Thomas... están tocando en la puerta

  • 11/09/2025 00:00
De Christiansen no hay dudas sobre sus capacidades y su aporte, sin embargo, dejó notar ante Guatemala que le superaron algunas circunstancias, cuando se le salieron del libreto preparado

Las eliminatorias de la Concacaf que se vislumbraban accesibles para la Selección de Panamá, pero no fáciles, se han transformado con sus resultados en complicadas al culminar la primera jornada, confiriéndole a la de octubre el poder de dictar sentencia condenatoria si se deja escapar la posibilidad de depender de sí mismos, para aferrarse a las matemáticas de los otros rivales en la última de noviembre.

Sin quitar la mirada del espejo que refleja esta realidad, el primer recurso que cabe para afrontarlas hacia los jugadores es mantener el espíritu en alto, elevar la actitud positiva; para los aficionados, no mermar en el apoyo que le han brindado hasta ahora a la selección. Aunque para que estas no terminen en un simple efecto placebo, hay que diseccionar algunos aspectos que se apreciaron a modo de análisis.

El primero de ellos apunta a Thomas Christiansen; no hay dudas sobre sus capacidades y su aporte desde la dirección técnica en los años que lleva de gestión posicionando el equipo entre los protagonistas de la región, sin embargo, dejó notar ante Guatemala que le superaron algunas circunstancias cuando se le salieron del libreto preparado, no reaccionando adecuadamente.

A la alineación inicial que presentó frente a Guatemala no se le debe encontrar reparos, respondió a un equipo cuyos integrantes seguían un criterio lógico de elección. Lo llamativo fue que, tras el primer tiempo, con una Guatemala disciplinada, ordenada, cuyo entrenador, Fernando Tena, conocía y lo había estudiado minuciosamente, no respondiese haciendo cambios más profundos para el arranque de la segunda parte, salvo la modificación de Aníbal Godoy.

La dupla Carrasquilla-Bárcenas no engranaba porque Carrasquilla, adelantado de su posición tradicional, no era preciso en sus pases, detectable en sus desplazamientos, encontrándose con poco margen de espacio para su maniobra, al quedar muy cerca de la línea de mediocampistas de contención chapín, sin amplitud para sorprender con su disparo de media distancia. Yoel intentó con más ganas que fútbol ser su socio ideal como en otras ocasiones. Dejó claro que todavía le falta el kilometraje para volver al nivel de antes de su lesión, posiblemente lo alcance de aquí a octubre con un mayor rodaje en la liga mexicana. Con Bárcenas se demoró en hacer el cambio.

Sucedió igual con Ismael Díaz y José Fajardo, los dos dieron muestras desde la primera parte que estaban imprecisos, desajustados, detectables, no les faltaba voluntad. Comenzar el segundo periodo moviendo a uno de los dos se intuía que desacomodaba el esquema defensivo guatemalteco; se demoró en hacerlo. Tal vez no estaría de más que se le recordara a nuestros delanteros que en el fútbol de hoy, a ellos les corresponde fungir también como la primera línea defensiva cuando el rival tiene el balón; no por ser delanteros carecen de responsabilidades defensivas.

Con el partido entrando en el último tramo, Christiansen cometió un pecado de aprendiz que pudo haber sido mortal: si desde el banco no se transpira ecuanimidad, sino desespero, los jugadores en el campo de juego son los primeros en contagiarse de ello. La decisión de incluir a Everardo Rose, sumando un tercer delantero, no solo desequilibraba al equipo exponiéndole más ante la pérdida del balón frente al rival, sino que además hacía oídos sordos de ese concepto del fútbol que dice: “Incorporar más delanteros no da más poder ofensivo, puede restar, porque más que ayudar entorpece a los que están con el que entra”.

Se entenderá como una decisión lanzando ‘una moneda al aire’ cuando se acaban los minutos y es tu último partido sin mañana, pero era apenas el segundo de seis partidos. Si Guatemala, que estuvo cerca, acertaba, en este momento de un horizonte con nubes grises hubiésemos pasado a un panorama oscuro.

Christiansen se refirió en la conferencia pospartido de que en la eliminatoria anterior se tuvieron cinco puntos de ventaja y no se consiguió clasificar, un dato cierto, por supuesto. Aunque también hubiese sido bueno recordar algo sobresaliente que tuvo aquella selección en la eliminatoria, un elemento por el que muchos avalamos la continuidad de su ciclo, eso que algunos llaman “mística”.

Dio la impresión con Guatemala que el equipo ha perdido algo de ella, esa “mística” con la que se definía aquel equipo era que no dejaba de presionar arriba la salida del rival, que hacía sentir su entrega hasta el final del partido, la solidaridad colectiva en el campo de juego como un solo cuerpo, una “mística” que se tradujo en victorias aquí como la inesperada sobre Estados Unidos o sobre Canadá, cuando ya se estaba por fuera de la clasificación, dejando el mensaje de que se había hecho camino al andar con un abrazo final entre jugadores, cuerpo técnico y asistentes, mirando hacia esta eliminatoria como la cúspide.

El lunes, Guatemala tuvo “mística” en el Rommel Fernández, jugó con entrega, sin desesperación, sin complejos frente a un equipo catalogado como superior, sabiendo que perdiendo era un paso al precipicio, convencido de que podía salir ileso sin ser cobarde; lo logró. No se trata de golpearse el pecho, Christiansen debe recuperar con el equipo ese nivel que va más allá de las condiciones físicas y capacidades deportivas.

Las eliminatorias en la Concacaf están siendo cerradas, incluso en el acceso al repechaje para los dos mejores segundos, de los tres grupos. Los rivales en el repechaje contemplan a Bolivia, Nueva Caledonia, uno de África o de Asia cuya programación estará asignada a marzo de 2026. El exentrenador argentino César Luis Menotti decía: “El fútbol es espacio, tiempo y engaño”. Creo que Christiansen no ha perdido la capacidad de sorprender y engañar al rival, está ante el reto de su carrera, este equipo posee argumentos para alcanzar el cupo directo.

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