Segundo Olmedo, una vida dedicada a la lucha olímpica

Actualizado
  • 26/07/2021 00:00
Creado
  • 26/07/2021 00:00
El deportista forma parte del grupo de atletas istmeños que cumplió el ciclo olímpico, y el de los poquísimos que han logrado conquistar un título mundial
Fue campeón de los Centroamericanos en tres ocasiones, y en una ocasión en los Bolivarianos.

Segundo Olmedo estaba entusiasmado con las 'llaves' y 'costalazos' de la lucha libre profesional, que veía a través de la televisión y que se realizaban en el gimnasio Neco de la Guardia.

Un sinnúmero de nombres llamaban su atención: 'El Carnicero Buche', 'Celso Sotelo', 'Chamaco Castro' y 'El Ídolo', entre otros, aunque los movimientos acrobáticos que se sucedían unos tras otros en cada combate, era lo principal.

Fue esa combinación de nombres y 'vuelos en el aire', que lo llevó un día al gimnasio de Barraza, donde supuestamente practicaban diariamente los 'fantásticos' gladiadores.

No obstante, a su llegada a la instalación fue otra la actividad que lo envolvió, una vez superada las maltrechas puertas del gimnasio. En casi todo el local había repartidas una cantidad de lonas, habilitadas efectivamente para la lucha, pero olímpica.

Fue de este modo que inició una carrera llena de triunfos; una actividad que aún hoy, a sus 73 años, lo tiene visitando diariamente el mismo gimnasio donde se inició.

Segundo Olmedo forma parte del grupo de atletas istmeños que cumplió el ciclo olímpico, y el de los poquísimos que han logrado conquistar un título mundial. He aquí parte de su historia.

Los inicios en Barraza

Olmedo es del Barrio Colón, en el distrito de La Chorrera. Allí comenzó su inquietud por la lucha, a la que llegó a los 17 años con unas tremendas aptitudes porque, para algunos, había llegado un poquito tarde para esos menesteres.

“Veía muchos programas de lucha profesional, nunca pensé en la lucha olímpica hasta que llegué al gimnasio y allí me quedé (...), me gustó”, dijo.

Explicó que cuando llegó al local, encontró a cargo de los entrenamientos a un grupo de voluntarios estadounidenses, perteneciente al Cuerpo de Paz.

“Ellos se quedaron un tiempo y luego llegaron dos japoneses. Primero fue el técnico Tomiaki Fukuda y después Masaki Kaneko, ambos por un año”, sostuvo.

Su amor y disciplina por el deporte lo llevó a destacarse rápidamente y a conquistar el título nacional de los 68 kilogramos, división en la que casi siempre militó hasta su retiro en 1993.

En 1966 conquistó el título de su categoría, lo que le valió el honor de ser considerado el 'novato' del campeonato. Al año siguiente cedió la titularidad, pero a partir de 1968 se mantuvo en el trono por los próximos 13 años.

Fue una época en la que también estuvieron, entre otros, Gregorio Estribí, Pablo Ledezma, Julio Rivera y Alfonso González.

“Nuestro grupo era bueno. Siempre le hacíamos la batalla a Cuba y Estados Unidos, porque fue costumbre ubicarnos en el segundo y tercer lugar de los torneos”, sostuvo.

De Cali a las Olimpiadas

Segundo cumplió todas las etapas internacionales como atleta, incluyendo los Centroamericanos y Bolivarianos, hasta llegar a dos juegos Olímpicos y un poco más tarde a ganar un título mundial máster.

Su periplo como atleta lo inició precisamente en unos Bolivarianos, celebrados en Cali en 1967 y donde cobró la medalla de oro. Después llegaron Maracaibo (plata), en 1970; Panamá (plata), en 1973; y La Paz (oro), en 1979.

También estuvo en los Centroamericanos de Guatemala (1973), San Salvador (1977) y Managua (1981), donde obtuvo el primer lugar, tanto en greco como en libre.

Así como en tres Centroamericanos y del Caribe (Panamá, Santo Domingo y Medellín), donde se quedó con el segundo lugar; y en los Panamericanos de Cali (1971), México (1975) y San Juan (1979), donde cobró dos medallas de bronce, una en libre y otra en greco.

A partir de 1979 estuvo presente en varios mundiales y torneos invitacionales, donde logró estar entre los primeros. Debe anotarse el mundial de Colorado Springs en 1981, donde se llevó la medalla de bronce, pero en judo.

De igual forma estuvo con la delegación que asistió a los juegos olímpicos de Múnich 72 y Montreal 76, donde tuvo vivencias que aún recuerda.

“El maestro Fukuda, técnico en los Centroamericanos y del Caribe de Panamá, me recomendó en 1972 para una beca en Japón, y allí estuve hasta los juegos de Múnich”, indicó.

“Venía con una preparación diferente a la que hacíamos y los técnicos japoneses me vieron con alguna opción, pero tuve mala suerte”, anotó.

“Salí directamente a combatir con Irán y la Unión Soviética y quedé eliminado. Eran muy duros; el iraní era el actual campeón olímpico”, precisó.

En los juegos de Montreal repitió la amarga experiencia, al enfrentarse a los representantes de Bulgaria y Mongolia, quienes no le dieron oportunidad de desenvolverse.

“Los latinoamericanos dependíamos mucho de los sorteos y estos luchadores a los que me enfrenté, de verdad que tenían y tienen su tradición en este deporte”, añadió.

No fue el final de su carrera y, muy por el contrario, a nivel regional siguió cosechando triunfos, como lo demuestran sus actuaciones en Centroamericanos y Panamericanos.

De atleta a entrenador

No obstante, a partir de 1982, con 35 años a cuestas, comenzó a experimentar la satisfacción de brindar sus conocimientos a sus más jóvenes compañeros, algo que poco a poco lo fue llevando al trabajo de entrenador.

“Nunca me llamó la atención ser dirigente de la lucha, pero entrenador sí”, apuntó.

En ese rol estaba, cuando se presentó la oportunidad de participar en el mundial militar de lucha en Venezuela, donde también hizo las veces de contendor y cobró una medalla de bronce.

“Era miembro de las Fuerzas de Defensa y entre mis labores estaba la de entrenar a un equipo de lucha, al cual representamos en varias ocasiones”, recordó.

Después llegó la invitación al mundial máster de 1992 en Cali, donde junto al colonense Rómulo Bordanea se hicieron de los títulos de sus respectivas categorías.

Luego participó en el mundial de 1994 en Roma, donde se ubicó en el quinto lugar.

Hacen faltan más torneos

Olmedo tiene tantas presencias internacionales como entrenador, como certificados y diplomas de cursos de actualización, y es por ello que habla con certeza y contundencia sobre su deporte.

“La lucha tendría mayor y mejor presencia si la dirigencia se preocupara un poco más de las cosas”, destacó.

En esa línea, señaló que se deben efectuar más campeonatos nacionales, que permitan el desarrollo técnico de los atletas.

“Aquí tenemos varias categorías en la libre, femenina, y la modalidad greco, y solo se hace un campeonato al año; y, cuando se va a competencias internacionales, llevan a solo dos o tres atletas”, destacó.

Asimismo, llamó la atención sobre la valoración y ayuda que se le brinda al atleta, en algunas ocasiones, sin una base técnico-científica que la justifique.

“Otro problema que veo es que los atletas no clasifican para unos juegos Panamericanos, por ejemplo, pero después asisten a un mundial. ¿Cómo se justifica eso?”, aseveró.

“Es por eso que la lucha está en el piso, porque no hay un desarrollo uniforme y adecuado”, concluyó.

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