONU para los Refugiados, ¿cómo es que Elisa Vegas no ha querido emigrar?

No porque no tenga otra oportunidad. Es una decisión de vida, de cumplir con un propósito de mejorar. En mi caso, siento que tengo una oportunidad muy grande de dar, de inspirar, de crecer, de ayudar, de hacer que las cosas mejoren, estando aquí. Dirijo afuera también, pero mi base, mi centro, mis energías y todo lo que sea mi proyecto de vida, que sea mi país, porque sé que tengo la oportunidad de transformar, cuando los proyectos son firmes y apuntan al futuro. No todo el mundo tiene ganas de irse. El punto es estar en un proyecto creciente. Te puedo decir que en la orquesta, el porcentaje de músicos que se han ido no llega al 5%, es un caso muy raro. Hay una visión de construcción. A veces se tiende a decir las malas noticias, a creer que aquí todo se acabó, y no es verdad. Hay una generación pujante de jóvenes y eso fue lo que vi para quedarme en Venezuela.

¿Te ha perjudicado posicionarte social o políticamente en Venezuela?

Mis posiciones son muy conocidas, y creo mucho en la libertad, en la libertad que se lleva junto con el arte. Yo, por ejemplo, no concibo el arte atado a la política. Creo en la libertad de pensamiento.

Ya por último, ¿cuáles han sido tus referentes?

Mi referente es mi tía abuela Carolina Herrera, famosísima diseñadora. Como sobrina nieta, siempre la he admirado mucho. Todo lo que ha dejado como mujer. En el campo orquestal, Marin Alsop, quien ha abierto las puertas para muchas de nosotras.

Tres deseos para tu país...

Pediría unión, buscar los puntos de unión. Pediría vacunas y, ¿qué tal el modelo de una orquesta?

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