Tubing, flotar con diversión

CHIRIQUÍ. Entre la helada agua y los posibles -por no decir ineludibles- golpes, mi mente era incapaz de definir qué sería más extremo a...

CHIRIQUÍ. Entre la helada agua y los posibles -por no decir ineludibles- golpes, mi mente era incapaz de definir qué sería más extremo al momento de hacer ‘tubing’ en el río Chiriquí Viejo. Para añadirle más intensidad al frío, una menuda llovizna se hacía sentir.

Tengo que confesar que este deporte siempre me pareció muy recreativo e incapaz de provocar alguna preocupación, pero al llegar al hotel Casa Grande Bambito y observar que el afluente que pasa al frente tiene como complemento gigantescas rocas me inquieté un poco.

Ese cosquilleo en mi barriga, que me visita por momentos, me indica que lo que voy a hacer me generará sensaciones inolvidables. Y así fue.

Ahí, frente a mis ojos, se encontraba toda la indumentaria que se requiere para hacer un buen tubing: cascos, chalecos salvavidas, los tubes, una corriente con líquido helado y piedras (porque sin ellas no se grita tanto).

Luego que Carlos ‘Carlitos’ Rovira y el señor Bernardo Valdés me aseguraran que ninguno de los clientes que han atendido ha sufrido alguna fractura mortal, me puse elementos de seguridad necesarios.

Es que lo que veía como un trip para personas cautelosas, de pronto se convirtió en la posibilidad de una visita a un cuarto de urgencias.

Pero tranquilos, no pasó nada.

EN VIAJE A LA ACCIÓN

Ya ataviados abordamos un auto que nos llevó a una parte más alta del río, con el fin de buscar corrientes más fuertes y -como decía Carlitos- de tal forma darme buenos argumentos para escribir.

No habíamos empezado cuando tuve que hacer algunas pericias. Desde que intentaba bajar a la orilla del río me embargó la percepción de que mi rostro quedaría sobre una de esas enormes rocas.

Aunque está la opción del tubing invidual, por seguridad de los involucrados nos recomendaron hacerlo en pareja, porque con más peso hay más estabilidad.

CORRIENTE ABAJO

Casi acostados, con los pies guindando y sujetos al tubo (que asemeja una llanta de camión) la corriente nos fue arrastrando.

Entonces descubrí por qué evolucionó el viejo uso de los neumáticos como deslizadores.

Es que por el material tan resbaloso con que son hechos los tubos de vehículos es muy fácil salirse ellos. Así surgió la necesidad de forrarlos con un elemento más áspero, para dicha mía y de muchos.

En los primeros segundos de iniciada la travesía estaba bien aferrada al artefacto, mas mis manos pronto estuvieron a punto de hacer contacto con el pedregoso camino y no tardé en soltarme.

No terminaba de reincorporarme cuando otra vez levantaba mis extremidades para evitar las heridas. El problema no era tan sencillo de resolver.

Según mi experiencia es un ejercicio que consta de cuatro funciones: agarrarse, soltarse, gritar, empujar y -dependiendo con que suerte de caiga- golpearse.

GAJES DE LA DIVERSIÓN

Mi coxis fue el que más sufrió, pero aclaro que se debió a la desobediencia, pues Carlitos me advirtió que aún en medio de la turbulencia hay que guardar la posición (mantener el cuerpo lo más estirado posible).

Cuando ya llegaba al final del recorrido me sorprendí de mi suerte.

Aunque me encontraba con algunos futuros moretones, no me caí del tubo. La verdad hubiese querido salir del agua todavía sobre él, porque volver a meter mi anatomía en esa corriente refrigerada no era tan atrayente.

Y como todos los días se aprende algo nuevo, en esta ocasión la lección fue: desde afuera todo se ve más sencillo y en cuanto se está dentro el panorama cambia.

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