Editorial

Actualizado
  • 09/07/2014 02:00
Creado
  • 09/07/2014 02:00
La realidad es dura

Recuerdo lo que mi difunto padre decía: ‘algún día, hijo, serás testigo de un capítulo de la historia en el deporte’.

El señor Augusto Alfaro tenía toda la razón... lo que jamás pensé es que este capítulo iba a ser tan explícito y tan impensable, como extraordinario.

En menos de media hora, la selección de Brasil ya estaba liquidada, ante un formal, ordenado y muy sólido equipo alemán, que no dejó pasar ninguna de las oportunidades que tuvo para marcar ante los anfitriones.

Esa fue la página histórica escrita por un equipo que salió a ganar y otro, donde los rostros de sus jugadores dejaban ver el temor ante el rival.

Seamos realistas: Brasil no tenía un equipo con carácter ni personalidad (salvo Neymar) para encarar la responsabilidad de ganar este torneo, aún jugando en su casa y ante su público.

Y aunque un triunfo 7-1 de Alemania sobre Brasil no estaba en el pronóstico del más conspicuo de los expertos del fútbol en el mundo, tampoco un triunfo carioca hacía parte del libreto.

Un final amargo para la Verdeamarella. Un trago de hiel que no dudo que será llamado ‘El Mineirazo’, y que a mi modo de ver, ha sido mucho más duro que el Maracanazo, si comparamos la inversión que hizo el gobierno brasileño y lo que estaba en juego en la cancha, además de lo político (en lo que no me pienso meter).

Un difícil trance que podría convertirse en algo peor, y me refiero al aspecto social en Brasil, que se ilusionó tanto con ganar la sexta corona del mundo en el fútbol, y que ahora le será muy duro superar esta nueva y muy amarga pesadilla.

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