Los patrulleros de playa Chiriquí, guardianes de las tortugas marinas

Actualizado
  • 16/06/2022 00:00
Creado
  • 16/06/2022 00:00
La comunidad de Río Caña, en la comarca Ngäbe Buglé, se ha organizado para preservar su cultura gastronómica, elaborar y vender artesanías, y velar por la conservación de las tortugas que llegan a las playas cercanas. Hoy se celebra el Día Mundial de las Tortugas Marinas
Paula es una tortuga baula que anidó en playa Chiriquí.

El sol radiante y el cielo despejado nos recibieron en la isla Colón, de Bocas del Toro, desde donde nos embarcaríamos rumbo a Río Caña, comunidad que pertenece a la comarca Ngäbe-Buglé.

Después de aproximadamente dos horas en bote, se llega al poblado. Es un sitio tranquilo y a donde sea que uno dirija la vista observará niños jugando y algunas veces disfrutando de las frescas aguas del río, que a poca distancia desemboca en el majestuoso mar Caribe.

La luz eléctrica depende de los paneles solares, y por las tardes y noches lo usual es ver a decenas de personas, especialmente jóvenes, sentadas en la escuela, al ser el único sitio con acceso a wifi.

Este lugar tan alejado nos ofrece un exquisito pan, tamaño hamburguesa, cuyo costo es 25 centavos, preparado por doña Fermina. Pero la cocina local va más allá. Mantienen un proyecto en conjunto con el reconocido chef Mario Castrellón, llamado “Ari uguenrien” (cocinemos juntos), con el que aspiran a preservar la cultura gastronómica ancestral, preparando y mostrando sus platillos e ingredientes autóctonos.

Las tortugas son medidas en ancho curvo y largo curvo.

Y es que las mujeres de Río Caña no se quedan quietas. Ellas están organizadas en su “Asociación de Mujeres Artesanas Meri Eko Kika”, donde confeccionan artesanías como bolsas, bisutería, vinchas, todo con motivos gnäbe. Pero en un sitio tan alejado, ¿a quién le venden sus productos?

Resulta que Río Caña está a escasos 30 minutos en lancha del paraíso llamado Escudo de Veraguas, que cada día atrae a más turistas, tanto nacionales como extranjeros, por la belleza de sus aguas color turquesa. Es a estos visitantes a quienes las emprendedoras expenden sus productos, además de comestibles como cocada, galletas de coco, membrillo, aceite de coco, pescado, polvo de pescado y pan, entre otras cosas. Los viajeros se llevan un recuerdo nativo y las mujeres indígenas aportan económicamente a sus hogares.

La mayor del grupo es Emélida Smith, de 51 años. Ella pudo construir su casa con los ingresos que le generó la elaboración de hermosas carteras y vinchas. Si se dedica únicamente a eso, puede tardar cerca de dos semanas en la confección.

Luz Palacios, de 25 años, es otra de las 32 mujeres que integran la asociación. El dinero de las ventas le ayuda a contribuir en su hogar donde se sostienen sus 4 hijos. Cada caso es único, como el de Claudia Quintero que puede tardar aproximadamente un mes haciendo bisutería, mientras se dedica a otras labores del hogar. Todo bajo el paraguas de la asociación, que incluso envió a 25 de sus damas a tomar curso de repostería en el Inadeh.

Los patrulleros de playa Chiriquí, guardianes de las tortugas marinas

Y así transcurren los días en lo que parece ser un pueblo tradicional indígena: tranquilo, mientras decenas de canoas están a la orilla del río, listas para ser usadas por los pescadores como su arma de trabajo o para servir como medio de transporte para otros lugares, como playa Chiriquí, al otro lado del río, y donde en las noches las protagonistas emergen del mar y es entonces cuando la magia ocurre.

Las madres con caparazón
Con los desechos de la playa los chicos elaboran llaveros.

Todas las noches, un grupo de hombres patrulla la playa Chiriquí en busca de tortugas marinas. Descienden de lo que antes fue la “Asociación para la conservación de los recursos naturales ngäbe”, cuando algunos moradores de la comunidad se preocuparon por proteger las tortugas que llegaban a sus playas, porque en gran medida el pueblo vivía de ellas: las mataban para comer su carne, huevos o vender la concha. No visualizaban la importancia real de estos reptiles.

Hoy la asociación no existe, pero los indígenas persisten con el ánimo de ser los protectores de su naturaleza, que al final es la de todos nosotros. Este esfuerzo fue notado por la organización de investigación y conservación de tortugas marinas más antigua del mundo, Sea Turtle Conservancy (STC). La STC, con el apoyo de las comunidades, supervisa el monitoreo y cuidado de siete playas en el archipiélago de Bocas del Toro y la comarca Ngäbe Buglé, y algunas en Colón.

Producto final del taller de reciclaje.

Cuando las tortugas hembra alcanzan su madurez sexual llegan a las playas a poner sus huevos. Aproximadamente dos meses después (si ningún depredador hace de las suyas y todo sale bien) las tortuguitas están listas para incorporarse al mar, donde deberán enfrentarse solas a numerosas amenazas.

A la playa Chiriquí llega principalmente la tortuga baula. En menor medida llega la carey (que, por cierto, se encuentra en peligro crítico de extinción). Las tortugas prefieren la oscuridad, por eso durante el patrullaje y recolección de datos es importante no utilizar ningún tipo de iluminación, con excepción de luces rojas.

Estudiantes de la escuela de Río Caña hacen un recorrido en busca de desechos en la playa.

Y empieza el trabajo de los patrulleros. Deben avistar cuando la tortuga sale del mar. Ellos, con sus ojos acostumbrados, las distinguen fácilmente; pero para los inexpertos, en la oscuridad de la noche lo que se nota es un bulto oscuro moviéndose en la arena.

La tortuga, al emerger de las aguas, busca en la playa el sitio adecuado y escarba con sus aletas, ahora palas, el que será el hogar de sus huevos. Los voluntarios esperan a cierta distancia que el reptil encuentre el sitio, para no ahuyentarla e interferir lo menos posible con su proceso. Una vez que la tortuga encuentre el lugar y termine de cavar, empieza a poner sus huevos en ese hoyo.

En cada anidada las tortugas pueden poner más de 100 huevos.

Uno de los voluntarios realiza el “guanteo”. Como el nombre nos hace sospechar, se coloca un guante y empieza a apañar los huevos con una mano, mientras con la otra sostiene un contador para ir sumándolos.

Nosotros estuvimos presentes durante la anidación de una tortuga baula a la que llamamos Paula. Ella puso en total 103 huevos, de los cuales 88 fueron viables y 15 contados como no viables. Se toman las medidas biométricas y se verifica si el animal tiene placa (que vendría siendo su cédula de identidad). Las medidas la catalogan en “largo curvo” y “ancho curvo”.

El patrullero ayuda a acomodar la arena mientras la tortuga anida.

Después que la tortuga termina de poner sus huevos, empieza a cubrirlos con arena hasta tapar el hueco. Y es cuando la temperatura y la humedad harán su trabajo, puesto que el sexo de las tortuguitas se determina en función de estas condiciones externas.

Y es también cuando empieza la carrera por la supervivencia, puesto que, sin siquiera haber nacido, las tortugas bebé deben enfrentar el peligro de depredadores como perros, humanos, e incluso otras tortugas.

Parte del proceso implica el conteo y acomodo de los huevos.

Resulta que cuando llegan muchas madres a anidar, existe la posibilidad de que escarben justo en donde otra ya había anidado. De eso fuimos testigos al ver los huevos rotos y devorados por gallinazos, cuando una tortuga destruyó un nido ajeno. Todo un desastre.

Los voluntarios salen cada noche, en un horario que depende del comportamiento de las tortugas. Se organizan por turnos. Mientras estuvimos allí, salieron a las 11;00 p.m.

Emélida Smith Baker muestra sus artesanías

A eso de las 5:00 de la mañana sale otro grupo para hacer el censo. Allí se verifican los rastros de la noche anterior. Por ejemplo, la noche que conocimos a Paula, los patrulleros trabajaron seis tortugas. Y el proceso de recolección de datos de cada tortuga es de aproximadamente una hora (con Paula fue una hora y media). Sin embargo, en el censo se contabilizaron 23 rastros.

Un rastro es la arena removida que deja la tortuga al anidar, la huella en la arena mientras camina desde y hacia el mar. A veces el rastro es en forma de U. Esto significa que la tortuga salió del agua, caminó en la arena, pero dio la vuelta se fue. Decidió partir sin poner sus huevos. La probabilidad más certera es que regrese a la noche siguiente.

Toma unas dos semanas elaborar un bolso.

Es una experiencia fabulosa observar todo el proceso de anidación, y ver a la tortuga terminar su nido y dejarse llevar por las aguas, en su regreso al mar.

Por los peligros que enfrentan es que se derivan tantos esfuerzos en su estudio y protección. La STC brinda educación sobre el tema en todo el archipiélago de Bocas del Toro y la comarca. Se toca el tema con policías, universidades, escuelas, etc.

Miembros de la Asociación de Mujeres Artesanas Meri Eko Kika

En Río Caña se compartió con los 20 estudiantes del séptimo grado, con edades que oscilan entre los 12 y los 14 años. Se llevó a los muchachos a la playa donde recolectaron basura, y con ella confeccionaron llaveros en forma de tortuga.

Nuestra sorpresa fue ver a niños pequeños acercarse para participar en la actividad. A ellos se les ofreció pintar a estos reptiles. La idea es que los niños entiendan la importancia de no ensuciar las playas, además de poder reutilizar los desechos.

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