Las amargas tribulaciones del joven Joao Félix

Actualizado
  • 16/01/2020 00:00
Creado
  • 16/01/2020 00:00
Apenas han transcurrido unos meses y el joven astro portugués no logra encajar en el Atlético de Madrid

Fue la contratación más cara y espectacular de esta temporada. En un comienzo, todo era expectativa y confianza. Apenas han transcurrido unos meses y el joven astro portugués no logra encajar en el Atlético de Madrid.

El 3 de julio de 2019 el SL Benfica anunció el traspaso de João Félix al Club Atlético de Madrid por una cantidad de 126 millones de euros.

Los más acelerados sugieren que la inversión deportiva y económica ha resultado un fiasco. Los más moderados reclaman paciencia para la adaptación del delantero. La realidad es que Joao Félix es un fiel reflejo de parte de los males del fútbol moderno: expectativas desmesuradas y exigencia de resultados inmediatos.

Todos lo querían apenas hace unos meses. Por ello, el Atlético de Madrid se convirtió en la envidia de los grandes clubes europeos, cuando se llevó a la gran perla del Benfica. El astronómico precio de su pase (127 millones de euros) fue percibido como una excelente inversión, gracias al enormísimo talento del portugués. El Atlético acababa de vender a Griezman al F.C. Barcelona y Joao Félix parecía un reemplazo excelente a corto y largo plazo. Hoy, los comentarios rozan el mayor escepticismo.

¿Pero qué pasó en el camino? Algunas lesiones afectaron el desempeño del jugador. Y a ellas debemos sumar las abrasivas exigencias tácticas del Cholo Simeone, que demanda de sus jugadores (inclusive los más finos y talentosos) enormes compromisos físicos y defensivos. Joao Félix viene sufriendo las exigencias de Simeone con una mezcla de disciplina y desafío, en ocasiones siguiendo al pie de la letra los férreos lineamientos del entrenador argentino, y por momentos rebelándose de manera juvenil y muy riesgosa a las órdenes de su técnico.

Simeone afirma que la total adaptación del portugués es apenas cuestión de tiempo. Si bien jamás ha cuestionado su talento, en ocasiones parece dudar de la actitud emocional del portugués.

El jugador tampoco ayudó con ciertas recientes declaraciones melancólicas sobre su pasado en el Benfica. Suena desgarrador y cómico que un chico de 20 años se sienta tentado a realizar ejercicios de nostalgia cuando dice recordar la felicidad que experimentaba en el Benfica. Su voz plena de añoranzas, es la de un veterano de guerra evocando los tramos más felices de su vida. Y tiene veinte años. “Algún día volveré”, exclamó el jugador, conmovido, en una reciente entrevista, con la voz de un antiguo combatiente, saboreando en su memoria las bellezas de los parajes de la infancia. Esto también es el fútbol de hoy. Exigencias de maduración inmediata, capacidad de adaptación instantánea, envejecimiento prematuro y múltiples negaciones del placer.

Sus palabras plenas de nostalgia, indican que la adaptación de Joao Félix no es tan fluida como sería deseable, y que su relación con su nueva vida en Madrid, no resulta tan agradable como se quisiera.

Si te fijas con atención, el rostro de Joao Félix traduce una seriedad incómoda, un agobio contínuo. Quizás es la presión de los muchos millones que costó su fichaje, las exigencias del entorno, la gigantesca responsabilidad deportiva, capaz de doblegar unas espaldas de apenas veinte años. Y eso, también queda reflejado en su juego.

Indecisiones, tartamudeos melancólicos, leves torpezas que lo distancian de sus mejores momentos en Benfica. Además, no parece disfrutar del juego, algo esencial en los jugadores de su estirpe, que nos recuerdan los tiempos de la improvisación genial en la calle, el parque, el potrero.

El caso de Joao Félix nos muestra cómo la ferocidad de las presiones, las responsabilidades y las exigencias del fútbol profesional, son capaces de atenazar y disminuir el enorme talento de alguien tan joven, de borrar el puro placer de jugar con una pelota.

Y como si fuera poco, tenemos que añadir a la ecuación, al impresentable Jorge Mendes, rey de los agentes. Permíteme explicarme. Hace poco, disfrutaba una película coreana llamada Parásito (ganadora de la Palma de Oro en Cannes, 2019) y no podía dejar de pensar en personajes como Mino Raiola o Jorge Mendes, agentes de futbolistas que si bien son contratados por los jugadores para defender sus intereses, se comportan como si fueran los dueños de los propios jugadores. Cuando Simeone mandó a Joao Félix a jugar por la banda derecha (decisión cuestionable a nivel deportivo, pero a la postre responsabilidad única del director técnico) Mendes le recomendó con firmeza a Joao Félix que no hiciese caso a su entrenador, e incluso hizo públicas sus recomendaciones. El jugador le hizo caso, y su desacato al autoritario Siemone aterró a más de cuatro. Pocas veces se ha visto a un jugador desobedecer al Cholo de modo más evidente. Pero la sangre no llegó al río y la historia continúa.

Quizás marcharse al Atlético no fue la decisión más adecuada para Joao Félix. Tal vez sería inteligente por parte del club madrileño liberar un poco al jugador y devolverlo a un estado de mayor placer, tranquilidad y sentido lúdico. En ocasiones, más allá de los millones, es bueno recordar que el fútbol es un juego. Capaz de mover cantidades astronómicas de billetes, sí.

Pero un juego, al fin.

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