Colón Guardia, el visionario de las pequeñas ligasde béisbol

Actualizado
  • 26/12/2023 10:05
Creado
  • 26/12/2023 10:05
Colón Guardia Rodríguez, hoy a sus 90 años, nos narra en primera persona,todas las vicisitudes que pasó,

Colón Guardia nació en la ciudad de Colón y aunque creció jugando pelota en los barrios capitalinos, como pelotero representó solo a la provincia de Coclé.

Es en resumen la actividad que, como deportista, tuvo Colón Guardia, el hijo de Esteban Manuel Guardia (don Manuel), un reconocido político coclesano, y doña Elena María Rodríguez.

Sin embargo, hay que sentarse, en medio de una taza de café, para escuchar la historia del visionario creador del béisbol de las Pequeñas Ligas en Panamá.

Colón Guardia Rodríguez, hoy a sus 90 años, nos narra en primera persona, todas las vicisitudes que pasó, al ocurrírsele la ‘genial’ idea de darle béisbol a los niños panameños.

Ojo, no hablamos de la pelota que se jugaba en los barrios, porque para esa época de los años 60 había béisbol por doquier, no.

Hablamos de la pelota organizada y disciplinada que tuvo que hacer en solitario, porque tanto dirigentes como gobernantes, le dieron la espalda y lo dejaron literalmente solo.

El profesor Guardia cuenta que, entre las grandes satisfacciones que tuvo su padre, fue verlo jugar, matricularse, estudiar y graduarse de educador físico, en ese orden.

Pero, cuando lo vio abrazar tan afanosamente el proyecto de las Pequeñas Ligas, lo llamó y le dijo: “quiero que me hagas valer el título, tienes que hacer algo que llame la atención, pero que, sobre todo, justifique que has cogido el título de educador físico”.

Colón lo vio como una misión, que se unía a otras voces que, tras bastidores, se habían complotado para llevarlo por esa ruta. Primero fue el señor Blackman, durante su estadía en Colón, y después su amigo Herbert Raybourn.

“En Rainbow City había un señor de apellido Blackman, quien me decía que trabajara con las pequeñas ligas y me facilitó los reglamentos, y fue allí donde me di cuenta que una cosa era Little League y otra, lo que se hacía en las ligas infantiles”, recordó.

“Un tiempo después se me acercó Raybourn, acompañado por Carlos ‘Chico’ Heron, y me relató lo que ya estaba haciendo en las ligas infantiles”, apuntó.

Un país de escépticos

La reglamentación de la organización de las Pequeñas Ligas, le hizo ver que en Panamá había que cambiar la forma de jugar pelota infantil o no se iría a ningún lado.

Desde su época de pelotero infantil, primero con Radio Center y después con los Centinelas del Tuira, sabía qué era jugar en los barrios: sin uniformes, sin disciplina, sin reglamentaciones, más allá de las que imponían los árbitros, y sin edades establecidas.

“Aquí nadie creía en las pequeñas ligas como organización, todos se iban con las categorías mayores. Ahora, sí se jugaba béisbol infantil, pero participaban niños pasados de la edad”, sostuvo.

Es así como se inicia un proceso de saneamiento, donde se les exigía las partidas de nacimiento, lo que fue creando rencillas entre los dirigentes, porque me veían como un obstáculo, no un renovador”, afirmó.

“En una ocasión, en medio de una reunión, Fernando Tom y Lito Decerega (federados), me dijeron que me olvidara de eso, que no iba a encontrar campo de juego, ni mucho menos jugadores”.

Sin embargo, cual Quijote con su imaginaria lanza en ristre, fue arremetiendo contra los obstáculos, hasta que se encontró uno difícil de roer, la Guardia Nacional, que ese año de 1968 había irrumpido en nuestra vida.

El educador físico, tras su paso por la Panama Canal Comission, fue a trabajar con el municipio capitalino, que lo ubicó en el gimnasio Yuyín Luzcando de Bethania.

“Al lado del gimnasio había un campo del Instituto de Vivienda y Urbanismo utilizaba, y fue allí donde comencé a reunir a los muchachos, al principio como birrias, sin importar la edad, porque la idea era agruparlos”, señaló.

¿En ese momento, cuántos trabajan con usted?, le pregunté.

“Yo solo, aunque los periodistas Carlos Palomo y Josué Mendoza me ayudaron a promoverlo, pero en ese momento, nadie creía en lo que estaba haciendo”, apuntó.

Guardia sacó de entre los muchachos pasados de la edad a Manuel Martínez y Fernando Broce, para que lo ayudaran. El primero fue encargado del arbitraje, y el segundo de la disciplina y reglamento.

De policías y amenazas

Guardia siguió su trabajo con Bethania y lo llevó a cuantas ligas pudo, inclusive a las de la Guardia Nacional, lideradas primero por el mayor Timoteo Meléndez y después por el coronel Florencio Flores, y en todas ganó.

No obstante, eso no hizo que ganara amigos, sino todo lo contrario, quizás por las voces agoreras que rodeaban a los militares, supuestos dirigentes sociales y deportivos de la comunidad.

En ese punto, Guardia reconoció que era de carácter fuerte, terco y tozudo, pero entendió que su trabajo no era el de antagonizar sino el de convencer.

“Chito Flores fue un gran amigo, pero en esa época vivió muy molesto conmigo porque jugábamos con reglamentos gringos y para rematar los documentos venían en inglés”, recordó jocosamente Guardia.

Las pequeñas ligas se mantuvieron firmes, en medio de la lucha por la recuperación de la franja canalera, y quizás por ello, fue que jamás tuvo el apoyo de los militares y, por el contrario, veladas amenazas.

En este aparte, Guardia recordó uno de los dos pasajes que significaron el antes y después de su proyecto. Entre 1974 y 1975 hubo que hacer un viaje a México, y las autoridades le negaron llevar el nombre de Panamá en la camiseta.

“Lo que hice fue conseguir el logo de las pequeñas ligas y lo puse junto con el de Panamá en la camiseta, pero cuando llegué a México tenía un mensaje de que no regresara y fue entonces que entendí, que las cosas no estaban bien”, dijo.

Los Leones al rescate

Guardia habló con el director regional de las Pequeñas Ligas, el puertorriqueño Fernando Zegrí, quien le dijo que, si al regresar era separado de su cargo, Panamá sería suspendido del programa.

“La presidencia de la Little League en Estados Unidos envió una carta a Panamá, aunque nunca supe ni a quién ni su total contenido, pero entre líneas decía lo que me había comentado Zegrí”, señaló.

Colón Guardia recordó jocosamente que, para esa época, se escogía por votación al presidente de las pequeñas ligas, una organización que él creó, pero que nunca llegó a presidir.

El penoso incidente coincidió con la noticia de que el Club 20-30 que, hasta ese momento, había sido su mayor apoyo, le comunicaba que ya no seguirían.

Sin embargo, una tarde de un mes cualquiera, las circunstancias cambiaron. Su trabajo era seguido por algunos amigos, que les hablaron a los miembros del Club de Leones y estos, liderados por don Felipe Motta, se presentaron en el gimnasio.

“Me dijeron que el Club apoyaría el proyecto, con amigos que se mantendrían en el anonimato, siempre y cuando me mantuviera al frente”, precisó.

“La oferta era tentadora, pero debía pensarlo y les pedí un día para responderles, pero me dijeron que no podían, porque había gente entusiasmada que esperaban mi respuesta”, señaló.

Guardia dio un paso a un lado, casi treinta años después de ese pasaje, aunque aún seguía con el entusiasmo que lo llevó a crear el proyecto más ambicioso que, en esa época, se hizo para las categorías menores de cualquier disciplina.

“Seguí con mi fe en el proyecto, hasta que mi salud y mi familia me convencieron de que era tiempo de colgar los guantes”, dijo.

“Nicolás, muchos años de satisfacciones, pero también de sacrificios y decepciones. Me pusieron contra la pared, pero mi carácter no les permitió doblegarme y allí está mi legado”, concluyó.

En diciembre de 2013, a Colón Guardia le fue conferida la orden ‘Manuel Roy’, en la categoría de Gran Comendador.

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