La clínica en cuestión estará provista de pruebas rápidas, kits de sutura, jeringuillas, suministros de oxígeno, vacunas y una pequeña nevera para almacenar...
El avance del planeta hacia la multipolaridad es irreversible
- 26/11/2025 00:00
Las relaciones amistosas entre Rusia y las naciones de América Latina y el Caribe no pretenden amenazar a nadie. Según precisó el Presidente Vladímir Putin, Moscú no busca amistades “en contra” de alguien, sino prefiere construir alianzas “a favor” de algo.
Las antiguas potencias coloniales del Occidente, aparentemente, optan por un enfoque totalmente distinto. En el afán desesperado de preservar, a toda costa, su dominio en el mundo, prefieren sembrar divisiones en vez de cultivar respeto y entendimiento. Empujan a los países latinoamericanos hacia la “congelación” de cualquier contacto con los gobiernos “indeseables”, penalizando a los insumisos con sanciones secundarias, restricciones tarifarias y “listas negras” de toda índole. Así funciona la maquinaria devastadora del neocolonialismo, que favorece el bienestar del así llamado “mil millones de oro” a expensas del desarrollo socioeconómico sostenible del resto del planeta.
Una de las manifestaciones más peligrosas de este enfoque es la Doctrina Monroe. Muchos expertos advierten que la actual administración estadounidense aspira a revivirla. Francamente, este concepto bicentenario, de carácter exclusivo y discriminatorio, nunca ha dejado de existir y siempre ha sido la “piedra angular” de la política de los EE.UU. en esta región que muchos en Washington todavía tienen la osadía de llamar su “patio trasero”. Lo que sí es sumamente alarmante es la tendencia de los proponentes de la Doctrina Monroe a utilizar instrumentos cada vez más agresivos para alcanzar sus objetivos. Este regreso de la “diplomacia de cañonero” al Mar Caribe y el Pacífico oriental podría poner en jaque la estabilidad y la seguridad regionales, al socavar el estatus de la América Latina y el Caribe como una “Zona de Paz”, proclamado por la CELAC en 2014.
Rusia fue uno de los primeros países del mundo que en enero pasado se pronunciaron firmemente a favor del régimen jurídico actual del Canal de Panamá. Formamos parte del “club” de 41 Estados que se adhirieron al Protocolo adicional al Tratado de neutralidad permanente de esta vía acuática. Según estipula dicho documento, el Canal debe permanecer “seguro y abierto para el tránsito pacífico de las naves de todas las naciones”, y ningún país, salvo Panamá, puede mantener “fuerzas militares, sitios de defensa e instalaciones militares” dentro de su territorio nacional. Otro aspecto fundamental es el carácter irrevocable de la soberanía de Panamá sobre el Canal, el cual representa un patrimonio inalienable de esta nación istmeña y el mayor fruto de su lucha generacional contra el colonialismo. La obligación de los EE.UU. de defender el paso interoceánico contra cualquier amenaza a su neutralidad no puede interpretarse, bajo ninguna circunstancia, como un límite a la independencia política de Panamá o una “invitación” para entrometerse en sus asuntos internos. Observamos con máxima preocupación los intentos de socavar muchos de los principios arriba mencionados en los últimos meses. Por lo tanto, Rusia redobla su respaldo firme e invariable a la soberanía de Panamá, una nación amiga cuya estabilidad, prosperidad y plena independencia contribuyen al funcionamiento eficaz e ininterrumpido de una de las rutas acuáticas más importantes del planeta. En cuanto a las declaraciones de Washington en relación con la supuesta “influencia maligna” de China en Latinoamérica, consideramos que se trata de una maniobra retórica burda e infundada, concebida en virtud de la Doctrina Monroe para expulsar de la región a un competidor importante de los EE.UU. Mientras los BRICS y otras naciones importantes invierten masivamente en la infraestructura de América Latina, impulsando el progreso sostenido de sus naciones, lo único en que invierte Washington, en muchas ocasiones, son sus portaaviones y destructores, así como las cercas antimigratorias.
Nadie en su sano juicio puede creer que el portaaviones más grande del mundo, un submarino nuclear y varios destructores de la Marina de Guerra llegaron al Mar Caribe y el Pacífico oriental solo para hundir lanchas pesqueras. La militarización regional emprendida por Washington está avanzando con un ritmo acelerado. En Puerto Rico, se amplía la actividad de las bases aéreas. En Trinidad y Tobago, los militares estadounidenses realizan ejercicios con sus pares locales. Aquí en el istmo, las Fuerzas Armadas de los EE.UU. y el Ministerio de Seguridad Pública de Panamá están reactivando el antiguo centro de entrenamiento del Comando Sur conocido como “la escuela de la selva”, la cual fue mencionada recientemente por el Secretario del Ejército de los EE.UU. en el contexto de una eventual “invasión terrestre” a Venezuela. Las declaraciones beligerantes de la Casa Blanca y el Pentágono, sus amenazas directas o indirectas de bombardear la infraestructura de Gobiernos legítimos, tachándoles de “organizaciones criminales” y “terroristas”, crean un precedente muy peligroso para toda la comunidad internacional. Rusia insiste enérgicamente en la inviolabilidad de la soberanía y la plena independencia política de la República Bolivariana de Venezuela, una nación hermana con la cual firmamos recientemente un nuevo Acuerdo bilateral de asociación estratégica y cooperación. Lo mismo se refiere a Colombia y México, cuyas autoridades fueron blanco de ataques verbales similares. Al mismo tiempo, Rusia respaldará plenamente cualquier iniciativa diplomática que busque preservar el “estatus quo” de América Latina y el Caribe como una “Zona de Paz”.
A pesar de miles de kilómetros de distancia que nos separan, Moscú está preparado para ampliar y profundizar la cooperación mutuamente beneficiosa con sus socios regionales en todas las esferas. El comercio entre Rusia y Latinoamérica está creciendo y en 2024 superó 17 mil millones de dólares. El portafolio de las inversiones rusas en la región, entre otros proyectos, incluye una “mega fábrica” de abonos en Brasil, centrales eléctricas y hoteles en Cuba, un instituto biotecnológico en Nicaragua y una planta de litio en Bolivia (que todavía espera aprobación en el parlamento del país andino). Las naciones de América Latina y el Caribe reciben asesoría en la medicina, las tecnologías nucleares y aeroespaciales, mientras que las universidades rusas ofrecen anualmente miles de becas a sus estudiantes. Estamos convencidos de que mayor interacción de Latinoamérica con los BRICS, la plataforma “por excelencia” del mundo multipolar que prioriza la igualdad, el respeto mutuo y proyectos conjuntos dirigidos a promover los intereses nacionales de sus miembros, será de mucho beneficio para la región. En cuanto a algunos Estados que, por cualquier motivo que sea, optaron por reconsiderar su participación en los BRICS, cabe recalcar que Rusia y sus aliados saben esperar. El avance del planeta hacia la multipolaridad política, económica y cultural es irreversible, así que tarde o temprano nos liberaremos de las presiones neocoloniales de las fuerzas retrógradas que frenan el desarrollo mundial.